CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: El fin del mundo, por Ángeles Sánchez
No sé si es el aire, si es el agua o si son las sobredosis de cafeína y azúcar. El tema es que aquí nos hemos visto obligados a desarrollar un nuevo método de judgar a las personas.
CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: Traición y venganza, por Ángeles Sánchez
“Cuando la fortuna te sonríe al llevar a cabo algo tan violento y feo como la venganza, es una prueba irrefutable no sólo de que Dios existe, sino de que estás cumpliendo su voluntad.” (Kill Bill). Hace un año aproximadamente me presentaron a una señora muy vieja y cruel, parecía una bruja. Llevaba en mi vida unos cinco años, aunque yo no la conocía.
CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: Maniquíes, por Ángeles Sánchez
Tengo un problema: cada día trago menos a la gente. No sé, me cuesta digerir tanta falsedad. Se me atragantan esas personas que te venden una imagen de perfección, de: “Hola, soy super guay; bebo martinis y bailo como Beyonce- Justin Timberlake”. Pobres ellas, narcisistas que, enamoradas de sí mismas, pretenden que su halo de autosuficiencia (figurada) sea perceptible allá por donde pasen. A veces tengo que aguantarme y morderme la lengua para no decirles: “Hola, yo soy bulímica; vomito a todas las personas como tú.”
CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: El orden del universo, por Ángeles Sánchez
Son las siete de la mañana y te despiertas sobresaltada: “¡Qué ganas tengo de estrellar ese despertador!”, piensas. Te diriges al balcón, lo abres y: “Otra vez nubes, ¡bien!”. Medio zombie intentas llegar hasta la cocina estrellandote contra todo. Un ojo cerrado y el otro abierto, después del shock que la luz produce en ellos, no quieres sufrir más de lo realmente necesario.
CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: Cada mañana, por Ángeles Sánchez.
Cada mañana, cada día, es algo nuevo, algo diferente...nadie sabe lo que va a pasar o lo que no, puede que por la tarde, mientras leo mi nuevo libro en italiano y tomo un café, conozca al hombre de mi vida, o con el que no voy a, de echo no quiero, durar mas de una semana. Puede que por la noche beba más de la cuenta, puede que baile en el podio de lo que aquí se hacen llamar discotecas, ¿quién sabe?, quizá vuelva a casa a las doce de la noche, o puede que volvamos a las seis de la madrugada...lo que siempre es seguro es que cuando despierte, subiré la persiana, abriré la ventana y esas vistas otoñales estarán ahí para mí...
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