Poemas comentados

Por orden alfabético

Poemas analizados tanto en su forma como en su fondo.

A Clear Midnight (Una clara medianoche), de Walt Whitman.

 

Esta es tu hora, alma mía, la de tu libre vuelo hacia lo indecible. Walt Whitman. Hoy encontramos el poema de estudio en la misma novela que hemos comentado anteriormente: El cuaderno de Noa, justo en la página 16, donde dice: "Apuró el té, entró en el comedor, tomó un libro y encendió...

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A contratiempo, de José Hierro.

 

Cuando un poema nace, lo hace abarcando un contenido estrechamente relacionado con sus circunstancias temporales, espaciales y la intención subjetiva de quien lo ha escrito, sin embargo, una vez comenzado su caminar por el mundo, se convierte en una herramienta social, digamos un símbolo, cuyo significante se mantiene, mientras que el significado varía dependiendo de la...

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A la inmensa mayoría, de Blas de Otero.

 

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos sus versos. Así es, así fue.  Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde, a donde el aire aún no apestase...

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Anoche cuando dormía, de Antonio Machado.

 

El poema que vamos a comentar pertenece al segundo libro de Antonio Machado, "Soledades. Galerías. Otros poemas". publicado en 1907 y que, realmente, consistía en una segunda edición ampliada de su primer poemario, "Soledades" (1903). Como podréis comprobar, en él hay todavía una importante influencia de la poesía andaluza del romanticismo tardío en lo relacinado...

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Armonía, de José Hierro.

 

Quise tocar el gozo primitivo, batir mis alas, trasponer la linde y volver, al origen, desde el fin de mi juventud, para sentirme vivo. Quise reverdecer el viejo olivo de la paz, pero el alma se me rinde. ¿Quién es sin su dolor? ¿Quién no brinde, sin pena, su ayer libre a su hoy...

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Arte poética, de Vicente Huidobro.

 

Que el verso sea como una llave que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando; cuanto miren los ojos creado sea, y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata. Estamos en el ciclo de los nervios. El múscuo cuelga, como...

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Brindis y versos, de Joaquín Sabina.

 

Se dice que Joaquín Sabina nació un 12 de febrero de 1949, y debe ser verdad; además que lo hizo en el municipio jinense de Úbeda, capital de la comarca de La Loma; que estudió en un colegio de Carmelitas y en otro de Salesianos, aunque no podamos creerlo, y que ya de jovencito leía...

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Canción del Pirata, de José de Espronceda.

 

Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero vergantín. Bajel pirata que llaman, por su bravura, ElTemido, en todo mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul, y va el capitán, cantando...

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Distinto, de Juan Ramón Jiménez.

 

Tras leer la novela propuesta para esta ocasión, "Viento del este, viento del oeste, de la autora norteamericana Pearl S. Buck, me ha quedado un cierto escozor al comprobar qué poco hemos evolucionado, aunque a priumera vista no parezca tan evidente, a lo largo de la historia en relación con los prejuicios hacia las otras...

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El albatros, de Charles Baudelaire.

 

Como un juego, a menudo en los barcos he visto cómo cazan albatros, grandes aves marinas que son como indolentes compañeros de viaje tras el barco que surca los abismos amargos. Una vez han caído en cubierta, esos reyes del espacio azulado son torpnes y tímidos, y sus alas tan blancas y tan grandes son...

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El crimen fue en Granada, de Antonio Machado.

 

A Federico García Lorca / Se le vio, caminando entre fusiles por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas, de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle a la cara. Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó...

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El lagarto está llorando, de Federico García Lorca.

 

El poema que os proponemos en esta ocasión es un ejemplo del interés que Federico García Lorca tuvo por el mundo infantil y por la naturaleza, dos temas que nos sirven para relacionarlo, como siempre intentamos hacer, con la novela propuesta, la cual, como ya habréis comprobado quienes la hayáis leído, tiene como tema...

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El pájaro, de Octavio Paz.

 

En esta ocasión he querido traeros un pequeño poema de un gran poeta. El viernes 20 de abril se cumplieron veinte años sin Octavio Paz, el hombre de miradas claras y palabras con luz. El mexicano universal que regalaba luciérnagas en sus libros y calmas de cálido viento en sus silencios. Uno de esos escaso...

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El remordimiento, de Borges.

 

He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego. Los defraudé. No fui feliz. Cumplida...

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El Rey de Harlem, de Federico García Lorca.

 

"El Rey de Harlem" es un poema de Federico García Lorca que denuncia la situación de los negros en Nueva York. Es un símbolo de la resistencia y la dignidad de los oprimidos frente a la brutalidad y el racismo de la sociedad blanca. Lorca crea imágenes sorprendentes y expresivas con un lenguaje rico y...

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El último trato, de Rabindranath Tagore.

 

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza. "¡Me vendo!", grité. El Rey me cogió de la mano y me dijo: "Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mí en su carroza. Las casas estaban cerradas en...

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El viaje definitivo, de Juan Ramón Juménez.

 

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tartde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron; y el pueblo se...

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Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández.

 

Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un...

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Era un jardín sonriente, (fragmento), de Joaquín y Serafín Álvarez Quintero.

 

Nuestros primeros años escolares se deslizaron blandamente durante aquellos tiempos de culto a la memoria, por lo que no era extaño vernos al grupo de alumnos (todo chicos, pues las niñas se cultivaban en otras aulas al abrigo de nuestras miradas lascivas de sátiros infantiles), leyendo y releyendo algún poema al gusto del maestro hasta...

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Éxodo, de Ángela Figuera Aymerich.

 

El tema que tocamos en esta ocasión, tanto en la novela Las uvas de la ira, como en este poema, es el abandono, ese que se produce cuando una sombra ajena a ti te impulsa a dejarlo todo y camina, caminar sin descanso en busca de algo indefinido, tal vez inexistente, pero caminar para dejar...

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Garcilaso 1991, de Luis García Montero.

 

Mi alma os ha cortado a su medida, dice ahora el poema, con palabras que fueron escritas en un tiempo de amores cortesanos. Y en esta habitación del siglo XX. Muy a finales ya, preparando la clase de mañana, regresan las palabras sin rumor de caballos, sin vestidos de corte, sin palacios. Junto a Bagdad...

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Gratia plena, de Amado Nervo.

 

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía su mirada, su gesto, su andar... El ingenio de Francia de su boca fluía. Era llena de gracia, como el Avemaría. ¡Quién la vio, no la pudo ya jamás olvidar! Ingenua como el agua, diáfana como el día, rubia y...

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Haikus, la poesía sencilla.

 

El haiku es la principal expresión poética propiamente japonesa, ya almargen de la influencia cultural china del principio de su historia o de las nuevas tendencias occidentales de la actualidad; su tono bucólico es apropiado para las descripciones de la naturaleza o el paisaje, aunque es un gran vehículo expresivo del sentimiento y las...

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"Hijos de la bonanza" nos llamaban, de Ben Clark.

 

"Hijos de la bonanza" nos llamaban: los que no conocieron ni la hambruna ni las agudas larvas de estridencia chillando en el oído por las bombas.y cuando nuestras piernas tan delgadas caían y sangraban porque el parque era de un hormigón armado y frío, se quedaban callados, observando nuestro llanto con un gesto de...

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Hombres necios que acusáis, de Sor Juana Inés de la Cruz.

 

Redondillas: "Arguye de incosecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo que causan." Hombres necios que acusáis a la mujer, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis; sin con ansia sin igual solicitáis su desdén, por qué...

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La hora, de Juana de Ibarbourou.

 

Tómame ahora que aún es temprano y que llevo dalias nuevas en la mano. Tómame ahora que aún es sombría esta taciturna cabellera mía. Ahora que tengo la carne olorosa y los ojos limpios y la piel de rosa. Ahora que calza mi planta ligera la sandalia viva de la primavera. Ahora que en mis...

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La odisea, de Sipho Sepamla.

 

Explora la belleza de nuestra tierra, descubre dónde brilla el sol, dónde las sombaras permanecen eternamente donde la paz se siente lista para alejarse, dónde el juego salvaje espera oler tu presencia y correteando descubre la mentira de nuestras jorobas de montaña, dónde bajo y dónde alto Drakensberg y sus posadas donde cae el Tugela...

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La vejez, por Antonio Cruzans.

 

Un niño jugando, la gente pasea, un viejo en un banco toma el sol y espera... En esta ocasión, en lugar de una guía de lectura, quiero realizar un pequeño homenaje, sí, peqeuño porque lo que de por sí ya es grande, no necesita de más magnificencias, y este agasajo no va dedicado...

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Las nubes, de Blas Muñoz Pizarro.

 

Pasan las nubes sobre el mundo. Van indiferentes a su bien, ajenas a su daño.Ligeras, casi inmóviles, reproducen los sueños desprendidos del hombre que las mira. Otras veces, se extienden con sus párpados cerrados, grises alas de un sueño ya sin sueños, sobre el silencio oscuro de la vida. Pasan las nubes bajo el...

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Los espinos, de Luis Cernuda.

 

Para que un poema sea la obra de arte que pretende ser, debe encerrar, en su limitado espacio, mucho más de lo que parece decir. Nada en él debe ser superfluo, por el contrario, todo tiene que poseer una determnada función dentro del conjunto. Armonía y estructura, o una estructura armoniosa, emanadas del mismo caos...

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Los perros románticos, de Roberto Bolaño.

 

En aque tiempo yo tenía veinte años y estaba loco. Había perdido un país pero había ganado un sueño. Y si tenía ese sueño lo demás no importaba. Ni trabajar ni rezar ni estudiar en la madrugada junto a los perros...

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M. A., de Juan Gelman.

 

Estas visitas que nos hacemos, vos desde la muerte, yo derca de ahí, es la infancia que pone un dedo sobre el tiempo y dice que desconocer la vida es un error. Me pregunto por qué al doblar una esquina cualquiera encuentro tu candor suspendido. ¿El horror es una música extrema? Las penas llevan a...

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Mi querida jungla, de Sujata Bhatt. 

 

Mi querida jungla. Ahora el lugar más seguro para ti es el invernadero. Los animales tienen que permanecer en un zoo. Los pájaross tienen su propia jaula, que está en otra parte, muy distante,; y las serpientes viven en el serpentario. He rociado los mosquitos, no tiene sentido conservarlos. Lamento que las mariposas mueran también. Te visitaré un...

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Night, de Anne Brontë.

 

I love the silent hour of night for bissful dreams may then arise, revealing to my charmed sight. What may not bless my waking eyes! And then a voice may meet my ear that death has silenced long ago; and hope and rapture may appear instead of solitude and woe. Colp in the grave...

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No me aflige morir, de Francisco de Quevedo.

 

No nos engañemos, aunque cualquiera puede escribir un poema, no todo el mundo puede ser poeta, ni mucho menos, hacer poesía. Es como si al tener un geracio en tu balcón, ya te creyeras jardinero. Y ese es uno de los motivos que me movieron a crear este pequeño espacio donde se analizan poemas que...

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Oda a la pacificación, de Mario Benedetti.

 

No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz, pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocán pólizas contra la pacificación y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacíficados. Cuando los pacificadores apuntan, por supuesto tirán a pacificar y a veces hasta pacifican...

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Poema de despedida para mi hermana, de Elena Medel.

 

En cuano a las despedidas, apenas existen gestos más allá de las pancartas: abrazos y lágrimas en el control de seguridad, una cámara para que el momento exista tras el regreso. ¿Tú qué prefieres? Wislawa, por favor, reza por ella. De pequeña te confundían con un niño por el pelo corto y la sangre en...

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Retrato, de Antonio Machado.

 

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Brdomín he sido - ya conocéis mi torpe aliño indumentario - , más recibí la flecha que me asignó Cuido, y amé cuanto ellas puedan...

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Rima VII, de Gustavo Adolfo Bécquer.

 

Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas como el pájaro duerme en la rama esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas! ¡Ay! - pensé - ¡Cuántas veces elgenio así duerme en el fondo del alma, y...

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Romance de la muerte del Cid, Anónimo.

 

Banderas antiguas, tristes, de victoria un tiempo amadas, tremolando están al viento y lloran, aunque no hablan. Sonaban las roncas voces de las destempladas cajas, y los pífanos, soberbios, calles y plazas arrancan. Estaba el Campeados humilde y manso en la cama, y sujeto a la inclemencia de la vengativa Parca. Hizo traer las reliquias...

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Romance del Duero, de Gerardo Diego.

 

Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja, nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua. Indiferente o cabarde, la ciudad vuelve la espalda. No quiere ver en tu espejo su muralla desdentada. Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de plata, moliendo con tus romances las cosechas mal logradas. Y entre los santos de piedra y los álamos de magia pasas llevando en tus ondas palabras de...

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Si me quieres, quiéreme entera, de Dulce María Loynaz.

 

Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra... Si me quiers, quiérme negra y blanca, y gris, verde, y rubia, y morena Quiéreme día, quiéreme noche... ¡Y madrugada en la ventana abierta!... Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda... o no me quieras!...

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Socorro y nadie, de Mario Benedetti.

 

Solo un pájaro negro sobre el perfil cascado, una línea de sol en la reja de herrumbre. Mario Benedetti (1920-2009) fue un destacado escritor uruguayo de la Generación del 45. Su obra abarca diversos géneros literarios, como la poesía, la novela, el cuento, el ensayo, el teatro y la crítica cinematográfica. Entre sus obras más...

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Solo el amor, de José Ángel Valente.

 

Cuando el amor es gesto del amor y queda vacío un signo solo. Cuando está el leño en el hogar, mas no la llama viva. Cuando es el rito más que el hombre. Cuando acaso empezamosa repetir palabras que no puedan conjurar lo perdido. Cuando tú y yo estamos frente a frente y una...

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Soneto CLXVI, de Luis de Góngora y Argote.

 

Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano; mintras con menosprecio en medio el llano mira  tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano y mientras triunfa con...

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Tu risa, de Pablo Neruda.

 

Quítame el pan si quieres, quíteme el aire, pero no me quites tu risa. No me quites la rosa, la lanza que desgranas, el agua que de pronto estalla en tu alegría, la repentina ola de plate que te nace. Mi lucha es dura y vuelvo con los ojos cansados a veces de haber visto...

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Un poema, de Antonio Colinas.

 

Ahora estarás allí, junto a la plaza de mi infancia, la de los sueños ciertos; ahora que es invierno y ya no hay las acacias de entonces, las músicas de entonces. Pero aún podrás ver los mismo cielos fríos y de un azul fosforescente sobre las mismas cúpulas y torres. Y la fuente, con nieve...

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Vino, primero, sola, de Juan Ramón Jiménez.

 

Vino, primero, pura, vestida de inocencia. Y la amé como un niño. Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes. Y la fui odiando, sin saberlo. Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros... ¡Qué iracundia de yel y sin sentido!... Más se fue desnudando. Y yo le sonreía. Se quedó con la túnica de su inocencia antigua. Creí de nuevo en ella. Y se quitó la túnica, y...

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Vivo sin vivir en mí, de Teresa de Ávila.

 

Vivo sin vivir en mí, y de tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso pasra sí; cuando el corazón le di le puse en él...

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Volver y No volveré a ser joven, de Jaime Gil de Biedma.

 

Mi recuerdo eran imágenes, en el instante, de ti: esa expresión y un matiz de los ojos, algo suave en la inflexión de la voz, y tus bostezos furtivos de lebrel que ha maldormido la noche en mi habitación. Volver, pasados los años, hacia la felicidad - para verse y recordar...

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Voy a dormir, de Alfonsina Storni.

 

Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados. Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito. Déjame sola: oyes romper los brotes... te acuna...

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Y aún así me levanto, de Maya Angelou.

 

Tú puedes escribirme en la historia con tus amargas, torcidas mentiras, puedes aventarme al fango y aún así, como el polvo... me levanto. ¿Mi descaro te molesta? ¿Por qué estás ahí quieto, apesadummbrado? Porque camino como si fuera dueña de pozos petroleros bombeando en la sala de mi casa... Como lunas y como soles, con...

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¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?, de Chantal Maillard.

 

"¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?" me pregunta, burlona, la más anciana del poblado. Se refiere, lo sé, a lo que siempre buscan los hombres cuando vuelven del combate. Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce como...

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