Los clásicos divertidos:

Aristófanes: un comediante molesto.

Aristófanes (Atenas, ca. 450-385 a. C.) fue el más destacado comediógrafo de la antigua Grecia y el único cuya obra se ha conservado casi en su totalidad. Su teatro refleja la realidad social, política y cultural de su época, marcada por el auge y la decadencia de Atenas, la guerra con Esparta y el surgimiento de nuevas ideas filosóficas y artísticas.

Un trabajo de…

Se sabe poco sobre la vida de Aristófanes, salvo algunos datos que se deducen de sus propias comedias o de las fuentes antiguas. Pertenecía a una familia acomodada y recibió una buena educación. Se interesó desde joven por la política y se involucró en las luchas internas de Atenas, apoyando al partido aristocrático frente al democrático. Criticó con dureza a los líderes populares, como Cleonte o Hiperbolo, y se opuso a la guerra del Peloponeso, que enfrentó a Atenas con Esparta y sus aliados durante casi tres décadas (431-404 a. C.). Abogó por la paz y la concordia entre los griegos, que consideraba hermanos.

 

Aristófanes fue también un defensor de las tradiciones religiosas y culturales de su pueblo. Rechazó las innovaciones filosóficas de los sofistas y de Sócrates, a quienes acusó de corromper a la juventud con sus enseñanzas. Tampoco apreciaba el teatro trágico de Eurípides, al que consideraba decadente y alejado de los ideales clásicos. En cambio, admiraba a Esquilo y a Sófocles, así como a los poetas épicos y líricos.

 

Aristófanes participó en los principales festivales dramáticos de Atenas, como las Dionisias o las Leneas, donde competía con otros autores cómicos. Se estima que escribió unas cuarenta comedias, de las cuales ganó al menos seis primeros premios y seis segundos. Fue muy popular entre el público, pero también se ganó muchos enemigos por su sátira mordaz. Fue procesado varias veces por injurias o impiedad, pero logró salir absuelto gracias a su ingenio.

 

De las cuarenta comedias que se le atribuyen a Aristófanes, solo once se han conservado completas. Estas son: Los acarnienses (425 a. C.), Los caballeros (424 a. C.), Las nubes (423 a. C.), Las avispas (422 a. C.), La paz (421 a. C.), Las aves (414 a. C.), Lisístrata (411 a. C.), Las tesmoforias (411 a. C.), Las ranas (405 a. C.), La asamblea de las mujeres (392 a. C.) y Pluto (388 a. C.). Estas obras pertenecen al género de la comedia antigua, que se caracteriza por su libertad temática y formal, su tono burlesco y grotesco, su crítica social y política, su fantasía e imaginación, su lenguaje vivo y variado.

 

Las comedias de Aristófanes se basan en un ingenioso uso del lenguaje, lleno de ironía, sarcasmo, parodia y juegos de palabras. También emplea recursos escénicos como el coro, las máscaras, los disfraces y los efectos especiales. Sus argumentos combinan lo cotidiano con lo fantástico, lo real con lo absurdo, lo humano con lo divino. Sus personajes son a menudo tipos sociales o caricaturas de personajes históricos o mitológicos.

 

Sus obras tienen una intención crítica y moralizante, pero también buscan divertir y entretener al público. Aristófanes aborda temas como la guerra y la paz, la justicia y la corrupción, la educación y la ignorancia, el amor y el sexo, la religión y la filosofía, el arte y la literatura.

 

Algunas de sus obras más famosas son:

Las nubes: una sátira contra Sócrates y los sofistas, que presenta a un padre que envía a su hijo a la escuela de Sócrates para que aprenda a razonar y a engañar. El hijo se vuelve más astuto que el padre y lo desafía. La obra termina con el incendio del pensatorio de Sócrates por parte del padre enfurecido. Aquí tienes un fragmento de la comedia Las nubes, donde Estrepsíades, un padre arruinado por las deudas, intenta aprender las artes sofísticas de Sócrates y sus discípulos para librarse de los acreedores. El fragmento corresponde al diálogo entre Estrepsíades y un discípulo de Sócrates, que le enseña algunas nociones de física y astronomía.

 

DISCÍPULO.- ¿Qué quieres saber primero? Dímelo.

ESTREPSÍADES.- Lo que quiero saber es lo que todos quieren: cómo no pagar las deudas que he contraído.

DISCÍPULO.- ¿Y crees que eso es una ciencia?

ESTREPSÍADES.- Claro que sí, me lo ha dicho Sócrates.

DISCÍPULO.- Pues te has equivocado. Eso no es una ciencia, sino una habilidad, una astucia, una picardía.

ESTREPSÍADES.- Bueno, pues enséñame eso, lo que sea. Lo único que me importa es no pagar.

DISCÍPULO.- Está bien, pero antes tienes que aprender otras cosas más importantes y más elevadas.

ESTREPSÍADES.- ¿Qué cosas?

DISCÍPULO.- Por ejemplo, ¿sabes cuál es la forma de la Tierra?

ESTREPSÍADES.- Sí, claro. Es redonda, como una moneda.

DISCÍPULO.- ¡Qué ignorante! ¡Qué estúpido! La Tierra es plana, como una torta, y está sostenida por el aire.

ESTREPSÍADES.- ¿Por el aire? ¿Y cómo es posible que no se caiga?

DISCÍPULO.- Porque el aire es sólido, como el metal. ¿No has visto nunca las burbujas de jabón? Pues así es el aire: redondo y duro. Y la Tierra está en medio del aire, como una burbuja.

ESTREPSÍADES.- Ya veo. Y dime, ¿los que viven al otro lado de la Tierra caminan boca abajo?

DISCÍPULO.- No, caminan igual que nosotros.

ESTREPSÍADES.- ¿Y cómo es que no se les caen las cosas que llevan encima?

DISCÍPULO.- Porque todo lo que hay en la Tierra tiene la misma naturaleza que la Tierra. Es decir, es terrestre. Y lo terrestre se atrae mutuamente, como los imanes.

ESTREPSÍADES.- Ya entiendo. Es como cuando uno se pega unas pelusas en las nalgas y luego se las pasa a otro.

DISCÍPULO.- Sí, algo así. Has hecho una buena comparación.

ESTREPSÍADES.- Gracias. Veo que empiezo a razonar bien. Pero dime otra cosa: si la Tierra está en medio del aire, ¿qué hay debajo de ella?

DISCÍPULO.- Nada.

ESTREPSÍADES.- ¿Cómo que nada? Entonces, ¿qué impide que la Tierra se hunda más abajo?

DISCÍPULO.- No se hunde porque está equilibrada. Es como una balanza: si pones el mismo peso en los dos platillos, se queda en el centro.

ESTREPSÍADES.- Ya veo. Pero entonces, ¿qué me dices de las charcas de barro? ¿Por qué se hunden cuando llueve mucho?

DISCÍPULO.- Porque el barro no es tan sólido como la tierra seca. El agua lo ablanda y lo hace más pesado. Entonces pierde el equilibrio y se precipita hacia abajo.

ESTREPSÍADES.- ¡Qué maravilla! ¡Qué sabiduría! ¡Cuánto me alegro de haber venido a esta escuela! Pero dime otra cosa: ¿qué hay más allá del aire?

DISCÍPULO.- El éter y las nubes.

ESTREPSÍADES.- ¿Y qué son el éter y las nubes?

DISCÍPULO.- El éter es el fuego puro, el más sutil y el más ligero de los elementos. Llena todo el espacio superior y da luz y calor a todo lo que existe. Las nubes son masas de vapor que se forman por la evaporación del agua. Son las que producen la lluvia, el granizo, la nieve, el trueno y el rayo.

ESTREPSÍADES.- ¿Y cómo hacen todo eso?

DISCÍPULO.- Te lo explicaré con un ejemplo. ¿Ves esta esponja?

ESTREPSÍADES.- Sí, la veo.

DISCÍPULO.- Pues imagínate que esta esponja son las nubes. Cuando las nubes se llenan de agua, se aprietan unas contra otras y se estrujan. Entonces sueltan el agua y cae en forma de lluvia. ¿Lo entiendes?

ESTREPSÍADES.- Sí, lo entiendo. Es como cuando yo me lavo el culo con una esponja y luego la exprimo.

DISCÍPULO.- Sí, algo así. Otra vez has hecho una buena comparación.

ESTREPSÍADES.- Gracias. Veo que tengo un talento natural para la filosofía.

Las avispas: una crítica a la justicia ateniense y a los jurados corruptos, que narra cómo un hijo intenta curar a su padre de su adicción a los juicios. El padre es un viejo fanático de los tribunales, que disfruta condenando a los acusados. El hijo lo encierra en casa y le hace un simulacro de juicio con un perro como acusado. Aquí tienes un fragmento humorístico de la obra, donde Bdelicleón le propone a su padre una serie de actividades alternativas a los juicios, como ir al teatro, al gimnasio o al banquete. El diálogo está lleno de ironía, sarcasmo y alusiones a la vida cotidiana de Atenas.

 

BDELICLEÓN.- Vamos, padre, deja ya esa manía de juzgar y disfruta de la vida. Hay tantas cosas que puedes hacer para divertirte y ser feliz.

FILOCLEÓN.- ¿Qué cosas?

BDELICLEÓN.- Por ejemplo, puedes ir al teatro y ver las obras de los grandes poetas. ¿No te gustaría ver una tragedia de Sófocles o una comedia de Aristófanes?

FILOCLEÓN.- No, no me gustan esas tonterías. Prefiero ver un buen juicio, donde se discute sobre cosas serias y se castiga a los malvados.

BDELICLEÓN.- Pero el teatro también es una forma de educación y de crítica. Los poetas te enseñan la historia, la moral, la política y el arte. Y además te hacen reír o llorar, según el caso.

FILOCLEÓN.- Bah, no me hagas reír. Los poetas son unos farsantes, unos mentirosos, unos aduladores. No tienen ni idea de lo que dicen. Solo buscan el aplauso del público, que es tan ignorante como ellos.

BDELICLEÓN.- Bueno, pues si no te gusta el teatro, puedes ir al gimnasio y hacer ejercicio. ¿No te gustaría ponerte en forma y lucir un cuerpo atlético?

FILOCLEÓN.- No, no me gusta el gimnasio. Es un lugar lleno de sudor, de polvo y de moscas. Y además está lleno de jóvenes insolentes, que se burlan de los viejos y les hacen bromas pesadas.

BDELICLEÓN.- Pero el gimnasio también es una forma de salud y de belleza. El ejercicio te fortalece el cuerpo y el espíritu. Y además te hace más atractivo para las mujeres.

FILOCLEÓN.- Bah, no me hagas llorar. El ejercicio es una tortura, una crueldad, una barbarie. No tiene ningún sentido machacarse el cuerpo hasta quedar exhausto y dolorido. Y además las mujeres no me hacen ningún caso. Solo se fijan en los jóvenes y en los ricos.

BDELICLEÓN.- Bueno, pues si no te gusta el gimnasio, puedes ir al banquete y comer y beber a gusto. ¿No te gustaría probar los manjares más exquisitos y los vinos más finos?

FILOCLEÓN.- No, no me gusta el banquete. Es un lugar lleno de ruido, de humo y de borrachos. Y además está lleno de parásitos, de aduladores y de chismosos.

BDELICLEÓN.- Pero el banquete también es una forma de placer y de amistad. La comida y la bebida te satisfacen el paladar y el estómago. Y además te hacen más sociable y más alegre.

FILOCLEÓN.- Bah, no me hagas bostezar. La comida y la bebida son un veneno, una trampa, una perdición. No tienen ningún beneficio para la salud ni para la mente. Y además me hacen más gordo y más tonto.

BDELICLEÓN.- ¡Ay, padre! ¿Qué puedo hacer contigo? Parece que nada te gusta ni te interesa en este mundo. Solo vives para los juicios y para los pleitos. ¿No ves que eso es una locura y una desgracia?

FILOCLEÓN.- No, hijo mío. Eso es lo único que me da sentido a la vida. Los juicios son mi pasión y mi orgullo. Sin ellos me siento vacío e inútil. No puedo renunciar a ellos. Son mi razón de ser.

Lisístrata: una comedia pacifista y feminista, que cuenta cómo las mujeres de Atenas y Esparta hacen una huelga sexual para obligar a sus maridos a poner fin a la guerra. Las mujeres se apoderan de la Acrópolis, donde se guarda el tesoro público, y se niegan a tener relaciones con los hombres hasta que firmen la paz. Los hombres, desesperados por el deseo, acaban cediendo. Aquí tenéis un fragmento humorístico de la obra, donde Lisístrata convoca a las mujeres de las distintas ciudades griegas para proponerles su plan. El diálogo está lleno de ironía, sarcasmo y dobles sentidos.

 

LISÍSTRATA.- ¡Oh, mujeres, mujeres! ¿Qué diré de nosotras? Somos la más desgraciada de todas las criaturas que respiran. Cuando los hombres se van a la guerra, nos quedamos solas en casa, esperando su regreso. Y cuando vuelven, heridos o enfermos, tenemos que cuidarlos y consolarlos. Y si mueren, tenemos que llorarlos y vestirnos de luto. Y si no mueren, nos traen hijos e hijas que luego también se van a la guerra y repiten el mismo ciclo de desgracias. ¿No os parece que esto es una injusticia y una crueldad? ¿No os parece que esto tiene que acabar de una vez por todas?

MUJERES.- Sí, sí, tienes razón. Es una vergüenza y una barbaridad. Pero ¿qué podemos hacer nosotras, unas pobres mujeres, contra la voluntad de los hombres?

LISÍSTRATA.- Pues podemos hacer mucho, si tenemos valor y decisión. Podemos obligar a los hombres a firmar la paz y a dejar las armas.

MUJERES.- ¿Y cómo podemos hacer eso? ¿Con qué medios contamos?

LISÍSTRATA.- Con el medio más poderoso y más irresistible que existe: el sexo.

MUJERES.- ¿El sexo? ¿Qué quieres decir?

LISÍSTRATA.- Quiero decir que tenemos que declararnos en huelga de sexo. Tenemos que negarnos a tener relaciones con los hombres hasta que acepten la paz. Tenemos que jurar solemnemente que no nos acostaremos con ellos ni por amor ni por dinero ni por compasión ni por costumbre. Tenemos que resistir sus halagos, sus ruegos, sus amenazas, sus promesas. Tenemos que mantenernos firmes e inquebrantables en nuestra postura. Así veréis cómo se rinden en poco tiempo y nos piden la paz por favor.

MUJERES.- ¡Oh, Lisístrata! ¡Qué propuesta tan atrevida y tan peligrosa! ¿Crees que podremos soportar tanto tiempo sin el placer del sexo? ¿Crees que podremos vencer la tentación de nuestros maridos? ¿Crees que podremos aguantar el fuego que nos quema por dentro?

LISÍSTRATA.- Claro que podremos, si pensamos en el bien común y en la gloria de nuestra causa. ¿No preferís vivir en paz y armonía con vuestros maridos que en guerra y discordia? ¿No preferís abrazarlos y besarlos que verlos marchar al campo de batalla? ¿No preferís tener hijos e hijas felices que huérfanos y viudas desconsoladas? Pues entonces, tened valor y seguid mi ejemplo. Yo soy la primera en jurar que no tendré sexo con ningún hombre hasta que se firme la paz.

MUJERES.- Está bien, Lisístrata. Nosotras también juramos lo mismo. Que los dioses sean testigos de nuestro juramento. Que el sexo sea nuestra arma para conseguir la paz.

Las ranas: una parodia de la tragedia y de la literatura en general, que relata el viaje de Dioniso al Hades para traer de vuelta a Esquilo o a Eurípides. Dioniso quiere recuperar a un gran poeta trágico para Atenas, que está sumida en la decadencia cultural. En el inframundo, asiste a un concurso entre Esquilo y Eurípides, que se disputan el trono de la poesía. Dioniso debe elegir al mejor, teniendo en cuenta tanto el estilo como el contenido de sus obras. Seguidamente os muestro un fragmento humorístico de la obra, donde Esquilo y Eurípides se enfrentan en una batalla de versos, en la que se critican mutuamente sus defectos y sus méritos. El diálogo está lleno de ironía, sarcasmo y alusiones a otras obras y autores.

 

EURÍPIDES.- ¡Ea!, comienza tú primero, si quieres, o déjame a mí.

ESQUILO.- Empieza tú, pues eres más joven. Yo te seguiré después.

EURÍPIDES.- Pues bien, escucha cómo voy a despedazarte con mis versos.

(Recitando)

¿Qué es lo que has hecho tú por la ciudad, qué beneficio le has aportado

con tus obras tan graves y tan hinchadas, llenas de pompa y de faramalla?

Nada más que entretener a los espectadores con falsas ilusiones y quimeras,

con tus trucos escénicos y tus máquinas, con tus dioses que salen de la nada,

con tus héroes que hablan por los codos, con tus coros que cantan a la luna.

No has enseñado nada útil ni provechoso, nada que sirva para la vida real.

Solo has fomentado el orgullo y la violencia, la tiranía y la opresión.

Has hecho de los atenienses unos fanfarrones, unos locos, unos insensatos.

Has despreciado el arte y la razón, has ignorado la naturaleza y la verdad.

Has sido un mal poeta y un mal ciudadano, un mal ejemplo y una mala influencia.

 

DIONISO.- ¡Por Zeus! ¡Qué bien ha hablado! ¡Qué bien ha atacado!

ESQUILO.- ¿Te ha gustado lo que ha dicho? ¿Te ha parecido convincente?

DIONISO.- Sí, mucho. Me ha parecido muy agudo y muy elocuente.

ESQUILO.- Pues espera a oír lo que yo le voy a decir. Verás cómo lo dejo mudo y confundido.

(Recitando)

¿Qué es lo que has hecho tú por la ciudad, qué beneficio le has aportado

con tus obras tan vulgares y tan bajas, llenas de vicio y de inmoralidad?

Nada más que corromper a los espectadores con falsas doctrinas y sofismas,

con tus argumentos retorcidos y perversos, con tus personajes ruines y mezquinos,

con tus mujeres que engañan a sus maridos, con tus esclavos que se rebelan contra sus amos,

con tus coros que insultan a los dioses, con tus héroes que mueren como ratas.

No has respetado nada sagrado ni honorable, nada que merezca admiración o veneración.

Solo has fomentado el libertinaje y la impiedad, la anarquía y la subversión.

Has hecho de los atenienses unos degenerados, unos cobardes, unos traidores.

Has deshonrado el arte y la tradición, has traicionado la patria y la religión.

Has sido un mal poeta y un mal ciudadano, un mal ejemplo y una mala influencia.

 

DIONISO.- ¡Por Zeus! ¡Qué bien ha hablado! ¡Qué bien ha atacado!

EURÍPIDES.- ¿Te ha gustado lo que ha dicho? ¿Te ha parecido convincente?

DIONISO.- Sí, mucho. Me ha parecido muy fuerte y muy contundente.

EURÍPIDES.- Pues espera a oír lo que yo le voy a decir. Verás cómo lo dejo herido y humillado.

 

Aristófanes es uno de los grandes autores de la literatura universal, que ha influido en muchos escritores posteriores, como Molière, Swift o Voltaire. Sus obras son testimonios valiosos de la historia, la cultura y el pensamiento de la Grecia clásica.

 

También fue famosa en su época la oposición de Aristófanes a Sócrates y a Eurípides. Aristófanes, el gran comediógrafo de la antigua Grecia, se enfrentó en sus obras a dos de las figuras más relevantes de su tiempo: el filósofo Sócrates y el trágico Eurípides. Sus motivos se relacionan con su defensa de los valores tradicionales de Atenas frente a las innovaciones que consideraba perjudiciales para la sociedad, la religión, la política y la literatura.

A Sócrates por ateo y corruptor. Aristófanes consideraba que Sócrates era un sofista, es decir, un maestro de la retórica que enseñaba a sus discípulos a argumentar y persuadir sobre cualquier tema, sin importar la verdad o la moral. Por ello creía que Sócrates era un ateo que negaba la existencia de los dioses y que explicaba los fenómenos naturales mediante teorías absurdas y contrarias al sentido común. Aristófanes también lo acusaba de corromper a la juventud ateniense con sus enseñanzas y de ser el responsable de la decadencia de la ciudad.

 

Aristófanes expresó su crítica a Sócrates en su comedia Las nubes, donde lo presenta como el líder de un pensatorio donde se imparten lecciones de física, astronomía, geometría y dialéctica. El protagonista de la obra es Estrepsíades, un padre que envía a su hijo Fidípides al pensatorio de Sócrates para que aprenda a razonar y a engañar, con el fin de librarse de sus deudas. Sin embargo, el plan se vuelve en su contra cuando el hijo se vuelve más astuto que el padre y lo desafía. La obra termina con el incendio del pensatorio de Sócrates por parte del padre enfurecido.

Y a Eurípides por decadente e inmoral. Aristófanes también criticaba a Eurípides por su innovación en el género trágico, que rompía con las reglas y los modelos establecidos por Esquilo y Sófocles. Así mismo, le reprochaba que introdujera personajes vulgares, bajos y miserables en sus tragedias, que usara un lenguaje coloquial y prosaico, que abusara de los recursos retóricos y de los argumentos sofísticos, que despreciara a las mujeres y que ridiculizara a los héroes y a los dioses. Aristófanes pensaba que Eurípides era un mal poeta y un mal educador, que no inspiraba ni elevaba el ánimo de los espectadores, sino que los confundía y los degradaba.

 

Aristófanes expresó su crítica a Eurípides en varias comedias, pero sobre todo en Las ranas, donde lo parodia como un rival de Esquilo por el trono de la poesía. La obra narra el viaje de Dioniso al Hades para traer de vuelta a un gran poeta trágico para Atenas, que está sumida en la decadencia cultural. En el inframundo, asiste a un concurso entre Esquilo y Eurípides, que se disputan el trono de la poesía. Dioniso debe elegir al mejor, teniendo en cuenta tanto el estilo como el contenido de sus obras. Al final, Dioniso se decide por Esquilo, al considerarlo más noble, más profundo y más útil para la ciudad.

 

Sin embargo, existen bastante dudas de todo esto era una crítica sincera o simplemente una broma cómica, La oposición de Aristófanes a Sócrates y Eurípides parece muy severa y personal, pero hay que tener en cuenta que forma parte del juego cómico y del debate intelectual de la época. Aristófanes no era el único que criticaba a Sócrates y Eurípides; otros autores cómicos o filosóficos también lo hacían. Además, Aristófanes no era un enemigo irreconciliable de Sócrates y Eurípides; hay indicios de que los conocía personalmente y de que los respetaba en cierto modo. Algunos estudiosos han sugerido que Aristófanes admiraba el talento y la influencia de Sócrates y Eurípides, y que su crítica era una forma de reconocer su importancia y de dialogar con ellos.

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