El mito del diluvio, o de la inundación, alude a una gran devastación enviada sobre los humanos por una deidad, o deidades, en forma de agua para castigarles a causa de sus desvíos del camino
establecido. Este es un tema que, a pesar de ser más conocido por medio de La Biblia o El Corán, está ampliamente extendido entre muchas y diversas culturas, como las historias tradicionales de Manu,
en la cultura hindú, de Deucalion, en la mitología griega, o en la Epopeya de Gilgamesh, y muchas más desplegadas por todo el planeta.
Como ya os adelantamos en el número
anterior, en esta ocasión vamos a comentar algo sobre el segundo mito que aparece en la novela de Javier Sierra, El ángel perdido, es decir, nos centraremos en el Diluvio universal,
sobre el que, al igual que ocurría con el anterior de Los ángeles, podrían escribirse bibliotecas completas, y de hecho las debe haber ya escritas, por lo que intentaremos hacer un somero,
aunque lo más completo posible, artículo sobre el tema, sabiendo de antemano que se nos quedarán muchos más olvidos que constancias.
El mito del diluvio, o de la
inundación, alude a una gran devastación enviada sobre los humanos por una deidad, o deidades, en forma de agua para castigarles a causa de sus desvíos del camino establecido. Este es un tema que, a
pesar de ser más conocido por medio de La Biblia o El Corán, está ampliamente extendido entre muchas y diversas culturas, como las historias tradicionales de Manu, en la
cultura hindú, de Deucalion, en la mitología griega, o en la Epopeya de Gilgamesh, y muchas más desplegadas por todo el planeta.
La primera leyenda aparecida en el tiempo sobre un diluvio
está contenida en un fragmento del mito de la creación sumeria, llamado El Eridu Génesis, hallado por el historiador danés Thorkild Jacobsen, en un trozo de tableta datada alrededor de 1600
años a.C. y encontrada en unas excavaciones de la antigua ciudad sumeria de Nippur, en el actual Irak. La historia en ella escrita cuenta cómo el dios Enki advierte a Ziududra
(“El que vio la vida” o también conocido como Atrahasis), de la decisión de los dioses de destruir a la humanidad mediante un diluvio, pues se han convertido en una raza impía. Sin
embargo, Enki le da instrucciones a Ziusudra para que construya una gran nave donde se cobijen su familia y los animales. Una vez pasado el diluvio, tras siete días y siete noches
de constantes lluvias, se les deja repoblar de nuevo la tierra.
La Epopeya babilónica de
Gilgamesh también procede de la zona mesopotámica entre los ríos Tigris y Éufrates, región ésta bastante propensa a las inundaciones, incluso en nuestros días, y se podría fechar en fechas
similares a la leyenda anteriormente comentada de la que se dice que fue en parte copiada. En ella, Gigalmesh va en busca de la inmortalidad y llega a Dilmun, una especie de
paraíso, donde conoce a Ea (el Enki anterior), quien le advierte sobre el plan de los dioses para destruir la vida en la faz de la Tierra mediante un diluvio y le aconseja que
construya un barco en el que pudieran salvarse su familia, sus amigos, su riqueza y el ganado.
En la tradición judeocristiana aparece
la versión más conocida del diluvio universal, contenida en el Libro de Génesis (del griego γέvεσιϛ “origen”), es el primer libro de la Biblia hebrea (Tanaj) y del
Antiguo Testamento. Su fecha de escritura es desconocida y nos relata que Dios creo un mundo bueno y conveniente para el desarrollo del ser humano, pero cuando éstos se corrompen con el
pecado, decide destruir su creación, salvando solamente a Noé y su familia:
GÉNESIS
6:
1 Y acaeció que cuando
comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, 2 y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí esposas, escogiendo
entre todas. 3 Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; y serán sus días ciento veinte años. 4 Había gigantes en la tierra en aquellos
días, y también después que se unieron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre. 5 Y vio
Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. 6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho al
hombre en la tierra, y le pesó en su corazón. 7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo,
porque me arrepiento de haberlos hecho. 8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. 9 Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en su generación; con Dios caminó Noé. 10
Y engendró Noé tres hijos: a Sem, a Cam y a Jafet. 11 Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. 12 Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida,
porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. 13 Y dijo Dios a Noé: El fin de toda carne ha venido delante de mí; porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí
que yo los destruiré junto con la tierra. 14 Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. 15 Y de esta manera la harás: de
trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura y de treinta codos su altura. 16 Una ventana harás al arca, y la acabarás a un codo de elevación por la parte de arriba y pondrás
la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero. 17 Y yo, he aquí, yo voy a enviar un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida
debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. 18 Mas estableceré mi convenio contigo, y entrarás en el arca tú, y tus hijos, y tu esposa y las esposas de tus hijos contigo. 19 Y de todo lo
que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. 20 De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo reptil
de la tierra según su especie, dos de cada especie vendrán a ti para que tengan vida. 21 Y toma contigo de todo alimento que se come y almacénalo; y servirá de alimento para ti y para ellos. 22 Y lo
hizo Noé; así hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.
GÉNESIS
7:
1 Y Jehová dijo a Noé: Entra
tú y toda tu casa en el arca, porque he visto que tú eres justo delante de mí en esta generación. 2 De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son
limpios, una pareja, macho y su hembra. 3 También de las aves de los cielos siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de toda la tierra. 4 Porque pasados aún siete
días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y a todo ser viviente que hice raeré de sobre la faz de la tierra. 5 E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová. 6 Y era
Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra. 7 Y entró Noé en el arca, y con él sus hijos, y su esposa y las esposas de sus hijos, por causa de las aguas del diluvio.
8 De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, 9 de dos en dos entraron con Noé en el arca, macho y hembra, como mandó
Dios a Noé. 10 Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. 11 El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron
rotas todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas de los cielos fueron abiertas. 12 Y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. 13 En este mismo día entraron en el arca
Noé, y Sem, y Cam y Jafet, hijos de Noé, la esposa de Noé y las tres esposas de sus hijos con él; 14 ellos, y todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domésticos según
sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, todo pájaro, toda especie alada. 15 Y vinieron a Noé al arca, de dos en dos, de toda carne
en que había espíritu de vida. 16 Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová cerró la puerta tras él. 17 Y fue el diluvio cuarenta días sobre la
tierra; y las aguas crecieron y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra. 18 Y prevalecieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca sobre la faz de las aguas. 19 Y
las aguas prevalecieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos fueron cubiertos. 20 Quince codos más alto prevalecieron las aguas; y fueron cubiertos los
montes. 21 Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de ganado, y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra y todo hombre. 22 Todo lo que tenía aliento de
espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió. 23 Así fue destruido todo ser viviente que había sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, y los reptiles y
las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra; y quedaron solamente Noé y los que con él estaban en el arca. 24 Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta
días.
GÉNESIS
8:
1 Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales y de
todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. 2 Y se cerraron las fuentes del abismo y las compuertas de los cielos; y la
lluvia de los cielos fue detenida. 3 Y las aguas bajaron gradualmente de sobre la tierra; y decrecieron las aguas al cabo de ciento cincuenta días. 4 Y reposó el arca en el mes séptimo, a los
diecisiete días del mes, sobre los montes de Ararat. 5 Y las aguas fueron decreciendo hasta el mes décimo; en el décimo, al primero del mes, se descubrieron las cimas de los montes. 6 Y sucedió que
al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho 7 y envió un cuervo, el cual salió y estuvo yendo y volviendo hasta que las aguas se secaron de sobre la tierra. 8 Envió también
una paloma, para ver si las aguas se habían retirado de sobre la faz de la tierra; 9 y no halló la paloma dónde sentar la planta de su pie y volvió a él, al arca, porque las aguas estaban aún sobre
la faz de toda la tierra; entonces él extendió la mano y, tomándola, la hizo entrar consigo en el arca. 10 Y esperó aún otros siete días y volvió a enviar la paloma fuera del arca. 11 Y la paloma
volvió a él a la hora de la tarde, y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico; y entendió Noé que las aguas se habían retirado de sobre la tierra. 12 Y esperó aún otros siete días y envió la
paloma, la cual ya no volvió más a él. 13 Y sucedió que en el año seiscientos uno de Noé, en el mes primero, al primero del mes, las aguas se secaron de sobre la tierra; y quitó Noé la cubierta del
arca y miró, y he aquí que la faz de la tierra estaba seca. 14 Y en el mes segundo, a los veintisiete días del mes, se secó la tierra. 15 Y habló Dios a Noé, diciendo: 16 Sal del arca tú, y tu
esposa, y tus hijos y las esposas de tus hijos contigo. 17 Todos los animales que están contigo de toda carne, de aves y de bestias y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra sacarás contigo; y
vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra. 18 Entonces salió Noé, y sus hijos, y su esposa y las esposas de sus hijos con él. 19 Todos los animales, y todo reptil y toda
ave y todo lo que se mueve sobre la tierra según sus especies salieron del arca. 20 Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el
altar. 21 Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre, porque la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud; ni
volveré más a destruir a todo ser viviente, como he hecho. 22 Mientras permanezca la tierra, la siembra y la siega, y el frío y el calor, y el verano y el invierno, y el día y la noche no
cesarán.
Dos libros no canónicos, Enoc y Jubileos,
ambos posteriores a Génesis, contienen ciertas explicaciones para este libro. En el primer libro de Enoc se asegura que Dios envió el diluvio para librar a la Tierra de los
Nephilim, es decir, de los hijos de los Grigori, o ángeles observadores enviados por Dios a la Tierra, y las hembras humanas (Génesis 6: 1-5). Por su parte, el libro de los
Jubileos es una elaboración del relato del Génesis obsesionado con la cronología, por ejemplo, defiende la idea de que la historia se basa en un ciclo de 49 años, el “jubileo”
bíblico.
Este episodio también aparece en el
Corán, el libro sagrado de los musulmanes, concretamente en la Sura 54, entre los versículos del 9 al 15:
9. Antes de ello, ya el
pueblo de Noé había desmentido. Desmintieron a Nuestro siervo y dijeron: "¡Un poseso!", y fue rechazado. 10. Entonces, invocó a su Señor. "¡Estoy vencido! ¡Defiéndete!" 11. Abrimos las puertas
del cielo a una lluvia torrencial 12. y en la tierra hicimos manar fuentes. Y el agua se encontró según una orden decretada. 13. Le embarcamos en aquello de planchas y de fibras, 14. que navegó bajo
Nuestra mirada como retribución de aquél que había sido negado. 15. La dejamos como signo. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
Aunque el Corán cuenta una
historia similar a la relatada por la tradición judeocristiana con muy pocas diferencias, por ejemplo, que uno de los cuatro hijos de Noah (Noé) y su esposa se negaron a entrar en el arca
pensando que sobrevivirían al diluvio por sí mismos, o que el arca encalló en el monte Judi, cerca de Mosul (Irak), en vez de hacerlo en el monte Ararat (Turquía).
Pero no solamente se habla de un
diluvio en esta parte de Asia, sino también en la antigua cultura china existen muchas leyendas sobre inundaciones. Algunas de ellas parecen referirse a un diluvio mundial, sin embargo, la mayoría
solo hablan de inundaciones locales o regionales que se basan en hechos históricos totalmente contrastados, teniendo en cuenta que, como en el caso de Mesopotamia, igualmente las primeras
civilizaciones chinas se concentraron en las orillas de los ríos, en especial del Huan He, o río Amarillo, pero otras son más épicas y nos hablan de hombres capaces de dominar esas avenidas
enfrentándose a dioses hostiles de la naturaleza. Así, podemos nombrar el Shujing, o “Libro de la Historia”, escrito alrededor de 500 años antes de nuestra era, aunque la leyenda
que narra está ubicada sobre el año 2348 a.C., en cuyos primeros capítulos se habla del Emperador Yao, quien tuvo que enfrentarse a la llegada de las aguas que “llegan hasta los
cielos”. Entonces interviene el héroe Da Yu, que fue capaz de controlar estas inundaciones y luego fundó la primera dinastía china. En otras historias se nombra a una mujer llamada
Nüwa, la cual repara los cielos rotos tras una gran inundación, repoblando seguidamente el mundo.
Una vieja tradición de la India cuenta
una leyenda donde se dice que el primer avatar de Vishnu fue Matsya, es decir, un pez que salvó a la humanidad. La cosa fue así: un antiguo rey llamado Manu se estaba
lavando las manos en el río un pequeño pez le rogó que le salvase la vida. El rey lo recogió entre sus manos y los colocó en un frasco, donde el pececito creció, por lo que lo depositó primero en un
estanque, luego en un río y finalmente en el mar. Este pez, agradecido, le avisó de en una semana llegaría un gran diluvio que destruiría toda la vida. Entonces Manu construyó un bote donde guardó
muchas “semillas de la vida” y que el pez remolcó hasta la cima de una montaña cuando las aguas cubrieron la Tierra.
En las leyendas de las tribus
aborígenes que habitan en las islas de Adamán, un archipiélago situado en el golfo de Bengala y perteneciente a la India, las personas se volvieron negligentes y se olvidaron de los mandatos que se
les dieron en la creación, por lo que Puluga, el dios creador, dejó de visitarles y, sin previa advertencia, envió un diluvio devastador sobre el planeta. Solo cuatro personas sobrevivieron
a tal enorme catástrofe: dos varones, Loralola y Poilola, y dos hembras, Kalola y Rimalola, de quienes descienden todos los humanos.
En la Península Malaya habita un pueblo
de indígenas llamado los Temuan, quienes también tuvieron su castigo, a causa de sus pecados, en forma de “celau”, o “tormenta de castigo”, pues sus dioses y antepasados
estaban muy enojados. Solo dos tribus de este pueblo, los Mamak y los Inak Bungsuk, sobrevivieron al encaramarse en el árbol Eaglewood, que crecía en la Montaña Real, por
lo que este lugar es venerado como la verdadera cuna de los Temuan.
El pueblo Batak de Indonesia
asegura que la Tierra descansa sobre la espalda de una serpiente gigante, la Naga-Padoha. Un buen día, esta serpiente, cansada de cargar sobre sí tanto peso, se sacudió y lanzó la Tierra al
mar. Sin embargo, el dios Batara-Guru salvó a su hija al enviar una montaña sobre las aguas y toda la humanidad descendió de ella. Como castigo, la Tierra fue recolocada sobre la serpiente,
pero esta vez, en su cabeza.
Los aborígenes australianos de la
rivera del río Murray, en los estados de Nueva Gales del Sur y Victoria, donde se producen frecuentes ciclos de inundaciones que palían las insistentes sequías, relatan la leyenda de una enorme rana
de la “época de los sueños” que se bebía toda el agua del mundo y la única manera de que no ocurriera era hacerle reír. Por ello, un día, todos los animales de Australia se reunieron e intentaron,
por turnos, hacer reír a la rana, pero solo la anguila tuvo éxito: la enorme rana abrió sus ojos adormecidos, su deforme cuerpo sufrió un estremecimiento, se relajó su rostro y, por fin, estalló
en una estruendosa carcajada, brotando el agua de su boca en grandes cantidades hasta provocar una inundación, llenando los ríos y anegando las tierras, solo las cimas de las montañas, como pequeñas
islas, eran visibles. Muchos animales y humanos perecieron ahogados, pero un pelícano, totalmente negro, se pintó con arcilla blanca y fue rescatando a todo ser vivo que veía depositándolos
sobre las montañas. Desde entonces los pelícanos tienen su plumaje blanco y negro.
Al sur de esta gran isla está el
archipiélago de Nueva Zelanda, donde se habla de la tradición de los Ngati Porou, una tribu maorí de la costa de la Isla Norte, en la que Ruatapu, el segundo hijo del jefe
Uenuku, se enojó con su padre porque éste había reconocido a su hermanastro más joven, Kahutia–te–rangi. Ruatapu atrajo a Kahutia-te-rangi y a sus amigos, una gran cantidad de jóvenes de las
familias más notables de la sociedad maorí, hacia su canoa y los llevó mar adentro con intención de ahogarlos. Luego pidió a los dioses que destruyeran a sus enemigos, pero éstos le enviaron las
grandes olas del comienzo del verano inundándolo todo. Pero Kahutia-te-rangi, mientras luchaba desesperadamente por mantenerse en vida, recitó un encantamiento invocando a las paikea, las
ballenas jorobadas del sur, que lo llevaron a tierra y fue el único superviviente.
Otra historia sobre diluvios
neozelandesa se basa en la leyenda de Tawhaki que, al ser el más guapo de la tribu, hace brotar las envidias de sus primos, quienes le dan una buena paliza y lo abandonan creyéndolo muerto,
sin embargo, cuando se recupera, decide vengarse y causa una inmensa inundación que destruye las aldeas de sus agresores, repoblando con su gente aquellas tierras, Tras la llegada de los europeos,
con la influencia del cristianismo, le aparecieron nuevas ramas genealógicas a Tawhaki y entonces resultó, nada menos, que su abuelo Hema era, nada más ni nada menos, que
Shem, uno de los hijos del Noé bíblico.
En las remotas civilizaciones europeas
también encontramos diferentes versiones de este mito, tanto en la antigua Grecia, como en los pueblos bárbaros de la vieja Germania, pasando, como no podía ser menos, por las tradiciones de Irlanda
y nórdicas.
En la mitología griega aparecen tres
diluvios: el de Ogyges, con el que concluye la Edad de piedra; el de Daucalion, con el que concluye la Primera Edad de Bronce, y el de Dardanus.
Ogyges
era un mítico rey de Ática y el supuesto fundador de Tebas cuya existencia se presume diez
mil años antes de Platón, quien lo nombra en sus Leyes, coincidiendo esta gran inundación con el final de la última era glacial, cuando el nivel del mar subió hasta 130 metros, dejando
sumergidas muchas tierras de las que ahora conocemos, como demuestran diversos hallazgos geológico, que vendrían a apoyar la tesis de que el diluvio de Ogyges está basado en algún hecho
real.
La segunda nos la cuenta
Apolodoro y se parece bastante a la de Noé: Prometeo, el héroe que robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos, a consecuencia de lo cual cada noche le era
devorado su hígado por un águila, aconsejó a Deucalion, su hijo, que construyera un cofre donde poder refugiarse. Al poco tiempo, las montañas de Tesalia se separaron y todas las tierras más
allá del istmo y del Peloponeso se sumergieron bajo las aguas, pereciendo todos los humanos excepto aquellos que escaparon a las altas montañas. Deucalion y su esposa Pyrrha, después de flotar en el cofre durante nueve
días y noches, aterrizaron en el Monte Parnaso. Cuando cesaron las lluvias, hizo un sacrificio en honor a Zeus, quien le ordenó que lazara piedras detrás de él que se convirtieron
en hombres, y las piedras que lanzó Pyrrha se convirtieron en mujeres.
Según Dionisio de Halicarnaso,
Dardano dejó Arcadia para colonizar una tierra en el noreste del mar Egeo. Cuando llegó el diluvio, la tierra se inundó y la montaña, en la que sobrevivieron él y su familia, formó la isla
de Samotracia, la cual abandonó en una piel inflada hacia las costas de Asia Menor y se instaló a los pies del Monte Ida. Debido al temor de otra inundación, no construyeron una ciudad, sino que
vivieron al aire libre durante cincuenta años. Su nieto Tros finalmente construyó una ciudad a la que llamaron Troya.
En la mitología nórdica aparecen dos
diluvios, ambos bien documentados por los cómics manga. El primero ocurrió en el el inicio de los tiempos, antes de que se formara el mundo. Ymir, el primer gigante, asesinado por
el dios Odin y sus hermanos Vili y Ve, cuando cayó, brotó tanta sangre de sus heridas que ahogó a casi toda la raza de gigantes, a excepción del de las heladas
Bergelmir y su esposa, quienes escaparon en una nave y sobrevivieron, convirtiéndose en los progenitores de una nueva raza de gigantes. El cuerpo de Ymir fue utilizado para formar
la tierra, mientras que su sangre se convirtió en el mar.
El segundo, en el ciclo mitológico
nórdico, todavía no ha ocurrido, sino que es una predicción para el futuro y sucederá durante la batalla final entre los dioses y los gigantes, es algo conocido como Ragnarök. Durante este
evento apocalíptico, Jormungandr, la Gran Serpiente Mundial que se encuentra debajo del mar que rodea a Midgard, el reino de los mortales, se levantará de las profundidades
acuosas para unirse al conflicto, lo que provocará una inundación catastrófica que ahogará la tierra. Sin embargo, después de Ragnarök, la tierra volverá a nacer y comenzará una nueva era de
la humanidad. Todos tranquilos…
De acuerdo con la historia apócrifa de
Irlanda, Lebor Gabála Érenn, los primeros habitantes de Irlanda encabezados por la nieta de Noé, Cessair, fueron todos eliminados por una inundación de cuarenta días después de
llegar a la isla. Más tarde, después de que llegaran la gente de Partholon y Nemed, se produjo otra inundación y mató a todos menos a treinta personas, que se dispersaron por todo
el mundo. Como fueron los monjes cristianos quienes primero pusieron por escrito esta historia, que hasta entonces había sido de transmisión oral, es probable que las referencias al Noah
bíblico la insertaran ellos, sin más, en un intento de cristianizarla.
En la tradición cultural de Finlandia
se conoce una runa titulada "Haava" donde se narra una hazaña heroica que habla de una herida de la que brota sangre, la cual cubre toda la tierra. Este diluvio no se destaca en la versión
de Kalevala redactada por Elias Lönnrot, pero la similitud global de la inundación es evidente en las variantes originales de la runa: “La sangre brotó como un diluvio. La sangre corría
como un río. No habia Hummock, no hay alta montaña. Todo fue inundado, todo desde el dedo del pie de Väinämöinen. De la rodilla del santo héroe.
Los pueblos amerindios, cuyas leyendas
datan de mucho antes de la llegada de los invasores europeos y se conservan gracias al empeño por guardar las costumbres de los escasos descendientes de aquellos pueblos, no tenían sus historias por
escrito hasta las recopilaciones de hace pocos años.
En la mitología de los
Menominee, un pueblo amerindio de Wisconsin, U.S.A., Manabush, el estafador, fue echado del grupo, y llevado por su ansia de venganza, atacó a los dioses cuando estos estaban
jugando. Al zambullirse todos en el agua, surgió una gran inundación. Manabush huyó corriendo, pero el agua, proveniente del lago Michigan, lo persiguió cada vez más rápido, incluso mientras
subía las montañas. Manabush rogó hasta cuatro veces al árbol donde estaba subido que creciera un poco más, y cuatro veces lo obligó hasta que no pudo ser más. Pero el agua siguió subiendo
hasta que se detuvo en su barbilla. Mirase por donde mirase no había nada más que agua que se extendía hacia el horizonte. Y luego Manabush, ayudado por los animales capaces de bucear, y
especialmente el más valiente de todos, la rata almizclera, creó el mundo como lo conocemos hoy.
En la mitología de los Mi'kmaq, una
tribu de indios algonquinos de la isla de Terranova, Canadá, el mal y la maldad entre los hombres hacen que se maten unos a otros. Esto causço gran dolor al creador, el dios-sol, quien lloraba
lágrimas que se convirtieron en lluvia suficiente como para desencadenar un diluvio. La gente intentaba sobrevivir viajando en canoas de corteza, pero solo un anciano y una mujer lo consiguieron y
pudieron repoblar la tierra.
En la mitología de la Nación Caddo,
confederación de etnias del sudeste norteamericano, cuatro monstruos crecieron en tamaño y poder hasta que tocaron el cielo. En ese momento, un hombre escuchó una voz que le decía que plantase una
caña hueca. Lo hizo, y la caña creció muy grande y rápidamente. El hombre entró en la caña con su esposa y otras parejas de todos los animales buenos. Las aguas subieron y cubrieron todo excepto la
parte superior de la caña y las cabezas de los monstruos, los cuales fueron muertos por una tortuga que, cavando debajo de ellos hizo que se hundieran. Entonces las aguas se calmaron y los vientos
secaron la tierra.
En la mitología hopi, un pueblo
procedente de la meseta central de los Estados Unidos, la gente se alejó de Sotuknang, el creador. Él dios, bastante enojado, destruyó el mundo con fuego, y luego con frío, y lo recreó en
ambas ocasiones para las personas que aún seguían las leyes de la creación, que sobrevivieron escondiéndose bajo tierra. De nuevo las personas se volvieron corruptas y guerreras por tercera vez, así
que, Sotuknang llevó a un pequño grupo hasta una mujer araña, y ella cortó cañas gigantes y refugió a esta gente en los tallos huecos. Sotuknang causó un gran diluvio y la ellos flotaron
sobre el agua en sus cañas, las cuales se posaron en un pequeño trozo de tierra y la gente emergió, con tanta comida como empezaron. Las personas viajaron en sus canoas, guiadas por su sabiduría
hacia el noreste, pasando islas progresivamente más grandes, hasta que llegaron al Cuarto Mundo. Cuando llegaron allí, las islas se hundieron en el océano.
Mesoamérica conoce una gran cantidad de
mitos sobre las inundaciones, algunos claramente tienen influencia cristiana, pero los eruditos creen que otros representan mitos nativos de las inundaciones de origen
precolombino.
Un de ellos es el de Tlapanec y
Huaxtecs, el cual tiene a un hombre y a su perro como los únicos sobrevivientes del diluvio, pero el hombre descubre que el perro toma la forma de una mujer durante el día: el hombre y la perra
repueblan la tierra. Otro mito encontrado entre los pueblos azteca y totonaca relata cómo una pareja humana sobrevive al esconderse en un recipiente hueco y comienza a cocinar un pescado cuando el
agua cede: cuando el humo llega al cielo, los dioses se enojan y los castigan convirtiéndolos en perros. O monos según la versión.
En la mitología maya, tal como se
expresa en el Popol Vuh, los dioses creadores intentaron crear criaturas. Lo intentaron tres veces antes de tener éxito. Las tres creaciones anteriores fueron destruidas. La tercera raza de
humanos tallados en madera fue destruida por una inundación, mutilada por animales salvajes y destrozada por sus propias herramientas y utensilios. Los únicos sobrevivientes de la inundación fueron
los cuatro Bacabs que ocuparon su lugar como defensores de las cuatro esquinas del cielo.
En el mito mesoamericano se dan varias
razones para la ocurrencia del diluvio: o el mundo era simplemente muy antiguo y necesitaba ser renovado, o los humanos habían descuidado su deber de adorar a los dioses, o fueron castigados por una
transgresión, por ejemplo, canibalismo. Muchos de los mitos modernos incluyen, obviamente, referencias cristianas como el asesinato de Abel por Caín como la razón. Un gran número de
mitos de inundaciones mesoamericanas, especialmente registrados entre los pueblos nahuas (aztecas) dicen que no hubo sobrevivientes de la inundación y que la creación tuvo que comenzar de
cero, mientras que otros relatos aseguran que los humanos actuales descienden de un pequeño número de sobrevivientes, en algunos relatos, los sobrevivientes transgreden a los dioses al encender un
fuego y, en consecuencia, se convierten en animales.
En la mitología inca,
Viracocha destruyó a los gigantes con un Gran Diluvio, y dos personas repoblaron la tierra. Excepcionalmente, sobrevivieron en cuevas selladas.
En la mitología mapuche, la
Leyenda de Trentren Vilu y Caicai Vilu dice que una batalla entre dos serpientes míticas provocó un Gran Diluvio; y posteriormente creó el mundo mapuche tal como lo conocemos
hoy.
Y concluiremos nuestro húmedo recorrido
entre las ricas mitologías de los pueblos polinesios, de las que hay que destacar que ninguna de ellas se acerca a la escala del diluvio bíblico.
La gente de Ra'iatea habla de
dos amigos, Te-aho-aroa y Ro'o, que fueron a pescar y accidentalmente despertaron al dios del océano Ruahatu con sus anzuelos. Enfurecido, juró hundir a Ra'iatea debajo del
mar. Te-aho-aroa y Ro'o pidieron perdón, y Ruahatu les advirtió que solo podían escapar llevando a sus familias al islote de Toamarama. Zarparon, y durante la noche, la
isla se deslizó bajo el océano, para volver a levantarse a la mañana siguiente. Nada sobrevivió, excepto estas familias, que erigieron los marae sagrados (templos) dedicados al dios
Ruahatu.
Una leyenda similar se encuentra en
Tahití. No se da ninguna razón para la tragedia, pero toda la isla se hundió bajo el mar, excepto el Monte Pitohiti. Una pareja humana logró huir allí con sus animales y
sobrevivió.
En Hawai, otra pareja humana, Nu'u
y Lili-noe, sobrevivieron a una inundación en la cima de Mauna Kea en la Isla Grande. Nu'u hizo sacrificios a la luna, a quien atribuyó erróneamente su seguridad. Kane, el dios
creador, descendió a la tierra en un arco iris, explicó el error de Nu'u y aceptó su sacrificio.
En las Marquesas, el gran dios de la
guerra Tu se enojó por los comentarios críticos hechos por su hermana Hii-hia. Sus lágrimas atravesaron el suelo del cielo hasta el mundo inferior y crearon un torrente de lluvia
que arrasó todo a su paso. Sólo seis personas sobrevivieron.
En conclusión, y tras la relación de
este abanico de diferentes leyendas sobre el mismo mito, podemos deducir que los dioses son bastante susceptibles y se enojan por cualquier cosa arrasando con todo lo que han creado, para luego,
arrepentirse y prometer que ya no lo volverán a hacer… Y es que la eternidad debe ser muy aburrida… Por otro lado, podemos comprobar que todas se parecen, en todas las diferentes leyendas aparecen
puntos comunes y hechos similares, lo que da para pensar si esto de la globalización no estaba ya inventado hace un montón de siglos. Lo de si estos sucesos han sido reales, alegóricos o un simple
cuento no estoy capacitado para asegurar nada, así que lo mejor es que concluyamos dando un repaso a algunas diferentes hipótesis que intentan dar veracidad al hecho de que alguna vez hubiera un
Diluvio Universal.
Según dos publicaciones, The First
Fossil Hunters por Adrienne Mayor, y Fossil Legends of the First Americans, se ha generado la hipótesis de que las historias de inundaciones se han inspirado en antiguas observaciones
de conchas marinas y peces en zonas del interior de los continentes y en las cumbres de las montañas. Aunque los griegos, los egipcios, los romanos y los chinos comentaron en antiguos escritos sobre
estas conchas y peces, fue Leonardo da Vinci quien postuló que un diluvio inmediato no podría haber causado los estratos ordenados que él encontró en los Apeninos italianos. Los griegos plantearon la
hipótesis de que la Tierra había sido cubierta por el agua varias veces, y notaron las conchas marinas y los fósiles de peces que se encuentran en las cimas de las montañas como evidencia de esta
creencia. Los nativos americanos también expresaron esta creencia a los primeros europeos. Claro que para qué vamos a hablar sobre placas tectónicas, con sus pliegues, fallas, terremotos y
erupciones…
Algunos geólogos creen que una
inundación bastante espectacular de algunos ríos en el pasado podría haber influido en estas leyendas. Una de las hipótesis más recientes y bastante controvertidas de este tipo es la Teoría de
Ryan-Pitman, que defiende un diluvio catastrófico entre 5600 a.C. desde el Mar Mediterráneo hasta el Mar Negro. Este ha sido un tema de discusión considerable, y un buen artículo del
National Geographic News, en febrero de 2009, donde se indica que las inundaciones podrían haber sido "bastante leves".
También ha habido especulaciones de que
un gran tsunami en el mar Mediterráneo causado por la erupción de Thera, la isla italiana actualmente conocida como Santorini, durante la época minoica fue la base histórica para el mito de
Deucalión. Sin embargo, el tsunami subsiguiente golpeó el sur del mar Egeo y Creta y no afectó a ciudades en el continente de Grecia, como Micenas, Atenas y Tebas, que continuaron
prosperando, por lo que tuvo un efecto local más que regional.
Otra teoría es que un meteoro o cometa
se estrelló en el Océano Índico en tiempos prehistóricos alrededor del 2800-3000 a.C., creando el cráter submarino Burckle, de 30 kilómetros de diámetro, y generó un tsunami gigante que inundó las
tierras costeras.
Se ha postulado que el mito del Diluvio
puede estar basado en el aumento repentino en los niveles del mar causado por el drenaje repentino del lago Agassiz prehistórico al final de la última Edad de Hielo, aproximadamente 8,400
años antes del presente, tras verter sus aguas en el mar, este lago dio ligar a la zona de los Grandes Lagos Norteamericanos.
Los defensores de la geología de las
inundaciones sostienen que el diluvio bíblico y el arca de Noé deben tomarse literalmente, en el cual los procesos geológicos más observados (como la fosilización o los estratos sedimentarios) son un
resultado posterior de este evento.
Si bien algunas personas creen que hubo
una inundación mundial, la geología de la inundación en sí misma ha sido rechazada por los geólogos, biólogos e historiadores de la corriente principal, la mayoría de los cuales la consideran
pseudociencia. Aunque en un momento, incluso los trabajadores prominentes en la arqueología bíblica estaban dispuestos a argumentar el apoyo a la geología de las inundaciones, esta opinión ya no se
sostiene ampliamente.
En la década de 1920, los arqueólogos
asociaron la inundación sumeria con una capa de depósitos fluviales que interrumpieron los asentamientos en una amplia zona del sur de Mesopotamia. Esto llevó a la especulación en el momento en que
se había encontrado en la inundación mencionada el arca de Noé, al tratar de conectar la antigua leyenda de la inundación del Cercano Oriente con esta inundación histórica. Sin embargo, no hay
evidencia de que la leyenda de la inundación en el Génesis de Eridu fuera la misma que la inundación histórica mencionada en la lista del rey, o de que los mismos sumerios los
unieran.
Así que no nos queda nada claro, pues
por un lado tenemos las leyendas y por el otro una serie de investigaciones que no han conseguido llegar a ninguna conclusión, solo hay, por un lado, las leyendas, por el otro, las hipótesis y, eso
sí, en muchos casos, una buena dosis de fe, porque de lo contrario, ya me contaréis cómo consiguió Noé meter en su arca a una pareja de cada especie animal que pululaba por la tierra y los
aires…
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