Un trabajo de… 

Loui Jover es un artista australiano, famoso por sus pinturas de lavado de tinta, nacido en Serbia en abril de 1967, aunque su familia emigró a Australia cuando él tenía un año de edad. Estudió arte comercial y gráfico, trabajando como ilustrador reprográfico en ejército australiano. Actualmente reside en Gold Coast, Queensland, Australia, donde posee dos estudios, y un tercero en Melbourne

Realiza dibujos a tinta sobre hojas de libros antiguos pegadas entre sí, por lo que sus obras, según sus propias palabras, tienen una interesante fragilidad, pues parece que “el viento pudiera llevárselas en cualquier momento”. Así mismo, las imágenes están perfiladas mediante líneas negras, lo cual contrasta con las palabras impresas del fondo, y así aporta a la obra una extraña fusión y profundidad, dándole a las imágenes un misterioso significado. Las páginas del fondo están elegidas al azar y nunca tienen relación alguna con el dibujo que se plasma sobre ellas.

Su pasión por el arte le viene desde la infancia y no le ha abandonado jamás, dibujando todos los días de manera obsesiva, algo que le ha permitido desarrollar sus habilidades de una forma progresiva y poder recrearse en varios estilos y enfoques: acrílicos, óleos, collages, esculturas y, desde su paso por el ejército australiano, las ilustraciones y la fotografía.

Sus obras se han exhibido en múltiples exposiciones, tanto privadas como colectivas, vendiéndose muchas de ellas para colecciones privadas, corporativas y públicas. Así mismo, sus ilustraciones y caricaturas han aparecido en multitud de libros y revistas.

Sus dibujos suelen desprender cierta inocencia, incluso en las escenas más voluptuosas, y, en ocasiones, una suave melancolía o nostalgia, sobre todo en sus imágenes de objetos que parecen abandonados, olvidados, inspirando una triste soledad. O en las siluetas, de parejas o de personas solitarias, paseando bajo la lluvia protegidas con sus paraguas. O en la ternura de las muchachas jugueteando con pequeños pajarillos.

En ocasiones, sobre los rostros coloridos y sensuales, las gotas de tinta se derraman en un camino vertical hasta la base de la pintura, unas veces surgen de los ojos, como inagotables lágrimas, otras brotan de la comisura de los labios en una erupción placentera. En otros casos el bucolismo nos llega montado en bicicletas por paisajes mínimos e imprescindibles. Y lo inquietante nos llega con las deconstrucciones de personajes famosos rodeados de mariposas, planetas, formas geométricas, aunque todo perfectamente armonizado mediante un sutil equilibrio de color y de las texturas.