Para desarrollar esta metáfora de la
vida, Leroux se vale de la figura del Fantasma y de su historia de terror gótico en el interior de un edificio, templo de la música y el arte, donde la realidad no tiene cabida, por lo que sus
hazañas rayan lo imposible, el drama es fatigoso y la dirección un sin sentido, por lo que se llega a la deducción de que todo es una ilusión, un mal sueño… donde la realidad no es tal, sino que todo
es una mascarada. Curiosamente, los tres personajes centrales nos muestran el resultado de sus respectivas convivencias familiares en su relación con las personas que les rodean, pues mientras
Christine, educada por un padre atento y amoroso, es cariñosa y compasiva, Raoul, cuidado por su hermano mayor con rectitud no exenta de cariño, es, sin embargo, egoísta y apático, y, en el polo
opuesto, Erik, el fantasma, sin el calor de una familia, es temerario e infantil.
En una sociedad donde el talento queda
relegado a la apariencia, la inteligencia es peligrosa porque crea fantasmas y miedos, y la verdad, una vez desaparece la careta, siempre aparece desfigurada, esperpéntica, aterradora, pues ya nos
hemos acostumbrado a crear una realidad paralela, ficticia, a nuestra imagen y semejanza, con la que nos encontramos más cómodos. Por ello, el empeño de Christine por ver lo que hay detrás de aquella
máscara le lleva a una realidad terrible que ella no puede aceptar. A causa de todo esto, El fantasma de la ópera sigue presentándonos unos temas de actualidad, pues el mundo puede cambiar,
pero el ser humano no.
En el transcurso de la trama hay
momentos donde se utiliza la ira como válvula de escape a la frustración, lo curioso es que siempre esto ocurre en una única dirección: contra alguna mujer. Veamos algunos ejemplos: cuando Richard
acusa a Mademoiselle Giry de robar dinero y le grita agarrándola de la muñeca, o cuando Erik amenaza a Christine con volar la Ópera si no se casa con él, o con los celos de Raoul, quien acusa a
Christine de haberle engañado y le lanza toda una serie de insultos. Esto viene bastante relacionado con el estado mental de algunos de los personajes, pues a muchos de ellos se les podría cuestionar
su cordura si nos atenemos a sus comportamientos, por ejemplo: Christine cree que escucha al “Angel de la Música” de su padre, lo que aprovecha Erik para ganarse su voluntad, o el señor Chagny que se
desorienta por los pasillos del Palacio de la Ópera, o algunos de los empleados a quienes les parece normal la existencia del fantasma, incluso el mismo Erik acaba en un continuo delirio dominado por
su obsesión por Christine.