La primera impresión que Jamie tiene sobre Jacobs es la
sombra cerniéndose sobre su pequeño cuerpo de niño y seguidamente el poder de su presencia y el magnetismo de su personalidad. Jacobs le cae bien y se gana con facilidad su confianza y, lo que años
más tarde descubriría, su voluntad. Pero no adelantemos acontecimientos, ya que eso lo iréis descubriendo a medida que vaya avanzando vuestra lectura de esta apasionante novela editada en 2014, en la
que Stephen King nos narrará en su estilo acostumbrado: en voz baja y pausada, al abrigo de la noche junto a un fuego de invierno, poco antes de que el sueño nos gane, una historia que tiene su deuda
con Mary Shelley y el galvanismo empleado como espectáculo circense, donde los muertos se movían y levantaban sus brazos en un desesperado intento de aferrarse a una vida perdida definitivamente.
¿Pero realmente Jacobs quiere eso o busca algo mucho más profundo y aterrador? Y aquí es cuando nos damos cuenta cuan larga es la sombra de H.P. Lovecraft sobre la obra de Stephen King. Y en nuestras
mentes, poco a poco, como sin querer, y en pequeñas dosis, se cuela el frío del miedo que nos hiela hasta la médula.
Jamie es el pequeño de cinco hermanos, los cuales viven con
sus padres en la pequeña y tranquila ciudad de Harlow. Familias felices y cristianas que lavan su ropa sucia en secreto y muestran siempre una pulcra sonrisa. Y el recién llegado es Charles Jacobs,
el nuevo ministro metodista destinado a aquella congregación, un hombre joven y atractivo, felizmente casado con bella mujer y padre de un pequeño niño. Jamie se hace amigo de Jacobs con una
espontánea facilidad y éste le invita a que le acompañe a su garaje para enseñarle una cosa maravillosa… Pero descarten rápidamente las ideas que le hayan podido aparecer en sus mentes. No, esto no
va de abuso infantil. Lo que el niño descubre en aquel garaje le deja con la boca abierta ya que es algo que sería la ilusión de muchos niños: sobre una mesa enorme se extiende una maqueta bastante
realista del campo, con todos los elementos y seres que se pueden encontrar en él, hasta un lago y torres de energía eléctrica en miniatura. De golpe, tras un movimiento de las manos de Jacobs, tal
como haría un mago ante su público expectante, las pequeñas farolas se iluminan y aparece una figura de Jesús cruzando la superficie del lago de aguas cristalinas.
La obsesión de Jacobs sobre el poder curativo de la
electricidad, a la que denomina “una de las puertas de Dios al infinito”, va llenándole de expectativas y de dudas, de esperanzas y temores, y surge en su interior un duro debate entre sus
creencias y la ciencia, hasta el día del accidente, entonces su fe se hará añicos y dedicará su vida a su única obsesión.
Los personajes de esta novela componen un amplio abanico
donde tienen cabida desde el más absurdo hasta el más realista, pero casi todos comparten las cicatrices que produce el dolor de la pérdida, la angustia de la adicción, o el vacío de la decepción. Y
vemos cómo evoluciona la vida del pequeño Jamie desde el sabor de los helados al aroma de los porros hasta llegar a los acordes de una guitarra que le llevarán a una inestable carrera musical y una
tenaz caída hacia las profundidades de la sumisión y la dependencia.
Pero Jacobs reaparece en su camino para rescatarle de las
rejas de la adicción, igual que años antes salvo a su hermano del mundo del silencio, y esto le crea una nueva deuda que algún día tendrá que pagar.