La escritora británica especializada en religión comparada, Premio princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2017, Karen Armstrong, nos muestra en este libró cómo y por qué surgieron los movimientos fundamentalistas y cuáles son sus metas.
Desde finales del siglo XX el fundamentalismo se ha ido convirtiendo en uno de los generadores de violencia y terrorismo más peligrosos de la historia reciente, desafiando el predominio de los valores laicos de la modernidad y amenazando la armonía pacífica entre los pueblos de la Tierra. Al mismo tiempo, sus acciones y motivos siguen siendo incomprensibles para la mayoría de los seres humanos, sin embargo, estos grupos pseudorreligiosos comenzaron a aparecer ya en el siglo XVI y siempre como reacción al surgimiento de un movimiento de cambio o modernización que algunas personas estiman peligrosas para sus tradiciones o creencias y, en consecuencia, para su forma de vida.
En el siglo XV comienza el auge del humanismo y el racionalismo y los miembros de las tres grandes religiones monoteístas: cristianismo, islam y judaísmo, se sienten desafiados por aquel proceso de cambio polarizador, invasivo y extensivo. A partir de ese instante, las posturas de esos grupos se fueron radicalizando con cada nuevo proceso de cambio hasta llegar a la situación actual, “descuidando – según la propia Armstrong – las enseñanzas más tolerantes, inclusivas y compasivas y cultivando teologías de ira, resentimiento y venganza.”
Este estudio se basa en tres grupos integristas: los judíos haredi en Israel, los protestantes bíblicamente literalistas de Estados Unidos y los chiitas iraníes; todos ellos consideran al resto como un producto de creación demoníaca y buscan refugio en la base de sus escrituras, tradiciones y el exclusivismo, aunque para conseguir sus fines se hayan convertido en verdaderos maestros de las tecnologías modernas de comunicación y del uso de las armas.
Armstrong asegura que estas teologías e ideologías están enraizadas en el miedo y para promover sus causas definen estrictas doctrinas, establecen fronteras y segregan a sus fieles en enclaves sagrados donde impera una ley estricta surgida de ese mismo pánico a la creencia de que los secularistas pretenden acabar con ellos. Sus líderes no predican la empatía ni la compasión, ni la tolerancia, ni el respeto, y es imposible rebatirles con razones lo que ellos aceptan como verdad rebelada por sus mitos. Los fundamentalistas han convertido sus mitos en logos utilizando, curiosamente, la mentalidad científica de la era moderna mediante el negacionismo.
Los fundamentalistas ven su lucha como una guerra cósmica entre el bien y el mal y como una defensa a causa de su miedo a la aniquilación. Afirman su identidad seleccionando doctrinas y prácticas del pasado, apartándose de la sociedad dominante creando, de esta forma, una contracultura. Sin embargo, absorben el racionalismo pragmático de la modernidad como apoyo a su ideología y como instrumento para sus líderes y guías carismáticos, en su intento de sacralizar un mundo que consideran escéptico.
Para concluir utilizaremos las propias palabras de la autora: “Incluso los más pacíficos y respetuosos de la ley son desconcertantes porque parecen totalmente opuestos a muchos de los valores más positivos de la sociedad moderna. Los fundamentalistas no tienen tiempo para la democracia, el pluralismo, la tolerancia religiosa, el mantenimiento de la paz, la libertad de expresión o la separación de la iglesia y el estado.”
Karen Armstrong nació el 14 de noviembre de 1944 en Wildmoor, Worcestershire, Inglaterra, aunque es de ascendencia irlandesa y, por lo tanto, católica, habiendo pertenecido a una orden religiosa como monja profesa hasta 1969. Estudió en el St Anne`s College de Oxford y se graduó en inglés, centrando su trabajo en el estudio comparado de la principales religiones, sobre el que ha producido una buena cantidad de libros y artículos periodísticos, siendo receptora de numerosos premios y reconocimientos.
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