Érase una vez

Teoría y creación de relatos.

 

Artículos: 59 hasta el momento.

ÉRASE UNA VEZ: Exilio, de Edmond Hamilton, por Melquíades Walker.

 

¡Lo que daría ahora por no haber hablado de ciencia ficción aquella noche! Si no lo hubiéramos hecho, en estos momentos no estaría obsesionado con esa extraña e imposible historia que nunca podrá ser comprobada ni refutada.

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ÉRASE UNA VEZ: Esa mujer, de Rodolfo Walsh, por Melquíades Walker.

 

Esa mujer, de Rodolfo Walsh fue escrito en 1965 y publicado por primera vez en la revista Primera Plana en 1967. Se trata de un relato basado en hechos reales sobre el destino del cadáver de Eva Perón, la esposa del presidente argentino Juan Domingo Perón, que fue secuestrado y ocultado por los militares que derrocaron a su marido en 1955.

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ÉRASE UNA VEZ: En memoria de Paulina, de Adolfo Bioy Casares, por Melquíades Walker.

 

Todos los días la misma rutina. La misma voz dulce que te despierta: “Ya es la hora, cariño. Debes levantarte” ... es la más sugerente que has encontrado en el distribuidor, aunque tus amigas bromeen por el hecho de que hayas elegido la de una mujer y no la de un hombre... Pero tú lo tienes muy claro...

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ÉRASE UNA VEZ: El inmortal, de Jorge Luis Borges.

 

Jorge Luis Borges es mundialmente conocido por ser el precursor del género denominado “realismo mágico”, tan utilizado en la literatura sudamericana.

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ÉRASE UNA VEZ: EN el bosque, de Ryunosuke Akutagawa, por Melquíades Walker.

 

Yo confirmo, señor oficial, mi declaración. Fui yo el que descubrió el cadáver. Esta mañana, como lo hago siempre, fui al otro lado de la montaña para hachar abetos. El cadáver estaba en un bosque al pie de la montaña. ¿El lugar exacto? A cuatro o cinco cho, me parece, del camino del apeadero de Yamashina. Es un paraje silvestre, donde crecen el bambú y algunas coníferas raquíticas.

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ÉRASE UNA VEZ: El regalo de los reyes magos, de O.  Henry, por Melquíades Walker.

 

Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y setenta centavos estaban en céntimos. Céntimos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el almacenero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado. Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.

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ÉRASE UNA VEZ: El caso de la doncella perfecta, de Agatha Christie.

 

Agatha Christie ganó fama internacional y una fortuna considerable como la escritora de ficciones de intriga y misterio más vendida de la historia gracias a su ingenio en el diseño de las tramas, su habilidad para crear personajes, como Miss Marple o Hercule Poirot, y su genial humor.

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ÉRASE UNA VEZ: La muerte y la brújula, de Jorge Luis Borges, por Melquíades Walker.

 

De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan extraño —tan rigurosamente extraño, diremos— como la periódica serie de hechos de sangre que culminaron en la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. Es verdad que Erik Lönnrot no logró impedir el último crimen, pero es indiscutible que lo previó.

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ÉRASE UNA VEZ: El barril de amontillado, de Edgar Allan Poe, por Melquíades Walker.

 

 Había yo soportado hasta donde me era posible las mil ofensas de que Fortunato me hacía objeto, pero cuando se atrevió a insultarme juré que me vengaría.

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ÉRASE UNA VEZ: El nadador, de John Cheever, por Melquíades Walker

 

Era uno de esos domingos de mediados del verano, cuando todos se sientan y comentan: –Anoche bebí demasiado. Quizá uno oyó la frase murmurada por los feligreses que salen de la iglesia, o la escuchó de labios del propio sacerdote, que se debate con su casulla en el vestiarium, o en las pistas de golf y de tenis, o en la reserva natural donde el jefe del grupo Audubon sufre el terrible malestar del día siguiente.

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ÉRASE UNA VEZ: El jorobadito, de Roberto Arlt, por Melquíades Walker

 

Los diversos y exagerados rumores desparramados con motivo de la conducta que observé en compañía de Rigoletto, el jorobadito, en la casa de la señora X, apartaron en su tiempo a mucha gente de mi lado.

Sin embargo, mis singularidades no me acarrearon mayores desventuras, de no perfeccionarlas estrangulando a Rigoletto.

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ÉRASE UNA VEZ: Encender una hoguera, de Jack Londo, por Melquíades Walker

 

Acababa de amanecer un día gris y frío, enormemente gris y frío, cuando el hombre abandonó la ruta principal del Yukón y trepó el alto terraplén por donde un sendero apenas visible y escasamente transitado se abría hacia el este entre bosques de gruesos abetos.

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ÉRASE UNA VEZ: El traje nuevo del Emperador, de Hans Christian Andersen, por Melquíades Walker

 

Ya que en este número se nos proponía hablar sobre la “verdad”, me vino a la memoria este cuento clásico de Hans Christian Andersen, El traje nuevo del Emperador, donde el concepto de la “verdad” queda relativizado por la perspectiva de la mirada o el interés particular. Es el típico caso de “la verdad oficial”, aquella que se impone y que todos seguimos e, incluso, defendemos, a pesar de que, en el fondo, sabemos que no lo es. Sin embargo, siempre habrá alguna voz no contaminada que la deje en evidencia…

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ÉRASE UNA VEZ: El guardagujas, de Juan José Arreola, por Melquíades Walker

 

El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie quiso cargar, le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera miró los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado y pensativo consultó su reloj: la hora justa en que el tren debía partir.

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ÉRASE UNA VEZ: La nada, de Leonid Andreiev, por Melquíades Walker

 

Se estaba muriendo un alto dignatario, viejo, importante; un gran señor que tenía mucho apego a la vida. Era para él muy penoso morir; no creía en Dios ni comprendía por qué moría y lo dominaba el terror. Era horrible ver cómo sufría.

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ÉRASE UNA VEZ: El episodio Kugelmass, de Woody Allen, por Melquíades Walker

 

El profesor Kugelmass, quien dictaba clases de Humanidades en el City College, estaba infelizmente casado por segunda vez. Su esposa, Dafne Kugelmass, era una idiota. Él también tenía dos hijos tontos de su primera esposa, Flo, y estaba hasta el cuello de deudas ocasionadas por los costos de la separación y manutención de los niños.

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ÉRASE UNA VEZ: El día no restituido, de Giovanni Papini, por Melquíades Walker

 

Conozco muchas viejas y hermosas princesas, pero solamente a aquellas que son tan pobres que apenas tienen una pequeña sirvienta vestida de negro y que están reducidas a vivir en alguna degradada villa toscana, una de esas escondidas villas donde dos cipreses polvorientos montan guardia junto a un portal de rejas murado.

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ÉRASE UNA VEZ: Ante la Ley, de Franz Kafka, por Melquíades Walker

 

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

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ÉRASE UNA VEZ: Un marido sin vocación, de Enrique Jardiel Poncela, por Melquíades Walker

 

Un otoño -muchos años atrás-, cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.

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ÉRASE UNA VEZ: Sangre extraña, de Mijail Sholojov, por Melquíades Walker

 

Sangre extraña es un cuento del escritor soviético Mijail Sholojov, publicado en 1925 dentro de su colección titulada Cuentos del Don, donde los sentimientos puramente humanos surgen por encima de las ideologías y de los dogmas inventados e impuestos.

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ÉRASE UNA VEZ: El cuentista, de H.H. Munro "Saki", por Melquíades Walker

 

Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño.

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ÉRASE UNA VEZ: Una rosa para Emily, de William Faulkner, por Melquíades Walker

 

Cuando murió la señorita Emilia Grierson, casi toda la ciudad asistió a su funeral; los hombres, con esa especie de respetuosa devoción ante un monumento que desaparece; las mujeres, en su mayoría, animadas de un sentimiento de curiosidad por ver por dentro la casa en la que nadie había entrado en los últimos diez años, salvo un viejo sirviente, que hacía de cocinero y jardinero a la vez.

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ÉRASE UNA VEZ: Diles que no me maten, de Juan Rulfo, por Melquíades Walker

 

-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.

-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.

-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

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ÉRASE UNA VEZ: El capote, de Nicolái Gógol, por Melquíades Walker

 

Nikolái Gógol fue un sencillo funcionario de la burocracia zarista de mediados del siglo XIX, por lo que conoció de primera mano la cruel monotonía y la desesperante invisibilidad de ese trabajo, sobreviviendo mucho tiempo con su mezquino sueldo, aspectos estos que dejará reflejados, así como las insospechadas paradojas que le reportaba el desarrollo de sus tareas administrativas, en algunas de sus obras, especialmente en la que nos ocupa, siendo característico de todas ellas la franqueza, la ironía y el realismo social, además del uso de elementos fantásticos y un estilo poco convencional.

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ÉRASE UNA VEZ: El ahogado más hermoso del mundo, de Gabriel García Márquez, por Melquíades Walker

 

Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado.

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ÉRASE UNA VEZ: Vecinos, de Raymond Carver, por Melquíades Walker

 

Bill y Arlene Miller eran una pareja feliz. Pero de cuando en cuando tenían la sensación de que en su círculo de amistades se les había relegado —y sólo a ellos— un tanto, y que tal actitud había hecho que Bill se entregara a su trabajo de contable y que Arlene se dedicara a sus tareas de secretaria. Hablaban de ello a veces, sobre todo comparando su vida con la de sus vecinos Harriet y Jim Stone…

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ÉRASE UNA VEZ: Dejar a Matilde, de Alberto Moravia, por Melquíades Walker

 

Un amigo mío camionero ha escrito en el cristal del parabrisas: “Mujeres y motores, alegrías y dolores”. No digo yo que no tenga sus buenas razones para decir que los dolores y las alegrías que le procuran las mujeres tengan más o menos el mismo peso en la balanza de su vida. Digo que, al menos por lo que se refiere a Matilde y a mí, esa balanza andaba muy desequilibrada: por un lado, muy alto, el platillo de las alegrías; por el otro, muy bajo, el platazo de los dolores. De modo que, al final, tras un año de noviazgo de puras peleas, incumplimientos de palabra, bribonadas y traiciones, decidí dejarla a la primera oportunidad.

ÉRASE UNA VEZ: Bola de Sebo, de Guy de Moupassant, por Melquíades Walker

 

Durante muchos días consecutivos pasaron por la ciudad restos del ejército derrotado. Más que tropas regulares, parecían hordas en dispersión. Los soldados llevaban las barbas crecidas y sucias, los uniformes hechos jirones, y llegaban con apariencia de cansancio, sin bandera, sin disciplina. Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de concebir una idea o de tomar una resolución; andaban sólo por costumbre y caían muertos de fatiga en cuanto separaban.

ÉRASE UNA VEZ: Cuento azul, de Marguerite Yourcenar, por Melquíades Walker

 

Los mercaderes procedentes de Europa estaban sentados en el puente, de cara a la mar azul, en la sombra color índigo de las velas remendadas de retazos grises. El sol cambiaba constantemente de lugar entre los cordajes y, con el balanceo del barco...

ÉRASE UNA VEZ: Casa tomada, de Julio Cortázar, por Melquíades Walker

 

 Cortázar publicó en 1951 una colección de cuentos que llevaba por título Bestiario, como una de las ocho narraciones en él contenidas, un conjunto de historias inquietantes, misteriosas y fantásticas que, gracias a su prosa fluida y envolvente, nos irá conduciendo hacia unos finales inesperados.

ÉRASE UNA VEZ: Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, por Melquíades Walker

 

Bartleby es un extraño relato de Herman Melville, quien lo publicó, por primera vez, durante 1853, en la revista Putman’s Magazine de manera anónima. De él se ha dicho que era el precursor de la literatura del absurdo y del existencialismo y se le han buscado relaciones con las creaciones de Kafka, sobre todo por parte de Albert Camus, y algunos han ido más lejos y lo han conectado con Beckett o Ionesco.

ÉRASE UNA VEZ: Algunas peculiaridades de los ojos, de Philip K. Dick, por Melquíades Walker

 

Seguramente muchos de ustedes conocerán, más por el cine que por su lectura, títulos como “Blade Runner”, “Desafío total” o “Minority Report”, pues el cuento que les traemos en esta ocasión fue escrito por el mismo autor que las novelas que inspiraron esos éxitos del cine, nos referimos a Philip K. Runner, catalogado por muchos críticos como un “escritor de segunda” del que interesan más sus ideas que su calidad literaria, pero supongo que, tras leer este relato, no estarán de acuerdo con ellos.

ÉRASE UNA VEZ: Aceite de perro, de Ambrose Bierce, por Melquíades Walker.

 

Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mi madre poseía un pequeño estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio.

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ÉRASE UNA VEZ: A la deriva, de Horacio Quiroga, por Melquíades Walker.

 

La narrativa del uruguayo Horacio Quiroga está firmemente enraizada en la naturaleza, sobre todo en la perteneciente a las latitudes tropicales de Latinoamérica, donde la muerte es una constante, tanto en lo real del hecho como en lo fantástico que de ella deriva. Y aunque su forma de narrar es la clásica y cumple fielmente las pautas marcadas por los cánones tradicionales, sin embargo se desenvuelve con maestría en el breve espacio del cuento sin ceder ni un instante la tensión ni la intensidad de la narración, ni descuidando la visión realista del espacio o el argumento.

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ÉRASE UNA VEZ: El color que cayó del cielo, de H. P. Lovecraft, por Melquíades Walker

 

Decir Lovecraft es nombrar al miedo. El escritor estadounidense, nacido en Providence el 20 de agosto de 1890, es considerado el gran renovador de los relatos de terror, creando, para ello, su propia mitología que dio a llamar Cthulhu, donde no sigue la temática acostumbrada de lo sobrenatural, de las típicas apariciones fantasmagóricas o demoníacas, sino que crea lo que se denomina el horror cósmico, utilizando el universo de la ciencia ficción como medio para desarrollar sus fantasías y temores.

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ÉRASE UNA VEZ: El pirata de la costa, de Francis Scott Fitzgerald, por Melquíades Walker

 

Esta historia inverosímil empieza en un mar que era como un sueño azul, de un color tan vivo como el de unas medias de seda azul, y bajo un cielo tan azul como el iris de los ojos de los niños. Desde la mitad oeste del cielo el sol lanzaba pequeños discos dorados sobre el mar: si mirabas con suficiente atención, podías ver cómo saltaban de ola en ola para unirse en un largo collar de monedas de oro que confluían a un kilómetro de distancia antes de convertirse en un crepúsculo deslumbrante. Entre la costa de Florida y el collar de oro, fondeaba un flamante y airoso yate blanco, y bajo la toldilla de popa azul y blanca, tendida en una tumbona de mimbre, una joven rubia leía La rebelión de los ángeles de Anatole France.

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ÉRASE UNA VEZ: Enoch Soames, de Max Beerboohm, por Melquíades Walker.

 

Enoch Soames es el título de un cuento del escritor británico Max Beerbohm, el cual hace referencia al personaje principal de esta historia publicada originalmente en la edición de The Century Magazine de mayo 1916, siendo incluida en 1919 en la antología de Beerbhom titulada Seven Men (Siete hombres). Enoch Soames es una magnífica sátira repleta de humor británico sobre los escritores mediocres y sus esfuerzos denodados por encontrar su sitio en el Parnaso de la fama.

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ÉRASE UNA VEZ: La señora del perrito, de Anton Chejov, por Melquíades Walker

 

Cuando alguien nos menciona el nombre de Anton Chejov, lo primero que nos viene a la mente sobre su persona son sus grandes obras dramáticas como “Ivanov”, “La gaviota”, “Tío Vania”, “Las tres hermanas” o “El jardín de los cerezos”, entre otras menos conocidas, puesto que Chejov está considerado como uno de los grandes dramaturgos de finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo no podemos...

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ÉRASE UNA VEZ: La primera nevada, de Julio Ramón Ribeyro, por Melquíades Walker

 

 Los objetos que me dejó Torroba se fueron incorporando fácilmente al panorama desordenado de mi habitación. Eran, en suma, un poco de ropa sucia envuelta en una camisa y una caja de cartón conteniendo algunos papeles. Al principio no quise recibirle estos trastos porque Torroba tenía bien ganada una reputación de ladronzuelo de mercado y era sabido que la policía no veía las horas de ponerlo en la frontera por extranjero indeseable. Pero Torroba me lo pidió de tal manera, acercando mucho al mío su rostro miope y mostachudo, que no tuve más remedio que aceptar.

- Hermano, ¡sólo por esta noche! Mañana mismo vengo por mis cosas.

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ÉRASE UNA VEZ: Los nueve billones de nombres de Dios, de Arthur Clark, por Melquíades Walker

 

La ciencia es un campo abonado para que crezca en él las flores de la imaginación… Sin imaginación, se podría afirmar, la ciencia no existiría, pues toda hipótesis se alimenta de ella y luego ya le corresponde al científico encontrar los caminos de la razón y la lógica para explicar lo inexplicable. Por lo tanto no puede extrañarnos que desde ese mundo de fórmulas y milagros nos lleguen tal cantidad de narradores quienes pretenden, con sus desvíos por los atajos de la fantasía, liberarse de lo exacto para regodearse en lo imposible, aunque a veces… ¿Quién se lo iba a decir a Julio Verne?...

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ÉRASE UNA VEZ: Paseo nocturno, de Rubem Fonseca, por Ancrugon

 

El brasileño Rubem Fonseca es uno de esos autores de inspiración tardía, pues no fue hasta sus treinta y ocho años cuando comenzó su carrera literaria, sin embargo, no llegó a ella con las manos vacías, sino repletas de las experiencias vividas en su trabajo anterior como abogado y policía y, sobre todo, atesoradas durante el tiempo pasado ejerciendo en las calles de Río de Janeiro, de las cuales obtuvo un rico bagaje de temas e imágenes que plasmará en sus libros.

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ÉRASE UN VEZ: Vendrán lluvias suaves, de Ray Bradbury, por Melquíades Walker

 

Ray Bradbury, el hombre que nos conmovió al hacernos imaginar un mundo sin libros en “Fahrenheit 451” dijo una vez que en sus obras no trataba de hacer predicciones acerca del futuro, sino avisos. Gran narrador y con una más que notable habilidad y facilidad para sintetizar ideas y mensajes en el pequeño espacio de un cuento, la mayor parte de los cuales tienen un propósito moral, es especialista en producir en el lector una angustia metafísica y desconcertarnos en nuestra fatalista contemplación de nuestra propia derrota en manos del tiempo.

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Érase una vez

El milagro secreto, de Borges

Melquíades Walker – Abril 2013

 

 

Borges es el escritor de cuentos por excelencia. Cuando alguien le reprochaba el hecho de que jamás escribiera una novela, él les respondía que prefería escribir cuentos porque éste era un género esencial y directo, no así la novela que necesitaba del relleno para hacerla más extensa, y ponía como ejemplo a aquellos narradores que habían tocado los dos géneros, de los cuales decía que eran mejores sus cuentos que sus novelas, pues para él era una pérdida de tiempo y energía exponer en quinientas páginas aquello que podía ser dicho en pocos minutos…

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Érase una vez

“Sobre el amor”, Un relato de Chejov

Melquíades Walker – Febrero 2013

 

 

En el desayuno del día siguiente sirvieron unas tortitas deliciosas, cangrejos de río y chuletas de carnero, y mientras desayunábamos subió Nikanor, el cocinero, a preguntar qué deseaban los visitantes para la comida. Era un hombre de mediana estatura, rostro abotargado y ojos pequeños, totalmente rasurado, y parecía que su bigote no había sido afeitado sino arrancado de cuajo.

Aiyohin dijo que la bella Pelageya estaba enamorada de este cocinero. Como era un borrachín y de carácter violento, ella no quería casarse con él, pero estaba dispuesta a vivir con él así. Él, sin embargo, era muy devoto, y sus sentimientos religiosos no le permitían vivir "así"; insistía, pues, en el casamiento y no quería vivir de otro modo; y cuando estaba ebrio le regañaba y hasta le pegaba. Cuando estaba ebrio ella se escondía en el piso de arriba y rompía a llorar; entonces Aiyohin y la servidumbre se quedaban en la casa a fin de defender a la muchacha.

 

Érase una vez

El jardín encantado

Melquíades Walker - Enero 2013



 

En esta ocasión he querido acercarme a la figura de uno de los grandes narradores europeos y mundiales nacido, curiosamente, en Cuba, Santiago de las Vegas para más datos, el 15 de octubre de 1923, pero de nacionalidad italiana ya que, al poco tiempo de su llegada a este mundo, sus padres se establecieron en San Remo, Italia, donde regentaron una estación experimental de floricultura. Sin embargo, no compete a nuestra página adentrarnos en las biografías de los autores, sino en su forma de trabajar la prosa y el estilo de su narración...

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Érase una vez

El gato negro, de Edgar Allan Poe

Melquíades Walker – Diciembre 2012

 

 

“El gato negro”es un cuento de terror escrito por el autor norteamericano Edgar Allan Poe en 1843 y que fue publicado por primera vez ese mismo año en el Saturday Evening Post. Este es uno de sus cuentos más conocidos y en él combina dos de sus características más notables, el horror y la psicología, además de poseer un claro ejemplo de su capacidad para mantener las expectativas del lector con un dominio perfecto del tono y del incidente. Como en muchos otros de sus relatos, el narrador, en primera persona y protagonista de los sucesos, apunta claramente su punto de vista y nos conduce de la mano hasta la solución final...

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Érase una vez

Cinco cuentos de Kafka

Melquíades Walker - Noviembre 2012

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Érase una vez

Teoría de la novela - 4

Melquíades Walker - Octubre 2012

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Érase una vez

Teoría de la novela - 3

Melquíades Wlaker - Septiembre 2012

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Érase una vez

Teoría de la novela - 2

Melquíades Walker - Agosto 2012

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Érase una vez

Teoría de la novela - 1

Melquíades Walker – Junio 2012

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Érase una vez

El problema del final

Melquíades Walker – Mayo 2012

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Érase una vez

El problema del inicio

Melquíades Walker – Abril 2012

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Érase una vez

El autorretrato

Melquíades Walker– Marzo 2012

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ÉRASE UNA VEZ: El retrato, por Meñquíades Walker

 

Cada uno ve el mundo a su manera, eso es evidente, por lo tanto, cualquier retrato siempre será bastante subjetivo puesto que nos inclinaremos a destacar más aquellos detalles y aspectos que nos hayan llamado la atención, tanto por agrado o por lo contrario.

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ÉRASE UNA VEZ: Teoría del cuento II. La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges, por Malquíades Walker

 

Para escribir un cuento lo primero es saber utilizar la más maravillosa herramienta que la naturaleza nos ha entregado, la imaginación. Cualquier persona la posee, pero no todo el mundo sabe usarla. Hay quienes la acunan en un duermevela eterno desde que nacieron y la pobre se va quedando sin masa muscular, otros la esgrimen como arma arrojadiza a la mínima ocasión resultando algo afectado y sin sentido. Sin embargo, cuando alguien logra manejarla con agilidad y destreza, aparecen creaciones de elegancia tal que pueden ostentar el título de obra de arte…

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ÉRASE UNA VEZ: Teoría del cuento I - Lluvia, lluvia, vete lejos, de Isaac Asimov, por Melquíades Walker

 

Escribir un cuento consiste en decir mucho con muy pocas palabras, no significa esto que el cuento sea breve porque su acción también lo es, sino que el buen cuentista debe saber contar algo extenso en un espacio reducido. Sin embargo, hay que cuidarse de no omitir cosas importantes por el hecho de abreviar, pues en un buen cuento no se puede escatimar la información, sólo debemos omitir lo innecesario, aquello que es prescindible para mantener la tensión.

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ÉRASE UNA VEZ: Leyendas de Bécquer, por Ancrugon.

 

Durante el Romanticismo se liberó la imaginación de los opresores límites impuestos por el Neoclasicismo, por ello, el artista, ser individual, único e irrepetible, inconformista y severo crítico del momento social que le tocaba vivir, buscaba sus horizontes creativos más allá del tiempo y el espacio que habitaba.

ÉRASE UNA VEZ: Yo vi, una vez, un rayo de sol, por Ancrugon

 

Todos heredamos el mundo que nos dejan nuestros mayores, con sus virtudes y sus defectos, y nosotros lo dejaremos de herencia a quienes nos sucedan… Es ley de vida. Por ello es importante saber respetar lo que nos ceden y mejorar lo mejorable y no estropear lo que es bueno… ¡Qué difícil!...

ÉRASE UNA VEZ: El narrador, por Ancrugon

 

El narrador es esa voz que todo lo sabe y nos va contando la historia. No es el autor, pues, si coincidieran, ya no sería ficción sino autobiografía. Es una herramienta de la que puede disponer el creador para plantearnos el enfoque de su obra que pretende dar. Él lo ve todo un punto de vista y luego nos dice lo que está ocurriendo y así, podemos encontrar distintos enfoques. Por ejemplo, el narrador puede estar fuera de los acontecimientos y no se alude a sí mismo en ningún momento, simplemente se limita a relatarnos los hechos tal como él los ve, o pretende verlos:

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