La casa de Bernarda Alba
(Fragmento)
Federico García Lorca
Bernarda: (A Magdalena, que
inicia el llanto) Chist. (Golpea con el bastón.) (Salen todas.) (A las que se han ido) ¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto! Ojalá tardéis muchos años en
pasar el arco de mi puerta.
La
Poncia: No tendrás queja ninguna. Ha venido
todo el pueblo.
Bernarda: Sí, para llenar
mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas.
Amelia: ¡Madre, no
hable usted así!
Bernarda: Es así como se
tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada.
La
Poncia: ¡Cómo han puesto la
solería!
Bernarda: Igual que si
hubiera pasado por ella una manada de cabras. (La Poncia limpia el suelo) Niña, dame un abanico.
Amelia: Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y verdes.)
Bernarda: (Arrojando el
abanico al suelo) ¿Es éste el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre.
Martirio: Tome usted
el mío.
Bernarda: ¿Y
tú?
Martirio: Yo no tengo
calor.
Bernarda: Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que hemos
tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordar el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis
cortar sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.
Magdalena: Lo mismo me
da.
Adela: (Agria) Si no
queréis bordarlas irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más.
Magdalena: Ni las mías ni
las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura.
Bernarda: Eso tiene ser
mujer
Magdalena: Malditas sean
las mujeres.
Bernarda: Aquí se hace lo
que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles.
(Sale Adela.)
Voz: ¡Bernarda!,
¡déjame salir!
Bernarda: (En voz
alta) ¡Dejadla ya! (Sale la Criada.)
Criada: Me ha costado mucho
trabajo sujetarla. A pesar de sus ochenta años tu madre es fuerte como un roble.
Bernarda: Tiene a quien
parecérsele. Mi abuelo fue igual.
Criada: Tuve durante el
duelo que taparle varias veces la boca con un costal vacío porque quería llamarte para que le dieras agua de fregar siquiera, para beber, y carne de perro, que es lo que ella dice que tú le
das.
Martirio: ¡Tiene mala
intención!
Bernarda: (A la
Criada.) Déjala que se desahogue en el patio.
Criada: Ha sacado del cofre
sus anillos y los pendientes de amatistas, se los ha puesto y me ha dicho que se quiere casar.
(Las hijas ríen.)
Bernarda: Ve con ella
y ten cuidado que no se acerque al pozo.
Criada: No
tengas miedo que se tire.
Bernarda: No es por eso...
Pero desde aquel sitio las vecinas pueden verla desde su ventana.
(Sale la Criada.)