Estas guerras carlistas fueron tres,
con varios alzamientos puntuales entre ellas: La primera, que duró desde 1833 hasta 1840; la segunda, desde 1846 a 1849, y la tercera, desde 1872 a 1876. Los sucesos que nos ocupan en este libro
ocurrieron al finalizar la primera, la cual comenzó a la muerte de Fernando VII y nombrarse heredera su hija Isabel gracias a la Pragmática Sanción, como ya hemos citado anteriormente, sin
embargo, el hermano del difunto monarca se consideraba el único heredero al trono, por lo que Carlos María Isidro de Borbón reunió un ejército de incondicionales y se dirigió hacia Madrid, con el
apoyo de los reinos absolutistas de Europa: Rusia, Austria y Prusia, aunque nunca logró entrar en la capital defendida por el ejército de la regente, apoyada, a su vez, por los reinos más liberales
del continente: Inglaterra, Francia y Portugal. En el inicio, las fuerzas carlistas, comandadas por el general Zumalacárregui, adquirieron una cierta ventaja, sin embargo, tras la muerte de éste en
el sitio de Bilbao, el general Espartero, al frente de las tropas isabelinas, cogió la iniciativa acabando por conseguir la victoria, firmándose la paz mediante el Convenio de Vergara, en
1939, entre los generales Espartero, en nombre de la reina, y Moreto, representando a Carlos, en el cual también se acordaba mantener los fueros de las provincias rebeldes de Navarra y el País Vasco,
además de la integración en el ejército liberal de todos los oficiales carlistas. Pero no todos estuvieron de acuerdo, y en una zona montañosa a caballo entre las provincias de Teruel, Tarragona y
Castellón, el Maestrazgo, con centro en la ciudad castellonense de Morella, el general Cabrera mantuvo la guerra un año más.