Marc Chagall nació el 7 de julio de 1887 en el asentamiento de Liozna, cercano a la ciudad bielorrusa de Vitebsk, entonces perteneciente al Imperio ruso, en una familia judía, por lo que asistió a la escuela para niños judíos rusos de su localidad, a causa de la política discriminatoria que prohibía la mezcla de diferentes grupos raciales. Desde muy pequeño comenzó a dibujar copiando imágenes de los libros y pronto supo que quería dedicar su vida al arte, a pesar de la oposición de sus padres.
Comenzó el aprendizaje del dibujo y la pintura en su ciudad natal, pero en 1906 se trasladó a San Petersburgo para estudiar en la Escuela de Dibujo y Pintura de Zvantseva, donde el artista Leon Bakst le alentó a introducir temas judíos en sus trabajos, algo bastante impopular entre las esferas dirigentes zaristas.
En 1910, con tan solo 23 años, decidió dejar su país y viajar a París, tomando partido por el cubismo y realizando diversas creaciones de formas abstractas y composiciones dinámicas, aunque sin asimilar los conceptos más académicos de este movimiento, los cuales sustituyó con su característica alegría de colorido y su sentido del humor, como podemos comprobar en El poeta (también denominada Las tres y media) o Yo y la aldea:
Otro de sus temas preferidos de esta época es París, ciudad que quedaría plasmada en muchas de sus obras, como Los novios de la Torre Eiffel o París a través de la ventana, con todavía reminiscencias de Matisse o Delaunay y con algunos elementos precursores del surrealismo. Sin embargo, Chagall nunca olvidaría sus raíces y no perdía la ocasión para introducir algunos elementos tradicionales en sus obras: violinistas sobre tejados, bodas o escenas campesinas.
Durante una breve visita a su tierra, se comprometió con Bella Rosenfeld quien sería, a partir de ese momento, el tema de muchas de sus pinturas. Posteriormente viajó por Alemania, volviendo a Rusia con intención de casarse y regresar a París, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial le impidió retornar a Francia. Tras la Revolución Rusa, Chagall ocupó el puesto de Comisario de Artes para Vitebsk y fundó la Escuela de Arte Popular con instructores de la talla de Melevich o El Lisitski, sin embargo, su creación artística disminuyó mucho debido a la tensión continua en la que vivía.
Ya de vuelta en París, hacia 1923, Chagall consiguió un encargo del comerciante Ambroise Vollard para pintar varias escenas religiosas, tanto de temática judía: El violinista verde o El baile de Miriam, como de la cristiana: La crucifixión blanca:
Durante la Segunda Guerra Mundial Chagall y Bella tuvieron que huir a Nueva York, gracias a que la hija de ambos, Ida, y el director del Museo de Arte Moderno, Alfred H. Barr Jr., consiguieron que su nombre fuera agregado a la lista de artistas europeos en riesgo de perder la vida a manos de las huestes de Hitler, en cambio, muchas de sus obras fueron quemadas por orden de Goebbels. En el exilio, Chagall sufrió dos duros reveses: la muerte de su esposa y la destrucción de su ciudad natal, Vitebsk, lo que le paralizó su espíritu creativo, viviendo del diseño de vestuarios y decorados para el teatro.
En 1947 regresa a Francia y se establece en la localidad sureña de Vence. Al año siguiente contrae matrimonio con Valentina “Vava” Brodsky, dieciocho años más joven que él. Vuelve a retomar su trabajo, pero sus obras resultan mucho más melancólicas con un estilo más abstracto y lírico, casi un retorno al preimpresionismo, que le granjeó bastantes críticas. Pero la fortuna le trajo los encargos de grandes vidrieras, como el de Las doce tribus de Israel para el Centro Médico de la Universidad Hadassah de Jerusalén, o La ventana de la Paz para las Naciones Unidas, o La ventana de América para el Instituto de Arte de Chicago. Y otra tanda de encargos le llegó con los murales, como el techo de la Ópera de París o los dos de la Metropólitan Opera de Nueva York.
Marc Chagall falleció el 28 de marzo de 1985, a la edad de 97, en Saint-Paul, Francia. Durante su vida no se ciñó a un solo estilo ni se alineó con un único movimiento, sino que gustó de experimentar y descubrir todos los caminos posibles y entrelazó, en sus trabajos, elementos visuales de las distintas escuelas de su momento: cubismo, fauvismo, simbolismo, surrealismo… sin olvidar jamás la estética lírica y el folklore de su pueblo ruso y judío, por lo que se puede asegurar que Chagall consiguió su propio estilo que desarrolló en diversos medios: óleo, gouache, acuarela, mural, cerámica, grabado, dibujo, escenarios, vestuarios o vitrales, dejando un legado inmenso para la posteridad.
Podéis ver más obras de Marc Chagall en nuestro artículo PENSAMIENTOS: Sobre el amor
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