“El perro del hortelano” es una comedia de Lope de Vega sobre el amor imposible entre una condesa y su secretario, inspirada en un refrán. La obra refleja los conflictos sociales y sentimentales
del Siglo de Oro español.
El perro del hortelano es una de las obras más conocidas y
representadas de Lope de Vega, el gran maestro del teatro español del Siglo de Oro. Se trata de una comedia palatina, es decir, que transcurre en la corte o el palacio de un noble, y que refleja los
conflictos amorosos y sociales de sus personajes. El título alude a un refrán popular que dice: “Ser como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer”, y que resume el dilema de la
protagonista, la condesa Diana, que se enamora de su secretario Teodoro, pero no puede casarse con él por la diferencia de clase, ni tampoco dejarlo libre para que se case con
otra.
La obra se publicó en 1618, pero se cree que fue escrita en
1613, cuando Lope de Vega estaba en la cima de su fama y prestigio como dramaturgo. El autor se inspiró en una novela italiana de Niccolò Granucci, titulada La strega (La bruja), que había
sido traducida al español por Juan Pérez de Montalbán. Sin embargo, Lope de Vega introdujo numerosos cambios y añadió elementos propios de su estilo y su época, como el uso del verso, el ingenio, el
humor, el dinamismo y la variedad.
La obra se divide en tres actos y sigue las reglas del
“Arte nuevo de hacer comedias” que el propio Lope de Vega había formulado en un poema. Estas reglas consistían en adaptar el teatro a los gustos y expectativas del público, mezclando lo
trágico y lo cómico, lo histórico y lo ficticio, lo culto y lo popular. Así, en El perro del hortelano encontramos personajes nobles y plebeyos, situaciones serias y divertidas, referencias
a la mitología y a la actualidad, y una trama llena de enredos, equívocos y sorpresas.
El argumento se centra en el amor imposible entre Diana y
Teodoro. Diana es una joven viuda que gobierna el condado de Belflor en Nápoles. Es hermosa, inteligente y orgullosa, pero también caprichosa e inconstante. Teodoro es su secretario y confidente, un
hombre leal, discreto y valiente, pero también ambicioso y galante. Ambos se sienten atraídos desde el principio, pero ninguno se atreve a confesarlo por miedo a perder su honor y su posición.
Además, tienen que enfrentarse a los obstáculos que les ponen los demás personajes: los pretendientes de Diana (el conde Federico y el marqués Ricardo), la dama de compañía Marcela (que está
enamorada de Teodoro), el criado Fabio (que está enamorado de Marcela), el mayordomo Otavio (que intenta mantener el orden en el palacio) y los criados Tristán y Celio (que sirven de contrapunto
cómico).
La obra se resuelve con un final feliz e inesperado, gracias
a la intervención del duque Ludovico, primo de Diana y amigo de Teodoro. Ludovico revela que Teodoro es en realidad hijo del rey Enrique III de Francia y de una dama napolitana, por lo que tiene
sangre real y puede casarse con Diana sin desdoro. Así se cumple el deseo de los enamorados y se restablece la armonía social. Sin embargo, el final también deja abierta la posibilidad de una crítica
al poder arbitrario y al engaño como medios para conseguir el amor.
El perro del hortelano
es una obra que combina magistralmente el entretenimiento y la reflexión. Por un lado, es
una comedia divertida y ágil que capta la atención del espectador con sus diálogos ingeniosos, sus situaciones cómicas y sus personajes vivos. Por otro lado, es una obra profunda y compleja que
plantea temas universales como el amor, el honor, la libertad, la ambición, la envidia o la hipocresía. Además, retrata con maestría la sociedad española del Siglo de Oro, con sus contrastes entre
las clases altas y bajas, entre las costumbres tradicionales y las novedades culturales, entre la moral cristiana y el espíritu renacentista.
Así mismo, es una obra que ha sido objeto de numerosos
estudios e interpretaciones a lo largo del tiempo. También fue adaptada al cine por Pilar Miró en 1996, con Emma Suárez y Carmelo Gómez como protagonistas. A pesar de ser escrita hace cuatro siglos
sigue vigente hoy en día por su valor literario e histórico, pero sobre todo por su capacidad para emocionar y hacer reír al público con su historia de amor imposible.
El perro del hortelano
es un ejemplo del ingenio y la ironía de Lope de Vega, que utiliza el humor y el doble
sentido de las palabras como recursos para crear situaciones cómicas y divertidas, pero también para expresar críticas y reflexiones sobre la sociedad y el amor de su época. El humor y el doble
sentido de las palabras se manifiestan en diferentes niveles:
En el nivel lingüístico: Lope de Vega juega con el
significado literal y figurado de las palabras, creando equívocos, malentendidos y paradojas. Por ejemplo, cuando Diana finge haber recibido un bofetón en el pecho que le ha causado la muerte, cuando
en realidad lo que ha sentido es un golpe de amor que le ha dado vida:
DIANA: ¿Qué hace
vuseñoría?
TEODORO: Daros, por sucio y grosero, estos
bofetones.
DIANA: ¡Ay, que me muero!
TEODORO: ¿Qué es esto? ¿Qué ha
sido?
DIANA: ¡Ay, que me has
muerto!
TEODORO: ¿Yo? ¿Cómo?
DIANA: ¡Ay, que me has dado un bofetón en el
pecho!
TEODORO: ¿Yo? ¿Cuándo?
DIANA: Ahora mismo.
TEODORO: No lo entiendo.
DIANA: Pues yo lo siento.
TEODORO: ¿Qué sientes?
DIANA: Un gran dolor.
TEODORO: ¿De qué?
DIANA: De amor.
Este fragmento pertenece al final del segundo acto de la
obra, y muestra el momento en que Diana y Teodoro se confiesan su amor mutuo después de una serie de malentendidos y celos. Es un fragmento que ilustra el ingenio y la ironía de Lope de Vega, que
juega con el doble sentido de las palabras “bofetón” y “pecho”. Por un lado, el bofetón puede ser tanto un golpe físico como una ofensa verbal, y por otro lado, el pecho puede ser tanto el órgano
vital como el símbolo del afecto. Así, Diana finge haber recibido un bofetón en el pecho que le ha causado la muerte, cuando en realidad lo que ha sentido es un golpe de amor que le ha dado vida.
Teodoro, por su parte, se muestra sorprendido e incrédulo ante la reacción de Diana, y le pregunta con insistencia qué le pasa, hasta que ella le revela su verdadero sentimiento. Este fragmento es
también un ejemplo de la mezcla de lo trágico y lo cómico que caracteriza la comedia nueva de Lope de Vega, pues combina la apariencia de una escena dramática con el tono humorístico y festivo del
final. Además, es un fragmento que refleja el tema central de la obra, que es el amor imposible entre dos personas de distinta condición social, y que se resuelve con un final feliz e inesperado en
el tercer acto.
O cuando Teodoro le dice a Diana que le quiere con
respeto:
TEODORO: Una hora he estado leyendo tu papel, y bien
mirado, señora, tu pensamiento, hallo que mi cobardía procede de tu respeto; pero que ya soy culpado en tenerle, como necio, a tus muchas diligencias; y así, a decir me resuelvo que te quiero, y que
es disculpa que con respeto te quiero. Temblando estoy, no te espantes.
DIANA: Teodoro, yo te lo creo. ¿Por qué no me has de
querer si soy tu señora y tengo tu voluntad obligada, pues te estimo y favorezco más que a los otros crïados?
TEODORO: Ese lenguaje no
entiendo.
DIANA: No hay más que entender, Teodoro, ni pasar el
pensamiento un átomo desta raya. Enfrena cualquier deseo; que de una mujer, Teodoro, tan principal, y más siendo tus méritos tan humildes, basta un favor muy pequeño para que toda la vida vivas
honrado y contento.
Este fragmento pertenece al final del primer acto de la
obra, y muestra el momento en que Teodoro se atreve a declarar su amor a Diana después de haber recibido una carta anónima de ella. Sin embargo, Diana le responde con frialdad y le recuerda su
condición de señora y suya de criado. Teodoro le dice que le quiere con respeto, es decir, con admiración y reverencia, pero Diana no entiende ese lenguaje, porque para ella respeto significa
distancia y frialdad. Así, Diana le impone unos límites a su amor y le pide que se conforme con un favor muy pequeño, como si fuera una limosna. Este fragmento es un ejemplo del contraste entre los
sentimientos y las palabras de los personajes, y del conflicto entre el amor y el honor que caracteriza la obra.
En el nivel dramático: Lope de Vega juega con las
expectativas y las reacciones del público, creando contrastes entre lo que los personajes dicen y lo que hacen, o entre lo que los personajes saben y lo que el público sabe. Por ejemplo, cuando Diana
le dice a Teodoro que se case con Marcela, pero en realidad quiere impedirlo por celos:
DIANA: En fin, Teodoro, ¿tú quieres
casarte?
TEODORO: Yo no quisiera hacer cosa sin tu gusto, y
créeme que mi ofensa no es tanta como te han dicho; que bien sabes que con lengua de escorpión pintan la envidia y que, si Ovidio supiera qué era servir, no en los campos, no en las montañas
desiertas pintara su escura casa; que aquí habita y aquí reina.
DIANA: Luego ¿no es verdad que quieres a
Marcela?
TEODORO: Bien pudiera vivir sin Marcela
yo.
DIANA: Pues díceme que por ella pierdes el
seso.
TEODORO: Es tan poco, que no es mucho que le pierda; mas
crea vusiñoría que, aunque Marcela merezca esas finezas, en mí no ha habido tantas finezas.
DIANA: Pues ¿no le has dicho requiebros tales que
engañar pudieran a mujer de más valor?
TEODORO: Las palabras poco
cuestan.
DIANA: ¿Qué le has dicho, por mi vida? ¿Cómo, Teodoro,
requiebran los hombres a las mujeres?
TEODORO: Como quien ama y quien ruega, vistiendo de mil
mentiras una verdad, y ésa apenas.
DIANA: Sí, pero ¿con qué
palabras?
TEODORO: Extrañamente me aprieta vuseñoría. «Esos ojos
—le dije—, esas niñas bellas, son luz con que ven los míos», y «los corales y perlas desa boca celestial…»
O cuando Teodoro le dice a Diana que es hijo del rey Enrique
III de Francia, pero en realidad es una mentira inventada por Tristán:
DIANA: No hay más historia que ésta: que te quiero y que
me quieres, y que no hay más dicha en el mundo que la de dos almas fieles.
TEODORO: Pero advertid que soy vuestro secretario, y vos
sois condesa y dama de alto linaje y estado.
DIANA: No hay más linaje que el alma, ni más estado que
el brazo con que te estrecho y te abrazo.
TEODORO: Pero el mundo os culpará de tan desigual
enlace.
DIANA: El mundo no sabe amar, ni puede juzgar mi
caso.
TEODORO: Pero yo sé respetar vuestro honor y vuestro
fama, y no quiero mancharlos yo con mi humilde condición.
DIANA: No sois humilde, Teodoro; sois noble y generoso,
y vuestro ingenio y valor os hacen digno de todo.
TEODORO: No basta eso, Diana mía; hace falta sangre y
nombre, y yo no tengo ni sé quién fue mi padre ni madre.
DIANA: ¿No sabéis quién
fue?
TEODORO: No sé; pero sé que fue un gran hombre, pues me
dejó por herencia esta virtud y este honra.
DIANA: ¿No tenéis alguna seña de vuestra casa o
memoria?
TEODORO: Sí tengo; mas no la digo, porque es tan alta y
tan noble, que temo que me tengáis por vano o por arrogante.
DIANA: Decidla, por vida mía; que yo os juro de creeros,
pues nunca habéis mentido en nada.
TEODORO: Pues oídme con paciencia: mi padre fue un
caballero francés, hijo del gran rey Enrique Tercero de Francia, que anduvo desterrado en Italia.
En el nivel temático: Lope de Vega juega con los valores y
las normas sociales, creando situaciones que cuestionan o invierten el orden establecido. Por ejemplo, cuando Diana se enamora de Teodoro, un hombre de condición inferior, rompiendo las reglas del
honor y la jerarquía (fragmento que hemos visto más arriba), o cuando Teodoro se burla de los pretendientes de Diana, unos nobles arrogantes y ridículos, donde Teodoro, disfrazado de conde Ludovico,
se presenta en la casa de Diana y hace gala de su ingenio y su gracia para ridiculizar a los otros nobles que aspiran a su mano:
TEODORO: ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué
es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto?
FEDERICO: Un hombre que pregunta
mucho.
TEODORO: ¿Y vos quién
sois?
FEDERICO: El conde
Federico.
TEODORO: ¡Oh, el conde Federico! ¡El famoso conde
Federico! ¡El ilustre conde Federico! ¡El gallardo conde Federico! ¡El discreto conde Federico! ¡El valiente conde Federico! ¡El cortés conde Federico! ¡El generoso conde
Federico!
FEDERICO: Basta, basta, señor conde; que ya me habéis
alabado bastante.
TEODORO: No, no basta; que os he de alabar más. ¡El rico
conde Federico! ¡El hermoso conde Federico! ¡El sabio conde Federico! ¡El gracioso conde Federico! ¡El dichoso conde Federico!
FEDERICO: Por Dios, señor conde, que me hacéis
reír.
TEODORO: ¡El conde Federico! ¡El conde Federico! ¡El
conde Federico! ¡El conde Federico! ¡El conde Federico!
FEDERICO: ¿Qué queréis?
TEODORO: Que os vayáis a
dormir.
FEDERICO: ¿Por qué?
TEODORO: Porque es tarde y mañana tenéis que
madrugar.
FEDERICO: ¿Para qué?
TEODORO: Para ver a la condesa Diana, que os ama y os
espera.
FEDERICO: ¿Cómo lo sabéis?
TEODORO: Porque me lo ha dicho ella
misma.
FEDERICO: ¿Y vos sois su
mensajero?
TEODORO: Sí, señor; y también su secretario, su
confidente y su amigo.
FEDERICO: Pues decidme, ¿qué quiere de
mí?
TEODORO: Que la queráis, que la sirváis, que la honréis
y que la obedezcáis.
FEDERICO: Eso haré con mucho gusto; pero ¿cómo podré
verla?
TEODORO: Mañana por la mañana, en el jardín de su
palacio, donde os dará una cita.
FEDERICO: ¿Y vos me
acompañaréis?
TEODORO: Sí, señor; yo os guiaré y os introduciré en su
presencia.
FEDERICO: Pues os lo agradezco mucho; y ahora dejadme
descansar, que estoy muy cansado y muy contento.
TEODORO: Buenas noches, señor conde; y soñad con la
condesa Diana.
FEDERICO: Así lo haré; y vos también soñad con ella, que
es la más bella y la más noble dama del mundo.
El humor y el doble sentido de las palabras en El perro
del hortelano de Lope de Vega tienen una función estética y ética. Por un lado, contribuyen a crear una obra divertida y ágil que capta la atención del espectador con sus diálogos ingeniosos,
sus situaciones cómicas y sus personajes vivos. Por otro lado, contribuyen a crear una obra profunda y compleja que plantea temas universales como el amor, el honor, la libertad, la ambición, la
envidia o la hipocresía. Además, contribuyen a crear una obra que retrata con maestría la sociedad española del Siglo de Oro, con sus contrastes entre las clases altas y bajas, entre las costumbres
tradicionales y las novedades culturales, entre la moral cristiana y el espíritu renacentista.