El volumen de una sombra
En la soledad
Es tarde;
las musas hora es que estén dormidas,
pero aún quedas tú
y no sé de qué hablarte.
Es costumbre
que tu nana me adormezca
y una historia,
siempre nueva y siempre repetida,
llene de figuras el sueño de mis noches.
Las niñas buenas ya están dormidas,
pero tú sigues a mi lado.
¡Cuánto daría por poder tocarte!
Es tarde,
hora es de descender hasta los mundos inventados,
o ascender hacia los cielos peregrinos,
hora es de soñar
que puedo amarte.
Ancrugon
Cuarto abandonado
casa sin dueño
el vacío acecha
bajo mis palabras.
Alejandro Jodorowsky
LOS CLÁSICOS DIVERTIDOS: El jardín de los exempla - 4º, por Ancrugon
Contar cuentos es una acción humana tan antigua como la misma capacidad de hablar. Con ellos se ha entretenido, comunicado, informado, enseñado...; han sido (y son) medio de expresión, de arte, demostración de un hecho, o simple juguete. Los cuentos siempre fueron los amigos confidentes de nuestros ratos solitarios en la infancia, y los niños ríen, lloran, odian, aman, temen, se emocionan con las peripecias de unos personajes que llenan por entero su imaginación. Pero también los mayores leen cuentos y buscan, en su intensa brevedad, esa pizca mágica de algo que, aunque incorpóreo e inmaterial, puede colmar cumplidamente tantos momentos vacíos: la imaginación.
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