Un trabajo de…

Benjamin Black es el seudónimo con el que firma sus trabajos de novela negra John Banville, uno de los novelistas irlandeses más originales de su generación. Nacido en Wexford, al sureste de Irlanda, Banville es un maestro de la complejidad, muy apreciado por su prosa experimental, precisa, lírica, inquietante, aguda y, sobre todo, clara. Le gusta elaborar narrativas entrelazadas que eluden la tradicional línea cronológica, en la que los lectores deben desentrañar una intricada línea argumental con un final impredecible. Sus novelas se semejan a aquellas pinturas que deben ser contempladas más allá de la superficie, repetidas veces, hasta descifrar el verdadero significado.

En esta novela aparecen también sus temas más recurrentes, como la profunda pérdida personal, el amor destructivo, el insoportable dolor psíquico como pago a la libertad, todo ello adobado de una sutil ironía y un cierto desenfoque de la realidad, mezclando la ficción con lo histórico.

La descripción de los paisajes y escenarios es evocadora, pero imprescindible, además, sus protagonistas suelen ser antihéroes oscuros y melancólicos. Y sus narradores pueden estar jugando con nosotros como trileros que esconden la carta de la verdad.

Entre sus novelas destacamos: “Atenea”, “Copérnico”, “Eclipse”, “Fantasmas”, “Kepler”, “El libro de la evidencia”, “El mar”, El cisne de plata” o “El intocable”.

La novela que nos ocupa, “Los lobos de Praga” (Prague Nights, en el original), firmada como Benjamin Black, sitúa su argumento en la Praga del siglo XVI, justo en la corte de Rodolfo II, el emperador paranoico del Sacro Imperio Romano Germánico. La historia comienza de forma tradicional: con un cadáver, un hermoso cadáver de una bella joven con el que se topa el ambicioso hijo bastardo del príncipe regente de Ratisbona, Christian Stern, quien acaba de llegar a la capital checa con la intención de conseguir un puesto en la corte. Sin embargo, con un punto de borrachera y mucha desorientación, el primer contacto con el género femenino que tiene en esta ciudad es esta joven hermosa que yace degollada sobre la nieve de una calleja. Es una fría noche de 1599 y la muchacha asesinada no es otra que la hija del médico personal del propio Emperador y el último capricho sexual de éste. Acto seguido, Stern es detenido como sospechoso y encarcelado. Y así comienza una aventura delirante del muchacho, que puede ser de todo menos un héroe.

Liberado al demostrar su procedencia, Stern decide investigar por su cuenta para encontrar al verdadero culpable y limpiar su reputación, pero como detective es un verdadero desastre y las cosas se le van complicando. Así que, viviendo en constante temor, desamparado en una ciudad en la que no conoce a nadie y en la que todos parecen esconder tenebrosos misterios en dentro de un ambiente poblado de ocultistas, sombras, enanos, lobos y bestias de alas negras, se mantiene en un estado constante de embriaguez.

La buena cantidad de personajes que van desfilando ante nuestros ojos tienen en común parecer unos esperpentos, una deformación de la realidad, aunque en el fondo sepamos que la realidad puede ser más increíble que la ficción. Y es que muchos de ellos son verdaderamente históricos y realmente pudieron ser, o fueron, más grotescos de como aparecen aquí.

Con estos pocos detalles ya podréis daros cuenta que “Los lobos de Praga” no es una novela policiaca convencional, pero sí una verdadera novela negra en la que ningún detalle es superfluo, como, por ejemplo, el tapiz de Acteón devorado por sus propios perros que domina la habitación del chambelán Rudolf. Y es que el misterio no está donde se supone, sino en la propia red tendida por las sutilezas de los diplomáticos de la corte que mueven las piezas de su juego en su propio interés. Todo esto compone una trama que, en apariencia descuidada, introduce y atrapa a los lectores en un frío mundo de oportunistas.

Pero no debemos olvidar que, además de Stern, o por encima de él, hay otro protagonista, la ciudad de Praga, cuya estructura urbana, su clima y el aura que perenemente la rodea, forma un atractivo e inquietante telón de fondo.