El volumen de una sombra
a un libro
¿Cómo puedo interpretar tus palabras
si de la materia en fluidez sin límites
a cada paso libre se desgrana
alguna idea sutil conseguida
en anónimas guerras momentáneas?
Y ya es lo cotidiano de mi vida
el susurro de tu aura deslizada
del lábil y sintético soporte
de tu voz, esperanza en cuna blanca.
Pero aún habrá quien infeliz diga
que carece de sentido, que es nada,
etéreo, el tenerte entre las manos.
¿Cuándo, loco, sentirá su pobre alma
de ser un pequeño dios lo inefable
que crea, sueña, ordena, archiva y guarda
y forma los muros del mundo íntimo
con la forma táctil, concisa y clara
de la especulación sin fin del tiempo?
Cuando me pierdo en tu multitud de alas
o por el laberinto blanco y negro
de tu totalidad recién creada
dejo de ser quien soy: ni agua, ni sol,
para ser puerta abierta de tu casa.
Y aún sueño con poder algún día
entre tu albo corazón crear mi ara.
Ancrugon
LOS CLÁSICOS DIVERTIDOS: El jardín de los exempla - 3º, por Ancrugon
Contar cuentos es una acción humana tan antigua como la misma capacidad de hablar. Con ellos se ha entretenido, comunicado, informado, enseñado...; han sido (y son) medio de expresión, de arte, demostración de un hecho, o simple juguete. Los cuentos siempre fueron los amigos confidentes de nuestros ratos solitarios en la infancia, y los niños ríen, lloran, odian, aman, temen, se emocionan con las peripecias de unos personajes que llenan por entero su imaginación. Pero también los mayores leen cuentos y buscan, en su intensa brevedad, esa pizca mágica de algo que, aunque incorpóreo e inmaterial, puede colmar cumplidamente tantos momentos vacíos: la imaginación.
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