Po - e - mas:

Los espinos, de Luis Cernuda

Verdor nuevo los espinos

tienen ya por la colina,

toda de púrpura y nieve

en el aire estremecida.

Un trabajo de…

Para que un poema sea la obra de arte que pretende ser, debe encerrar, en su limitado espacio, mucho más de lo que parece decir. Nada en él debe ser superfluo, por el contrario, todo tiene que poseer una determinada función dentro del conjunto. Armonía y estructura, o una estructura armoniosa, emanadas del mismo caos que lo generó: el pensamiento de la mente creadora. La belleza puede ser intrínseca, aunque no imprescindible, pues su finalidad no es la perfección, sino empatizar con las posibles personalidades lectoras que, necesariamente, deben encontrar en él algo que compartir. Por ello, el proceso creador de un poema nunca culmina con el punto final insertado por la mano ejecutora, sino que hallará su plenitud en lo más íntimo de cada persona que se sienta identificada con su contenido. Cada poema tiende, pues, a lo infinito.

De todo ello se deriva la naturaleza hermética del poema pues, como todo acto de comunicación, entre el emisor y el receptor transita un código, siendo el de la poesía, a causa de sus extremadas connotaciones, no realmente sencillo de descodificar, y más si le suponemos la subjetividad propia del sujeto autor. Y a causa de aquellos “polvos” nos llegaron estos “lodos” del “análisis literario” en los tediosos “comentarios de texto” de nuestra juventud.

Pero no os alarméis. Con esta nueva serie de artículos que he decidido titular “Po – e – mas”, así, desmenuzando la palabra en su estructura silábica como un guiño a lo que va a venir después, solo pretendo hacer más cercano el universo de la poesía a aquellas personas que, con tan solo escuchar una rima, se le erizan los cabellos. Porque en este momento la poesía es más necesaria que nunca, pues ella tiende a provocar esa naturaleza particular y peculiar de cada ser humano, el de los sentimientos, ese mundo tan atacado y tan temido por las grandes corporaciones comerciales que manejan, bastante mal, por cierto, nuestro maltrecho planeta, ya que la poesía, arma eficaz contra la alineación, la sumisión, el gregarismo de las masas, nos hace pensar de forma autónoma, sin ayuda exterior, sin lemas, doctrinas, eslóganes ni falsas promesas, y es que un poema, una vez escrito y lanzado, se convierte en cientos, en miles, en millones de pomas según cada persona que lo asimila, destrozando el pensamiento único y liberando las mentes. La poesía es libertad.

Por eso mismo, en cada comentario que os presente, todo lo que diga sobre el significado, la intención, las posibles influencias o cualquier otra cosa, deberá ser tomado con la reserva de lo subjetivo, pues será, indudablemente, una opinión particular desde mi punto de vista, lo que no quiere decir que sea ni lo más acertado, ni lo más correcto, pues cada una de las personas que lo lean tendrán sus propias opiniones que pueden coincidir, o no, con las mías, y las cuales estaré encantado de conocer y responder.

Pero vayamos ya a nuestra primera experiencia.

LOS ESPINOS

De Luis Cernuda

(Como quien espera el alba) 1944

 

Verdor nuevo los espinos

tienen ya por la colina,

toda de púrpura y nieve

en el aire estremecida.

 

Cuántos ciclos florecidos

les has visto; aunque a la cita

ellos serán siempre fieles,

tú no lo serás un día.

 

Antes que la sombra caiga,

aprende cómo es la dicha

ante los espinos blancos

y rojos en flor. Vé. Mira.

 

El poema se compone de una serie de octosílabos divididos en tres estrofas de cuatro versos con rima asonante en los pares y libre en los impares, es decir, tres coplas que forman en conjunto un pequeño romance típico de la poesía popular y tradicional española, sin embargo no es una composición anónima, ni producto de ningún autor medieval ni del renacimiento, sino que fue escrito por Luis Cernuda, uno de los mayores representantes de la generación del 27, poetas estos que gustaban de alternar la poesía tradicional con la más vanguardista, pero que en esta ocasión encierra una connotación mucho más sentimental, como ya veremos en su momento.

Este era un poema por el que su autor sentía un cariño especial, aunque a primera vista parece no tener nada especial, pues simplemente describe un paisaje florido con imperativos al final que le dan un tono más dramático. Pero ya os he dicho que en poesía nada es lo que parece.

“Los espinos” pertenece al poemario “Como quien espera al alba”, escrito entre 1941 y 1944, siendo la octava entrega de la serie “La realidad y el deseo”. Los poemas de este libro fueron escritos entre Glasgow y Oxford, donde Cernuda residió durante aquellos duros primeros años de exilio. Fueron tiempos de desasosiego y añoranza, viviendo en una tierra extraña y en plena Segunda Guerra Mundial, por lo que ya el título del libro: “Como quien espera al alba”, parece contener una referencia cargada de esperanza hacia un futuro mejor.

Fue una época de búsqueda para Cernuda, de preguntas y de influencias (Kierkegaard, Goethe, Schiller…), una época de meditación sobre la esencia de sí mismo y del propio género humano en un periodo histórico tan convulso, más propicio para generar dudas que certezas, y tal vez fuera a causa de ello que su poesía se torna más introspectiva alejándose, en cierta manera, de los temas que la provocaron con anterioridad, como el realismo histórico o el amor, cuyos huecos son ocupados por un fuerte deseo de eternidad, de trascender más allá de los efímeros elogios, más allá de su propia obra, utilizando la segunda persona a modo de conversación consigo mismo, recurso que le permite tener una perspectiva externa como medio eficaz para el autoanálisis, utilizando un lenguaje aparentemente sencillo que se convertirá en su propia voz, la cual jamás podría catalogarse de prosaica.

Siendo un poema breve, Los espinos contiene toda una serie de tópicos literarios: “tempus fugit”, el paso del tiempo que todo lo muda y transforma, no siempre para bien, y que tantos excelentes ejemplos poéticos ha dado con la excusa de vivir al día, vivir el presente, “carpe diem”, como aquel soneto memorable de Garcilaso: “En tanto que de rosa y azucena…”, porque cada día morimos un poco, “quotidie morimur”, hasta que llegue el momento definitivo, algo que no debemos olvidar: “memento mori”. Todos están presentes en el poema junto con la nostalgia de su tierra, representada por los espinos en flor que se renuevan con cada primavera, (“locus amoenus”, lugar ameno, lugar idealizado), algo que el ser humano no puede hacer… ¿o sí?...

Así pues, partimos de la base de que en este romance un “yo” poético entabla un diálogo con un “tú” poético al que le anima a saborear de los espinos en flor mientras pueda, es decir, de la vida mientras esté vivo. En la primera estrofa se representa la belleza mediante una imagen del pasado y de la tierra que no ha de volver a ver, con la que expresa la fragilidad y brevedad de la vida, sin embargo, todavía Cernuda va algo más lejos al contraponer esa brevedad de la existencia humana con la permanencia cíclica de la naturaleza, pues los espinos seguirán floreciendo cada primavera, mientras que él llegará un día en que “faltará a la cita”, algo que clarifica en la segunda estrofa y que,  en la tercera, da pie a una orden, o consejo: "aprende, ve, mira", antes de que “caiga la sombra”.

Ya hemos dicho anteriormente que la expresión de Cernuda parece, a primera vista, natural y sencilla, sin embargo, al analizarla cuidadosamente veremos que no está exenta de varios recursos estilísticos. Por ejemplo, en los dos primeros versos utiliza un hipérbaton (alteración del orden sintáctico considerado natural o lógico): “Verdor nuevo los espinos tienen ya por la colina”, cuando lo esperado sería: “Los espinos tienen ya verdor nuevo por la colina”, lo que, seguramente, se debe a exigencias de la métrica. Por otra parte, las metáforas son variadas: “púrpura”, para definir a los frutos de los espinos; “nieve”, para referirse a las flores; “sombra”, como sinónimo de “muerte”; “verdor nuevo”, juventud, aunque en este caso sería rejuvenecer, resurgir, volver, ser otra vez quien era… pues si algo quería decirse Cernuda a sí mismo en aquel tiempo de lejanías, tristezas, soledad y abatimiento era que la vida seguía, estaba allí, al alcance de sus manos, y en cada primavera, a pesar del exilio, la guerra, la derrota, a pesar de todo, la vida renacía, algo que también deja muy claro con la antítesis de los versos 7 y 8: “ellos serán siempre fieles, tú no lo serás un día”. Por ello, la misma utilización de la naturaleza, además de la carga nostálgica que lleva, como así mismo la utilización de una métrica tradicional, es una alegoría de la alegría de vivir, algo que se ordena a sí mismo conseguir: “aprende, ve, mira”, pues a fin de cuentas la experiencia de la vida es como “los espinos”, que agrupan en la misma rama la belleza de sus flores, el alimento de sus frutos y el dolor de sus púas.

Por otro lado, los encabalgamientos y los imperativos del final revelan al poeta filosófico y culto que fue Cernuda, quien hace hincapié todo el rato en la presencia del tiempo y la importancia inexorable de su paso, lento, pero definitivo. Aunque, sobre todo, este poema nos descubre a un Cernuda en plena crisis entre su estoicismo, que pretende liberarle del dolor mediante la renuncia al deseo, y el hombre vital que quiere resurgir.

En su creación artística, Cernuda pretendía mantener un perfecto equilibrio entre la tradición y la originalidad, aunque su visión sobre el poeta era plenamente romántica, ya que lo consideraba como una especie de “elegido” capaz de ver y expresar lo que las otras personas no pueden. Su homosexualidad, en una época que ello podía acarrearle incluso la muerte, le dio un revestimiento de soledad y marginación que le aislaba de la sociedad burguesa a la que pertenecía, pero, al mismo tiempo, le inyecta la rebeldía y el coraje necesarios para enfrentarse a la realidad y seguir soñando sin perecer en el intento.

Gracias por leernos...

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