Hay libros que te reconcilian con el mundo, que te hacen
pensar que sí existe esperanza en esta sociedad de la rapidez, del beneficio, del materialismo, del vacío, de la individualidad... Libros evocadores de la nostalgia, no por un pasado mejor, ni peor,
sino más joven e inocente en el que todavía existía la capacidad de asombro o el tintineo cristalino y fresco de la alegría o el recato de la tristeza porque las penas eran propiedad privada y se
soportaban en secreto silencio. Libros que te traen aromas, sabores, rubores y la suave sensación que produce en la piel el batir de alas de la libertad. Y éste es uno de esos
libros.
Pedro Simón dice que lo escribió basándose en los recuerdos
de su infancia y debe ser cierto, pues ha sabido reavivar a la perfección aquellos rescoldos que muchas personas, que lo hemos leído, hemos vuelto a percibir en sus páginas. Y es que el pasado nos
pertenece, queramos o no, y somos como somos porque fuimos como fuimos.
Los ingratos nos devuelve a los años 70, a una España rural
agotada, cuya única solución era emigrar a las ciudades. Pero el pequeño David lo hace al contrario, él abandona la gran urbe para dejarse caer en lo más profundo de la ruralidad porque su madre,
como maestra, ha encontrado trabajo en el colegio de un pequeño pueblo. Y hasta aquel rincón olvidado se desplazan una joven madre con sus dos hijas preadolescentes y un niño, mientras que el marido
se unirá a ellos cada fin de semana, o cuando el trabajo lo permita, navegando por el inmenso océano meseteño en su Simca desde la ciudad.
La madre va a necesitar ayuda para acudir a su trabajo y
llevar la casa además de cuidar a los hijos, por lo que buscan elapoyode una mujer del pueblo, y lo encuentran en la Emérita, una mujer analfabeta a la que se le murió un hijo, que vivía sola y
era sorda.
Por medio de la voz de David descubriremos cómo aprende a
convivir con el resto de niños y niñas de todas las edades que comparten el colegio, sus juegos, sus sueños y sus temores; cómo se imbuye en una forma de vida donde la sala de juegos es todo el
pueblo y los únicos límites son aquellos impuestos por la sensatez de las personas mayores ante los posibles riesgos; cómo aprende a valorar aquella vida en libertad tan llena de vivencias y
sensaciones que jamás ninguna ciudad podrá darle; cómo se va transformando la sociedad y el pensamiento de los españoles en aquellos años de arranque democrático; cómo van creciendo, él y sus
hermanas, acercándose, poco a poco, al mundo adulto, con todos sus tabúes, sus silencios significativos, sus juegos prohibidos y sus ventajas e inconvenientes; cómo sufren los mayores a causa de su
afición a complicar sus relaciones, y, sobre todo, cómo de grande, sacrificado y abnegado puede ser un amor que no espera nada a cambio.Y por medio del diario de la Emérita veremos a una mujer que se
vuelca por completo en el pequeño David en un último intento de colmar el vacío que le dejó el hijo muerto, cuando era bebé, en su propia cama.
En esta novela no pasan grandes cosas, pues solo aparecen
esos pequeños detalles cotidianos que, en el fondo, forman la auténtica vida. Y es que no intentemos buscar en ella ni acción ni intriga, ya que está hecha de sentimientos. No es una novela de
evasión, sino de catarsis.El mismo autor confesó, en cierta ocasión, que esta novela tiene una deuda con el trabajo de Delibes, sobre todo con El camino, con la que no es difícil encontrar
algunas similitudes, pero ello no la desmerece sino que, al contrario, la potencia.
Es una novela rural porque se desarrolla en ese ambiente y
lo muestra tal cual es de una forma realista, sin adornarlo ni desmerecerlo, con sus ventajas e inconvenientes, y con su lenta, aunque constante, agonía que le lleva hacia la muerte… Y es una novela
de gratitud hacia todas aquellas personas que se sacrificaron para dejarnos un mundo en condiciones sobre el que seguir viviendo, sobre todo, gratitud a aquellas mujeres que, sin estudios ni
formación, permitieron, con sus trabajos invisibles y silenciosos, que otras se emanciparan y alcanzaran cotas antes prohibidas para el género femenino. Pero, sobre todo, esta novela es un sentido
homenaje a las madres, los únicos seres de la naturaleza capaces de comprender que, por encima de todo, está el amor.
Qué difícil nos resulta expresar nuestros sentimientos,
siempre escondiéndolos avergonzados, pudorosos, cuando, por el contrario, damos rienda suelta a nuestros momentos de ira o de procacidad con gran desenvoltura. Y cuánto bien haríamos a tantas
personas que esperan consuelo, afecto, ternura, con decidles tan solo una palabra, pero sentida: “gracias”.