La muerte es uno de los grandes enigmas de la existencia
humana, y ha dado lugar a diversas respuestas culturales, religiosas, filosóficas y científicas. Millás y Arsuaga abordan este tema desde dos ángulos distintos: la muerte externa y la muerte
interna.
La muerte externa es la que nos llega desde fuera de nuestro
cuerpo, por causas que no podemos controlar, como accidentes, enfermedades infecciosas, violencia o catástrofes naturales. Esta muerte es imprevisible y aleatoria, y no tiene que ver con nuestra edad
ni con nuestra condición biológica. Es la muerte que compartimos con todos los seres vivos, y que no nos plantea grandes misterios.
La muerte interna es la que nos llega desde dentro de
nuestro cuerpo, por causas que tienen que ver con nuestro organismo, como el envejecimiento, el deterioro celular, las enfermedades degenerativas o el cáncer. Esta muerte es más lenta y progresiva, y
tiene que ver con nuestra edad y con nuestra condición biológica. Es la muerte que nos diferencia de otras especies animales, y que nos plantea grandes interrogantes.
Los autores tratan de comprender cómo la evolución nos ha
dotado de una conciencia de la muerte que nos hace buscarle un sentido o un propósito. Millás sostiene que la muerte es algo banal, que le sucede a todo el mundo, y que no hay que dramatizarla ni
temerla. Arsuaga expone que la muerte es un fenómeno natural, que forma parte del ciclo vital de las especies, y que tiene una función biológica en la selección natural.
La eternidad es otro tema que fascina y aterra a los
humanos, y que también tiene diferentes interpretaciones culturales, religiosas, filosóficas y científicas. Según los autores del libro, la eternidad puede ser vista desde dos perspectivas: la eterna
juventud y la inmortalidad.
La eterna juventud es el deseo de mantener el vigor, la
salud y la belleza propios de la juventud, sin sufrir el deterioro físico y mental que conlleva el envejecimiento. Esta aspiración se basa en la idea de que la juventud es el estado óptimo del ser
humano, y que la vejez es una anomalía o una enfermedad que se podría evitar o curar. Arsuaga explica que la eterna juventud es lo que realmente nos interesa, no la inmortalidad, y que juventud
significa vigor sexual.
La inmortalidad es el deseo de vivir para siempre, sin
sufrir la muerte ni el fin de la existencia. Esta aspiración se basa en la idea de que la vida es un bien supremo, y que la muerte es un mal absoluto que se podría eludir o vencer. Millás afirma que
la inmortalidad le suena a un domingo por la tarde eterno, y que le aterra. Además, insiste en que ya lleva mucho tiempo aquí, y que no le importaría dejar paso a otros. Millás plantea que la
eternidad sería día a día, porque siempre preferiríamos vivir un día más. Arsuaga señala que la eternidad es una utopía, porque ningún ser vivo está diseñado para vivir indefinidamente. Los autores
nos muestran cómo la eternidad nos ayuda a valorar más la vida, y cómo la vida nos ayuda a aceptar mejor la eternidad.
También la vejez les interesa y preocupa a los humanos,
puesto que, así mismo, tiene diferentes implicaciones culturales, sociales, psicológicas y biológicas. Según los autores del libro, la vejez puede ser vista desde dos perspectivas: la vejez externa y
la vejez interna.
La vejez externa es la que se refiere a la apariencia
física, al aspecto que mostramos a los demás, y que suele estar condicionada por los cánones de belleza y juventud que impone la sociedad. Esta vejez se puede disimular o modificar con tratamientos
estéticos, cosméticos o quirúrgicos, pero no altera nuestra edad real. Millás afirma que la vejez externa no le preocupa demasiado, y que no se siente viejo por su aspecto.
La vejez interna es la que se refiere al funcionamiento
orgánico, al estado de salud y de ánimo que tenemos, y que suele estar determinada por nuestra genética, nuestra alimentación, nuestro estilo de vida y nuestro entorno. Esta vejez se puede retrasar o
prevenir con hábitos saludables, medicamentos o terapias, pero no se puede evitar del todo. Arsuaga explica que la vejez interna es la que realmente importa, y que se puede medir con pruebas
biológicas que revelan nuestra edad celular.
La evolución nos ha dotado de una capacidad de envejecer que
nos hace únicos entre los animales, y podemos afrontar la vejez con dignidad y optimismo. Millás plantea que la vejez es un proceso paulatino, que se va percibiendo poco a poco, y que no tiene por
qué ser negativo. Arsuaga señala que la vejez es una consecuencia de la selección natural, que favorece la reproducción y el cuidado de las crías, y que tiene una función social en las especies
cooperativas.
Los autores del libro no se basan en una corriente
filosófica concreta, sino que combinan diferentes enfoques y perspectivas para abordar los temas que les interesan. Sin embargo, se podría decir que hay algunas influencias o afinidades que se pueden
apreciar en sus reflexiones.
Por un lado, Arsuaga tiene una visión más científica y
naturalista, basada en el método empírico, la evidencia fósil, la teoría de la evolución y la biología. Arsuaga se interesa por los aspectos objetivos y universales de la vida y la muerte, y busca
explicaciones racionales y coherentes a los fenómenos naturales. Arsuaga se inspira en autores como Darwin, Dawkins, Gould o Wilson.
Por otro lado, Millás tiene una visión más literaria y
existencialista, basada en la imaginación, la creatividad, el lenguaje y la subjetividad. Millás se interesa por los aspectos personales y singulares de la vida y la muerte, y busca sentidos posibles
y múltiples a las experiencias humanas. Millás se inspira en autores como Kafka, Borges, Camus o Sartre.
Entre ambos se establece un diálogo que recuerda al método
socrático, basado en el intercambio de preguntas y respuestas, la búsqueda de la verdad y el reconocimiento de la ignorancia. Los autores se plantean cuestiones filosóficas que no tienen una
respuesta única o definitiva, sino que invitan a la reflexión y al debate. Así mismo, se inspiran en otros anteriores como Platón, Aristóteles, Descartes o Kant.
El libro es una muestra de cómo la ciencia y la literatura
pueden complementarse y enriquecerse mutuamente, y de cómo la filosofía puede ser una herramienta para comprender mejor el mundo y a nosotros mismos.
Ambos autores son dos personalidades destacadas en el ámbito
de la cultura española, que han unido sus talentos y sus conocimientos para crear una obra original y divulgativa.