Valdivia atravesó el desierto y llegó al valle de Copiapó,
donde tomó posesión de la tierra en nombre del rey de España y la llamó Nueva Extremadura. Siguió su marcha hacia el valle del Aconcagua, donde fundó la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo el 12 de
febrero de 1541. Allí tuvo que enfrentar la rebelión del cacique Michimalonco y el asedio de los indios picunches. Inés Suárez fue clave en la defensa de la ciudad, al matar a siete caciques
prisioneros para intimidar a los atacantes.
Valdivia continuó su labor de exploración y fundación de
ciudades, como La Serena, Concepción y Valdivia. También tuvo que sofocar varias conspiraciones en su contra, como la de Pedro Sancho de la Hoz, que pretendía usurparle el mando. En 1548 fue llamado
al Perú por el virrey Pedro de la Gasca, quien lo condenó a separarse de Inés Suárez y casarla con otro hombre. Valdivia obedeció y le buscó esposo a Inés: Rodrigo de Quiroga, un capitán leal y
valiente.
Inés Suárez se casó con Quiroga y se quedó en Santiago,
donde se dedicó a administrar sus propiedades y a cuidar a los enfermos y heridos. Valdivia regresó al sur para continuar la conquista, pero se encontró con la feroz resistencia de los mapuches, que
habían iniciado la guerra de Arauco bajo el mando de Lautaro y Caupolicán. En 1553, Valdivia fue derrotado y capturado por Lautaro en la batalla de Tucapel, donde murió
torturado.
Rodrigo de Quiroga asumió el mando militar tras la muerte de
Valdivia y logró reorganizar las fuerzas españolas. Fue nombrado gobernador interino en dos ocasiones y fundó varias ciudades, como Villarrica y Los Confines. También intentó pacificar a los mapuches
mediante negociaciones y alianzas. Murió en Santiago en 1580.
Inés Suárez le sobrevivió unos meses y murió ese mismo año
en su casa. Fue enterrada junto a Quiroga en la iglesia de San Francisco. Dejó una carta-testamento dirigida a su hija adoptiva Isabel, donde relató su vida y sus hazañas. Fue una mujer excepcional
para su época, que dejó una huella imborrable en la historia de Chile.