Terra Alta bucea por los profundos abismos de la condición humana, aquellos donde se esconden las naturalezas
ocultas de las personas que, como todas, en diversas medidas, enmascaran su otro yo, el básico e instintivo, el que se rige por los deseos y las miserias, el oculto y silencioso. Nadie es solo lo que
parece y en la vida de cada ser humano se agazapan instantes callados a los cuales se intenta, si no olvidar, pues a veces es imposible, hacer pasar de puntillas para no ser
descubiertos.
Hay tres personas asesinadas, un matrimonio de ancianos
dueños de una empresa que dio trabajo durante años a los habitantes de una de las comarcas más deprimidas de Cataluña, y su criada. Ellos eran, en apariencia, un matrimonio modélico y emprendedor, y
unos felices padres. Ella, una mujer extranjera que ya llevaba tiempo trabajando para la familia. Y ante este panorama se enfrenta el detective, Melchor Marín, un mosso d’esquadra destinado
recientemente a esa comarca, con un pasado que intenta soslayar.
Las pistas sobre quién, o quiénes, es el responsable de tal
innecesariamente cruel matanza son escasas y confusas, pero las pesquisas que se van desarrollando para la resolución de este crimen recrean un juego psicológico interesante al mismo tiempo que
avanza la investigación del caso, lo que crea una tensión que nos impide abandonar la lectura.
Paralelamente, Marín va reinventando la figura de Valjean en
sus lecturas de la novela de Víctor Hugo, Los miserables, en el cual quiere reflejarse con sus dilemas morales a la hora de quebrantar las normas en la búsqueda de un camino que le lleve a
la solución, siempre bajo la sombra de un pasado sobre el que busca respuestas y cuyo peso le va amenazando con ahogarle.