MUJERES PIONERAS: Safo, la
décima musa griega.
Es curioso comprobar que alguien que en
su época tuvo una gran relevancia por sus creaciones, fuera perseguida a lo largo de la historia por el simple hecho de ser mujer y expresar con toda libertad sus sentimientos más íntimos y la
atracción que sentía hacia algunas compañeras de su propio sexo, y así, su obra fue quemada por orden del papa Gregorio VII por describir “amores perversos y contra natura”… y a causa de ello, y de
aquel otro incendio “accidental” acaecido en la mítica Biblioteca de Alejandría, donde se conservaban los nueve libros en los que se compilaba su obra, de los más de diez mil versos que se le
atribuyen, solo nos han llegado unos seiscientos hasta nuestros días. Ellos y las palabras de su contemporáneo Alceo, quien dijo de ella: “Divina Safo, dulce sonrisa coronada de violetas”; o
Dionisio de Halicarnaso, quien la consideraba como el principal exponente de la poesía lírica griega, o las del filósofo Platón, para quien Safo fue la décima musa del Parnaso helénico. Así mismo,
fue imitada, ya en época de Roma, por Catulo, Horacio u Ovidio.
Nacida en Mitilene, una ciudad de la
isla de Lesbos, alrededor del año 620 antes de nuestra era, en el seno de una familia aristocrática obligada a exiliarse a Siracusa, Sicilia, por causa de problemas políticos, regresó a su tierra
cuando contaba veinticinco años de edad, donde creó una escuela, denominada la Casa de las Musas, en la que se educaba a jóvenes en las artes y en las emociones, preparándolas para el placer del
amor, la búsqueda de la belleza y el de la sugestión en la poesía, la danza o la música.
Según algunos fragmentos de sus obras,
se piensa que tuvo una hija con un rico comerciante, sin embargo, lo que sí está atestiguado es su inclinación hacia otras mujeres, como se puede comprobar en sus poemas, que ella misma cantaba
acompañada de su lira, compuestos en “estrofa sáfica” y escritos en dialecto eólico, donde, hablando en primera persona, describía sus sentimientos más personales con el amor como tema principal,
aunque no faltaran las pasiones encontradas o las contradicciones de la vida, pero siempre exponiéndose todo con una gran ternura.
Se le atribuyen cuatro invenciones en
el mundo de las artes: el verso sáfico, consistente en un pentámetro de once sílabas en cinco pies; la estrofa sáfica, compuesta por tres versos sáficos y uno adónico; el plectro, es decir, la púa
para pulsar las cuerdas sin tocarlas directamente con los dedos ni las uñas, y el pektis, que era un instrumento de cuerda parecido al arpa.
Murió de una forma misteriosa que ha
dado pie a diversas fabulaciones que van desde el suicidio por un amor no correspondido, hasta de tristeza por el abandono, la soledad o los celos. El caso es que Safo, por su liberalidad moral y su
originalidad poética, llegó a ser el emblema de los jóvenes bohemios y libertinos de las diferentes épocas de rotura estética y de búsqueda de nuevos caminos. Y no menos importante, tras la Segunda
Guerra Mundial, como estandarte de la libertad e igualdad de la mujer en la sociedad machista de la segunda mitad del siglo XX.
Para concluir con esta pequeña
exposición, leamos un pequeño fragmento de un de sus poemas:
La luna luminosa
huyó con las
Pleyades;
la noche
silenciosa
ya llega a la
mitad.
La hora pasó, y, en
vela,
sola en mi lecho, en
tanto,
suelto la rienda al
llanto
sin esperar
piedad.
Píndaro y otros líricos
griegos
(Porrúa, Sepan Cuantos).
Joseph y Bernabé
Canga-Argüelles
(Obras de Sapho..., 1797)