Centenarios:

Febrero 2020.

En el segundo mes de este 2020 se conmemoran seis centenarios: los dos siglos del nacimiento de la novelista checa Božena Němcová, así como el siglo de la muerte del poeta alemán Richard Dehmel y de los nacimientos de: René Guy Cadou, poeta francés; Jean Kross, excritor estonio; José Mauro de Vasconcelos, novelista brasileño, y Helcías Martán Góngora, poeta colombiano.

Un trabajo de…

Božena Nêmcovâ nació el 4 de febrero de 1820, en Viena, y falleció en Praga el 21 de enero de 1862. 

 

 

 

En sus 42 años de vida, y sin una educación superior, realizó un importante trabajo literario con sus colecciones de cuentos populares y de hadas de la tradiciones checa y eslovaca, en un intento de preservarlos para la posteridad, además de dos novelas de excelente calidad, destacando La abuela, considerado un libro clásico de la literatura checa por su retrato de la vida rural.

 

Hija de un austriaco y una doncella de origen bohemio, vivió con su abuela Magdalena Novotná, en un pueblo de la región checa de Hradec Králové, inspirándose en ella para escribir su mejor novela.

 

Casada, por imposición de sus padres, a los 17 años, con un funcionario de aduanas mucho mayor que ella, su matrimonio fue bastante infeliz, pues su esposo era un hombre grosero y autoritario, aunque tuvo con él cuatro hijos.

 

Ferviente activista del nacionalismo checo contra el poder del Imperio Austro-Húngaro, igual que su marido, ello le costó el despido de éste y verse sin recursos para mantener a la familia, sin embargo, esto no le impidió seguir trabajando en su creación literaria.

Richard Dehmel falleció el 8 de febrero de 1920, en Blankenese, una localidad cercana a Hamburgo, habiendo nacido en Wendisch-Hermsdorf, Brandeburgo, el 16 de noviembre de 1863.

 

Tras completar sus estudios en Berlín y Leipzig, trabajó como corredor de seguros hasta 1895, en que decidió dedicarse por completo a la literatura. Sus primeros trabajos versaban sobre temas sociales y naturalistas, siendo uno de los primeros poetas alemanes de relevancia que se interesase por la vida miserable de la clase obrera. Sin embargo, al ser ferviente seguidor de Friedrich Nietzsche con su filosofía del individualismo y el ensalzamiento de los instintos y la desinhibición de las pasiones, lo cual entraba en conflicto con su búsqueda de la estética armoniosa y su inclinación al sacrificio por los demás, esto le desarrolló una conciencia atormentada que tuvo incidencia tanto en su vida personal como en su creación artística, caracterizada por una expresión apasionada y vigorosa y una retórica cercana al éxtasis que, en ocasiones, resultaba sensible, y en otras, sensacionalista. Esta controversia vital interior encontró cierta paz en la creencia del poder místico del amor y el sexo, llegando a ver las relaciones sexuales de una pareja como la base del desarrollo completo de la personalidad humana y el camino para alcanzar una vida espiritual superior, como quiso demostrar en su poema épico Dos personas (1903), donde no solamente se puede encontrar pasión, sino también una sorprendente franqueza para la época en que vivía. Muchos de sus poemas han sido musicados por compositores de gran categoría, como Richard Strauss, Arnold Schönberg, Kurt Weill, Anton Webern o Max Reger.

NOCHE TRANSFIGURADA

Richard Dehmel

 

 

 

 

 

 

(Noche transfigurada fue utilizado por el compositor Arnold Scönberg para componer un sexteto de cuerdas en un movimiento, en el año 1899, titulado de igual manera).

 

Dos personas caminan a través de un desnudo bosque frío;
La luna corre sobre ellos, se miran en ella.
La luna corre sobre los altos robles;
ni una nube oscurece la luz del cielo
adonde las negras ramas se extienden.
La voz de una mujer habla:

“Llevo un niño, y no de ti,
camino en pecado junto a ti,
he cometido una gran ofensa contra mí misma.
Yo ya no creía que pudiese ser feliz,
y sin embargo, tenía el fuerte deseo
del fruto de vida, de la felicidad de ser madre
y del deber, así cometí un descaro,
así, temblando, entregué mi sexo
a los brazos de un hombre extraño,
e incluso quedé embarazada.
Ahora la vida se ha vengado:
Ahora, oh a ti, te he encontrado.”

Ella camina con paso torpe.
Levanta la vista; la luna corre sobre ellos.
Sus ojos oscuros se ahogan en la luz.
La voz de un hombre habla:

“El niño que has recibido,
que no cargue sobre tu alma.
Sólo mira ¡cuán claro brilla el universo!
Hay un resplandor sobre todas las cosas;
tú flotas junto a mí en mar frío,
pero un calor especial parpadea
desde ti hacia mí, desde mí hacia ti.
Eso transfigurará al niño,
a mí, de mí lo hará nacer,
por ti me ha entrado el resplandor,
has hecho un niño de mí mismo.”

Él posa su mano en sus anchas caderas.
Sus alientos se entremezclan en el aire.
Dos personas caminan a través de la alta noche luminosa.

René Guy Cadou nació el 15 de febrero de 1920, en Sainte-Reine-de-Bretagne, y falleció en Louisfert, el 20 de marzo de 1951.

 

 

Estudió secundaria en Nantes donde entabló cierta amistad con varios poetas surrealistas del momento, como Max Jacob, Pierre Reverdy o Michel Manoll, cuya influencia es bastante patente en sus primeras creaciones. Posteriormente fue líder de la escuela Rochefort, a la que pertenecían algunos futuros e influyentes poetas, como Jean Rousselot o Luc Bérimont, junto a otros ya consagrados.

 

En 1945 publicó la colección Pecho lleno, cuya temática regresa a la Francia ocupada por los nazis y a la deportación y muerte de Max Jacob. A esta le seguirán: Los rostros de la soledad (1946), Cuatro poemas de amor a Helen (1948) y Los siete pecados capitales (1949). Pero a parte de estos libros, compuso una cantidad considerable de poemas hasta que murió a la temprana edad de 31 años.

 

CARTA A MIS AMIGOS MUERTOS

René Guy Cadou

 

 

 

 

 

 

Ustedes estaban conmigo: eran

un espejo entre mis manos,

mas el vago y huidizo sol de junio

hace desaparecer vuestros rostros.

 

Sin duda, les debería escribir cada día

y hacer llegar a ustedes mis páginas

en nombre de los pájaros y las nubes,

pero nadie obtendría ganancia alguna,

sin embargo, continuaré escribiéndoles.

 

El mes de agosto desaparecerá,

a pesar de los helechos y las flores,

mientras la traducción de diversas cosas

me hace proseguir

en lengua azul que ustedes conocen.

 

 

Ahora temo la llegada del otoño

y las conversaciones de invierno sin ustedes.

¿Vendrá alguien a buscarme?

¿Algún perdido y entrañable amigo?

 

Vengan pronto, los esperaré

con todas las palabras de antaño.

Siento frío

y ya tengo dos agujeros negros en las alas.

Jaan Kross nació el 19 de febrero de 1920, en Tallín, la misma ciudad donde falleció el 27 de diciembre de 2007.

 

 

Jaan Kross fue un poeta y novelista estonio que renovó el contenido y la forma de la poesía de su país. Cursó estudios en la Escuela de Gramática Jakob Westholm, época sobre la que escribió la novela Los muchachos Wikman (1988). Posteriormente se graduó en Derecho por la Universidad de Tartu, donde enseñó como profesor hasta 1946 y nuevamente en 1998.

 

Durante la Segunda Guerra Mundial fue arrestados por los alemanes y, al concluir ésta, por la KGB soviética, cumpliendo una pena de ocho años en un campo de trabajo en Siberia, donde compondría los poemas de su primera colección, Söerikastaja (1958).

 

Comenzó a escribir prosa a mediados de la década de los sesenta con un guion cinematográfico, Una crónica de Livonia, sobre la vida de Balthasar Russow, que sería el origen de su primera novela, Entre tres plagas (1970). A ella le siguieron una serie de relatos cortos describiendo figuras de la historia de Estonia o hechos de su propia experiencia, personajes de origen alemán o estonio, cultos, pero al margen de la sociedad, que se enfrentan dilemas morales de algún tipo.

 

Aunque sus trabajos tienen un carácter psicológico, Kross no subestimaba el tiempo ni el espacio donde estos se desenvuelven, por lo que intentaba ser bastante preciso en las descripciones y en los detalles históricos, como se puede comprobar en El loco del zar (1978), donde refleja el terrible destino de aquellos disidentes que eran declarados locos por criticar el régimen zarista, o en Vuelo estático (1998), en la que se describe la valentía de aquellas personas que se enfrentan a un destino totalmente adverso, como, así mismo, en La partida del profesor Martens (1984), basada en el diplomático y jurista ruso Frederic Martens.

 

También son muy importantes las novelas autobiográficas, en la que, a partir de sus propias vivencias, va describiendo la pérdida de la soberanía de Estonia a finales de los años treinta y principios de los cuarenta, como en Tahtamaa (2001).

 

A parte de las novelas y la poesía, Kross también fue un gran articulista y traductor, siendo un eterno candidato el Premio Nobel que nunca le llegó.

VUELO ESTÁTICO

(fragmento)

Jaan Kross

 

 

 

 

 

Pues bien, he aquí la historia de mi viejo amigo, Ullo Paerand, objeto de mi simpatía, de mis dudas y de mi admiración.

De pasada, ya he hablado de él en algún sitio. Pero necesita más especio. Necesita un tratamiento distinto, cobrar mayor protagonismo. En primero lugar, por ser quien es, sin más. Pero también por el papel que tuvo en un proceso anterior, el da la construcción de su propia historiografía. Y, finalmente, por el que desempeñó en el trasfondo histórico en el que figuraba. No fue un papel protagonista, pero sí, al menos, decorativo.

Nos conocimos en la famosa Academia Wikman. Y el hecho de que quedase fuera del círculo de los chicos Wikman, círculo que inspiró mi novela así titulada, se debe sencillamente a que allí la acción se desarrolla casi en exclusiva entre compañeros de clase, y él era de cuatro o ocluso cinco años mayor que nosotros. A lo que he de agregar otra razón para dejarle al margen de aquella galería: ya entonces intuía que a Ullo no le bastaría con que le tratara como a uno más de la pandilla, sino que sería necesario que me ocupase de él extensa e individualmente.

Con que la primera vez que me llamó la atención debió de ser en las escaleras de Wikman, o en su amarillo salón de actos, en torno al año 1933 o 1934, cuando yo tenía unos doce o trece años y él entre dieciséis o dieciocho. Yo estaría, me imagino, en el último curso de la escuela primaria y él ya en el décimo curso de la secundaria. O puede que hasta fuese ya a bachillerato. En cualquier caso, era alto, flaco, tenía la cara estrecha y una nariz más bien larga, delicada, y la nuez grande… En definitiva, Ullo era un chico larguirucho que a menudo parecía estar resfriado (…)

José Mauro da Vasconcelos nació el 26 de febrero de 1920, en Río de Janeiro y falleció en Sao Paulo el 24 de julio de 1984.

 

Su familia, madre india y padre portugués, emigraron del norte de Brasil a Río de Janeiro, ciudad en la que nació José Mauro, aunque, siendo todavía un niño, lo enviaron a casa de unos parientes residentes en Natal, donde pasó la infancia. Comenzó la carrera de medicina que abandonó al segundo año, iniciando un periplo laboral de lo más heterogéneo por gran parte de su país: entrenador de boxeo, modelo para pintores, bracero en la recogida de bananas, pescador o profesor, entre otras ocupaciones, conviviendo largo tiempo con los indios del estado de Goiàs, cuya cultura se refleja en gran parte de su obra.

 

Gracias a su memoria prodigiosa y su enorme capacidad de observación, comenzó a trabajar como cronista, lo que le condujo a la novela, publicando Banana brava a los 22 años de edad, a la que siguieron una serie de títulos hasta llegar a 1968, año en que publico su mayor éxito literario, Mi planta de naranja lima, una novela con una fuerte carga autobiográfica. Pero este éxito no le desvió de su trabajo como narrador de las historias de su gente, donde divulgó las injusticias y penalidades que padecían las clases más humildes de su país, utilizando un estilo directo y sencillo, aunque no exento de profundidad.

 

Además de novelista, José Mauro da Vasconcelos fue un afamado guionista, llevando varias de sus obras al cine, actor, periodista y artista plástico.

MI PLANTA DE NARANJA LIMA

(fragmento)

José Mauro da Vasconcelos

 

 

 

 

1. El descubridor de las cosas

Íbamos por la calle, cogidos de la mano y sin la menor prisa. Totoca iba enseñándome la vida y yo estaba muy contento, porque mi hermano mayor me llevaba de la mano y me enseñaba las cosas, pero las de fuera de casa, porque en ésta yo aprendía descubriéndolas solo y haciéndolas solo, me equivocaba y, al equivocarme, acababa siempre recibiendo unos azotes. Hasta hace muy poco, nadie me pegaba, pero después descubrieron las cosas y no cesaban de decir que yo era malo, que era un diablo, un gato entigrecido. Yo no quería saber nada de eso. Si no hubiese estado en la calle, me habría puesto a cantar. Cantar era bonito. Totoca sabía hacer otra cosa, además de cantar: silbar. Pero, por más que yo lo imitaba, no me salía nada. Él me animó diciendo que era así exactamente, pero que aún no tenía boca de soplador. Así que, como no podía cantar por fuera, fui cantando por dentro. Era algo muy raro, pero se fue volviendo muy divertido e iba recordando una música que Mamá cantaba cuando era yo muy chiquitito. Estaba en el lavadero, con un pañuelo en la cabeza para protegerse del sol. Llevaba un delantal

atado a la cintura y se quedaba horas y más horas, metiendo las manos en el agua y haciendo mucha espuma con el jabón. Después retorcía la ropa e iba hasta la cuerda. Lo colgaba todo de ella y levantaba la caña. Hacía lo mismo con toda la ropa. Estaba lavando la ropa de la casa del Dr. Faulhaber para ayudar con los gastos de la casa. Mamá era alta y delgada, pero muy bonita. Tenía un color muy moreno y el pelo negro y liso. Cuando se dejaba el pelo suelto, le llegaba hasta la cintura. Pero lo bonito era cuando cantaba y yo me quedaba a su lado para aprender.

Marinheiro, Marinheiro

Marinheiro de amargura

Por tua causa, Marinheiro

Vou baixar à sepultura...

As ondas batiam

E na areia rolavam

Lá se foi o Marinheiro

Que eu tanto amava...

O amor de Marinheiro

É amor de meia hora

O navio levanta o ferro

Marinheiro vai embora

As ondas batiam...

Helcías Martán Góngora nació el 27 de febrero de 1920, en Guapi, estado de Cauca, y falleció en la ciudad de Cali, el 16 de abril de 1984.

 

 

Este poeta colombiano conocido como el “Poeta del mar” se licenció en Derecho y Ciencias Sociales y Políticas. Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y Caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio, entre otros muchos honores, premios y títulos. Siendo sus poemas traducidos a múltiples lenguas e inspiración para muchos músicos.

 

Helcías concibe a la mujer como el principio de todas las cosas, por lo que no es extraño que la elija como la base de sus obras y la reconozca en todos los elementos de la naturaleza, incluso en la imagen mitológica del laberinto donde confluye y se detiene cualquier principio de fe. Al mismo tiempo, Helcías humaniza las creencias religiosas y no le tiemblan las palabras al dibujar un Cristo negro y reconocerlo entre las personas de las clases más humildes de la sociedad.

MUJER NEGRA

Helcías Martán Góngora

 

 

 

 



El agua te hizo a imagen y semejanza suya.
Puso en tu acento ríos y en tu silencio estrellas.
Te dio ese andar de nubes descalza por los cielos
y ese cuerpo que nombra, sin voz, a las palmeras.

Eres el paraíso que comienza en la fruta.
Paisaje con tus ojos que hacen el mediodía.
La música navega por todas tus arterias
y hasta cuando te callas el sueño es melodía.

Eres la primavera que se muere de aromas.
Constelación de luto, mariposa de llamas.
La rosa del poema sostiene tu hermosura
porque en tu vientre azul comienzan las crisálidas.

Yo escribiré, en la página de tu piel de obsidiana,
baladas con el pulso de luz de las fogatas,
canciones de la sangre. Mi ser, como una tea,
señalará encendiendo los límites del alba.

Mujer, mayor que todas las islas: ¡Continente!
El mar y los deseos te circundan callados.
Con mi voz te descubro. Sobre esta tierra virgen
amor, tú sembrarías caricias como árboles!

Gracias por leernos...

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