En “El curioso caso del perro a medianoche”
Christopher, el protagonista, un niño autista de quince años, aunque las palabras “autismo” y “síndrome de Asperger” nunca se nombran en la novela, nos conduce cuidadosamente a través de su proceso
de pensamiento, el cual siempre debe ser concreto. Christopher sobresale en matemáticas y pretende convertirse en un gran científico, sin embargo, en raras ocasiones se ve afectado por eventos
emocionales. Tampoco era capaz de comprender las expresiones faciales ni entender las metáforas, hasta que su profesora, Siobhan, le explicó cómo funcionaban. Así mismo, a Christopher no le gusta que
lo toquen ni que lo confundan, y cuando se siente frustrado por algo o perdido, se acurruca en posición fetal y se balancea de un lado a otro sin dejar de gemir. Pero a medida que nos vamos
introduciendo en su vida, vamos comprendiendo sus comportamientos y sentimos simpatía por Christopher, aprendiendo a ser más tolerantes.
Todos los niños pueden lograr sus objetivos y sus sueños no
debiendo descartarse a nadie por tener alguna necesidad especial. Todo el mundo se merece tener las mismas oportunidades y deberíamos desterrar el estereotipo de “normalidad”, ya que cada persona la
pondría a un nivel distinto. Por eso mismo, Siobhan convence a Christopher para que escriba un libro donde vaya dejando sus sensaciones, emociones y acciones diarias. Así mismo, se le permite
presentarse a un examen especial de matemáticas del nivel superior, imprescindible para poder ingresar en la universidad, porque, a pesar de su autismo Christopher puede llegar a tener una
carrera.
Otro tema importante de esta novela es lo complicado que
puede llegar a ser el tener un hijo con necesidades especiales para la relación de una familia, cuando se crea una tensión que puede llevar a la separación de los padres. Y Christopher se ve alterado
por demasiados cambios y debe tomar decisiones por sí mismo y enfrentarse a sus miedos si quiere salir de aquello que le oprime.
Cuando Siobhan, la consejera de Christopher Boone en el
colegio para niños con necesidades especiales le sugiere que escriba un libro, el chiquillo se pone manos a la obra, pero la ficción no es nada atractiva para él, además de no entender bien las
historias inventadas y ser incapaz de decir mentiras, por lo que este reto le supondrá toda una aventura. Christopher está lleno de manías que no puede evitar cumplir, pero es muy brillante en otras
cosas, como en matemáticas, en las que está muy por encima del resto de la gente de su edad. Es un gran observador del mundo que le rodea y el cual le resulta misterioso y tiene una mente analítica
que utiliza para resolver rompecabezas, y si a todo ello le sumamos que es un ferviente admirador de Sherlock Holmes, no es de extrañar que, cuando Christopher encuentra un caniche muerto se
entristece porque le gustan los animales y decida emular a su ídolo e investigar por su cuenta para descubrir quién lo ha matado. Y a partir de aquí comienza un camino sin vuelta atrás que le
cambiará por completo la vida.