Lo que no cabe ninguna duda es que la vida es algo
intransferible y personal, pues cada ser solo puede vivir su vida y nunca las de los demás, por mucho empeño que se ponga en ello; fastidiarlas sí, pero vivirlas, no. Sobre esto alguien me dijo hace
tiempo: “de ningún laberinto propio se sale con llave ajena”, y tenía más razón que un santo. Tal vez, la única época de nuestra existencia que vivimos plenamente es la infancia, pues nos dedicamos
con un empeño optimista a devorar los segundos, sin embargo, a medida que crecemos, el tierno optimismo va evolucionando, dentro de nuestras cabecitas, en neblinas, nieblas, nubes y tormentas, por lo
que comenzamos a darle vueltas y más vueltas, cavilando cómo aprovecharla y olvidándonos de vivir. Así que no estaría de más recordar que la vida es un viaje solo de ida y, como este transcurre a lo
largo del tiempo, cada minuto en un tesoro que no deberíamos desaprovechar, es importante utilizarlos todos y cada uno de ellos, aunque sea para respirar.
Veamos que nos dicen sobre la vida aquellas mentes lúcidas
que nos dio la historia: