LA MARIPOSA
AZUL
Kiyoshi era un buen hombre, tranquilo, bondadoso y de
gran corazón, haciendo honor a su nombre, el cual vivía feliz
con su joven esposa, Fumiko, y sus dos pequeñas hijas en su sosegada granja de las montañas. Pero ocurrió que un día la bella Fumiko enfermó, muriendo al poco tiempo y dejando viudo al desconsolado
campesino y al cargo de las dos niñas: Akiko, de doce años, e Hikaru, de diez, dos chiquillas inquietas que poseían una voraz curiosidad que les producía la necesidad de estar haciendo constantemente
preguntas, a las que Kiyoshi, con pocos estudios, ya que siempre estuvo dedicado al trabajo de la granja, era incapaz de responder. Así que, tras darle muchas vueltas en su cabeza, decidió enviarlas
durante un tiempo a la casa de Masaru, el sabio de la zona, para que las instruyera. Desde el mismo momento en que llegaron, las dos hermanas no cesaron de hacer preguntas a su nuevo instructor, el
cual respondía a todas acertadamente. Acostumbradas las niñas a sentirse más listas que su padre porque no podía darles las respuestas correctas, comenzaron a hallarse inquietas con esta nueva
situación, por lo que, tras discutirlo entre ambas, decidieron buscar una pregunta que el sabio no pudiera responder, pero ¿cuál?...
- ¿Qué podemos preguntarle que no sepa? – pensaba en voz
alta HIkaru mientras Akiko torturaba las uñas de sus dedos a dentelladas – Es imposible, nunca encontraremos nada.
- Espera – dijo Akiko de pronto saliendo como el rayo de
la habitación y dejando a su hermana con la palabra en boca.
Tardó más de media hora en volver y lo hizo sofocada y
las mejillas como amapolas y con una cajita entre las manos.
- ¿Dónde has ido? – preguntó
Hikaru.
- Al campo – respondió la otra abriendo un poco la
cajita y mostrando su contenido: una linda mariposa azul.
- ¿Una mariposa? ¿Para qué has ido a cazar una mariposa?
– preguntó la hermana pequeña intrigada.
- Para engañar a Masaru – respondió con orgullo la
hermana mayor.
- ¿Para engañar a Masaru? ¿Cómo vamos a engañar a Masaru
con una mariposa? – volvió a preguntar Hikaru cada vez más interesada.
- Pues es muy fácil – aseguró la otra. – Le mostraré mi
puño con la mariposa dentro y le preguntaré cómo cree que está ella, si viva o muerta. Si responde que muerta, abro la mano y la mariposa sale volando, pero si responde que está viva, aprieto el puño
y la mato, y así nunca podrá acertar.
Las dos hermanas celebraron su futuro éxito con risas y
saltitos nerviosos de emoción, así que, no pudiendo esperar más, fueron a buscar a Masaru con la mariposa encerrada en el puño de Akiko. Lo encontraron en el jardín dedicado a sus lecturas de la
tarde y le hicieron la pregunta:
- Masaru, tú que lo sabes todo, en mi puño llevo
guardada una mariposa azul, ¿cómo crees que está, viva o muerta?
Masaru miró con benevolencia a la pequeña Akiko y con
una pícara sonrisa respondió:
- Depende de ti, Akiko, ella está en tus
manos.
FIN