La vida de Raymond Carver fue una vida intensa, dura y llena
de contrastes, que se refleja en su obra literaria con una honestidad y una sensibilidad únicas. Sus cuentos y poemas son un testimonio de su visión del mundo, de sus conflictos personales y de su
búsqueda de la felicidad.
Carver nació en 1938 en una familia pobre de Oregon, y desde
joven tuvo que trabajar para sobrevivir. Fue repartidor, conserje, asistente de biblioteca, vendedor, camarero, etc. Estos trabajos le permitieron conocer la realidad de la clase trabajadora o
media-baja de los Estados Unidos, con sus problemas económicos, sociales y familiares. Sus personajes suelen pertenecer a este estrato social y se enfrentan a situaciones difíciles o
absurdas.
Carver se casó a los 19 años con Maryann Burk, que estaba
embarazada, y tuvo dos hijos antes de cumplir los 21. Su relación conyugal fue conflictiva y marcada por la infidelidad, el aburrimiento y la violencia. Se divorció de su primera esposa en 1982 y se
casó con Tess Gallagher, una poeta que fue su gran amor y apoyo. Todo ello le hizo explorar en sus cuentos las tensiones, las crisis y los fracasos de los matrimonios, así como las consecuencias para
los hijos.
Carver fue alcohólico desde finales de los años 60 hasta
1977, cuando logró superar su adicción gracias a Alcohólicos Anónimos. El alcoholismo afectó negativamente a su salud, a su trabajo y a su familia. Estuvo al borde de la muerte varias veces y sufrió
una depresión severa. El drama del alcoholismo también lo plasmó en sus cuentos, tanto desde el punto de vista del que lo padece como del que lo sufre indirectamente.
Carver se interesó por la escritura desde joven y asistió a
cursos de escritura creativa impartidos por John Gardner, que fue su mentor. Publicó sus primeros cuentos y poemas en revistas literarias y recibió varios premios y reconocimientos. Así mismo,
escribió sobre el oficio de escribir y sobre otros autores que admiraba o que le influenciaron, como William Faulkner, Anton Chéjov o Ernest Hemingway.
Carver murió a los 50 años debido a un cáncer de pulmón que
le diagnosticaron en 1987. Su enfermedad le hizo reflexionar sobre el sentido de la vida y la muerte, temas que abordó en sus últimos cuentos y poemas, pero también le hizo valorar más el amor y la
amistad, especialmente los que le brindaron su segunda esposa Tess Gallagher y sus hijos.
El estilo literario de Carver consiste en narrar con un lenguaje sencillo, directo y sin adornos, dejando que sea el lector el que interprete el significado profundo de la historia.
También se enmarcó en el movimiento del realismo sucio, que, como ya hemos explicado más arriba, retrata la vida cotidiana de personas comunes y corrientes, con sus problemas, frustraciones y conflictos. Estos dos movimientos
literarios tienen en común la búsqueda de la máxima expresividad con los mínimos recursos, la preferencia por los relatos breves y cotidianos, y la renuncia a la idealización y la
fantasía.
Sus influencias fueron autores como Ernest Hemingway, Antón Chéjov o William Faulkner, y a su vez influyó en muchos otros
escritores contemporáneos. De Hemingway aprendió la economía del lenguaje, la importancia del diálogo y el uso de la técnica del iceberg. De Chéjov tomó la capacidad para crear personajes complejos y
humanos, la sensibilidad para captar los detalles significativos y el uso de los finales abiertos o ambiguos. De Faulkner heredó el interés por retratar la realidad social y cultural de su país, la
profundidad psicológica de sus personajes y el uso de la ironía y el humor.
En sus cuentos, Carver utiliza una técnica llamada
“iceberg”, que consiste en mostrar solo la superficie de la realidad, mientras que lo más importante queda oculto o sugerido. Así, deja al lector con una sensación de incertidumbre o inquietud, y le
invita a completar o imaginar lo que no se dice o se muestra. Así
mismo, recurre al uso de finales abiertos o ambiguos, que no resuelven
ni cierran las historias, sino que las dejan en suspenso o en múltiples posibilidades. Estos finales suelen ser impactantes o sorprendentes, y provocan una fuerte impresión en el
lector.
Carver evita las descripciones innecesarias, los adjetivos y
los adverbios, y prefiere las oraciones simples y cortas. También elimina las metáforas y las comparaciones,
y busca una prosa desnuda y austera. Su lenguaje es preciso, sobrio y transparente, sin artificios ni florituras. Su estilo es natural y coloquial, adaptado al habla de sus personajes. Su tono es
realista, pero también compasivo y humano.
Su estilo fue muy elogiado por la crítica y el público, pero también fue muy cuestionado por su relación
con su editor Gordon Lish, quien recortó y modificó muchos de sus cuentos sin su consentimiento. Algunos críticos consideran que Lish fue el verdadero creador del estilo minimalista de Carver,
mientras que otros defienden la autoría y el talento de Carver. En 2009 se publicaron las versiones originales de los cuentos editados por Lish bajo el título de Principiantes, lo que permitió
comparar el trabajo de ambos y apreciar las diferencias.
“Catedral” fue acogido de forma muy positiva por la crítica y el público, que lo consideraron una obra maestra del
relato corto y una muestra de la madurez y el talento de Raymond Carver. El libro también tuvo un gran éxito comercial, vendiendo más de un millón de ejemplares en Estados Unidos y siendo traducido a
más de veinte idiomas. Además, fue finalista del Premio Pulitzer de
Ficción en 1984 y ganó el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros en la categoría de ficción en 1983.
En conclusión, Carver nos invita a reflexionar sobre el
sentido de la existencia, el valor del amor y la amistad, y la posibilidad de la redención, ofreciéndonos una visión realista, pero también compasiva y humana, de la sociedad norteamericana de su
época, que puede ser extrapolable a otras realidades y contextos. Carver nos demuestra que la literatura es una forma de arte que puede iluminar y transformar nuestra percepción del
mundo.