“El relojero de Fligree Street
es una historia arrolladora envuelta en una atmósfera de misterio que transporta al lector
hasta dos puntos muy separados entre sí: el Londres victoriano y el Japón inmerso en la guerra civil que va destruyendo sus tradiciones.
Seis meses después de su misterioso hallazgo, el reloj le
salva la vida a Thaniel al alejarle de una explosión que destruye Scotland Yard causada por un grupo de terroristas irlandeses. Tras este suceso toma la decisión de comenzar la búsqueda quién se lo
dejó en su habitación, y sus pesquisas le conducen hasta Keita Mori, un inmigrante japonés, amable y solitario, que se dedica a crear relojes y otros objetos articulados y autómatas, un hombre en
apariencia inofensivo que esconde una vida repleta de aventuras y misterios.
En el argumento se van mezclando eventos históricos con
deslumbrantes despliegues de fantasía, donde se desarrolla un atractivo e inquietante mundo de fantasía. Los personajes principales, complejos e intrigantes, son tres: Thanial, Grace y Keita Mori,
cuyas vidas y destinos se entrelazan y chocan a medida que se desarrolla la historia.
Thanial trabaja como operador de telégrafo para el
Ministerio del Interior del Gobierno inglés. Es un joven solitario que ha renunciado a su sueño de convertirse en pianista porque debe mantener a su hermana viuda y a sus sobrinos que viven en
Edimburgo. Posee la peculiaridad de ver el color de los sonidos, fenómeno que se conoce como sinestesia, algo que podemos comprobar en este pequeño fragmento:
“Sacó el Lipton's, puso la caja en diagonal en su taza y
el Illustrated London News de ayer debajo de su codo, y se dirigió a la escalera de hierro. Mientras bajaba, sonó con una D amarilla brillante. No podía decir por qué D sostenido era
amarillo. Otras notas tenían sus propios colores. Había sido útil cuando todavía tocaba el piano porque siempre que se equivocaba, el sonido se volvía marrón”.
Grace, por su parte, es una estudiante de física en Oxford,
donde está tratando desesperadamente de probar la existencia del éter, que le ayudará a explicar la existencia de los fantasmas y todo lo relacionado con las clarividencias y los fenómenos del mundo
exterior, para lo que está construyendo un interferómetro, un instrumento que mide la luz. Es una mujer independiente, algo muy extraño para su tiempo, y está esperando heredar la casa de su
tía, donde pretende montar su propio laboratorio, pero para ello hay una condición: que se case, por lo que se verá obligada a regresar a la vida sofocante en la casa de sus padres, personas de
mentalidad tradicional y conservadora.
Keita Mori es, en realidad, un barón japonés perteneciente a
una familia de caballeros samuráis, y se mudó recientemente a Londres por razones desconocidas, donde es conocido como fabricante de relojes, pero que, a causa de las explosiones, es considerado
sospechoso de espionaje por parte de la policía. Entre sus autómatas tiene un encantador pulpo mecánico que roba calcetines, un jardín lleno de luciérnagas mecánicas y un diario que parece
predecir el futuro. Es delicado, sereno, refinado y muy inteligente con un don secreto más allá de su capacidad para crear relojes exquisitos y criaturas mecánicas.
Mientras que la trama, llena de giros y sorpresas, se centra
en revelar la identidad del fabricante de bombas, los temas más profundos de la historia son la amistad y la capacidad de las personas de escuchar sus propios sentimientos y poder descubrir qué
quieres de la vida y a quién amas realmente. Así mismo, también se trata de la alienación, de los prejuicios y la marginación de los extranjeros inmigrantes en la Inglaterra
victoriana.
El tono es literario pero animado y ágil, con ciertos
ingeniosos diálogos cargados de humor e ironía. El escenario muestra un Londres de finales del siglo XIX áspero, turbio y lleno de personajes que parecen sacados de una novela de Dickens.
Y tan pronto se nos muestran hechos reales, por ejemplo el equipo teatral victoriano del libretista WS Gilbert y del compositor Arthur Sullivan que representan El Mikado, como se desarrollan las
caprichosas creaciones mecánicas de Mori.
Las escenas están llenas de vida gracias a las descripciones
detalladas y la escritura visual empleada por la autora:
“Thanial dejó su paraguas empapado y tomó la
taza. Fue té verde. Respiró el vapor leñoso, que aclaró el hollín de la parte posterior de su garganta. Tenía la intención de empezar a hacer preguntas de inmediato, pero el pequeño
extranjero lo había tomado por sorpresa. Aunque su ropa era inglesa, parecía gastada, y con su mala postura y sus ojos negros, lo hacían menos como un humano que respiraba que como una marioneta
cara y descuidada".