Nadie lo dice porque no sería correcto, pero todos ven a Ben
como un error evolutivo, una broma genética que mancha la perfecta armonía de aquella sociedad pagada de sí misma. Símbolo claro de aquella sociedad sustentada sobre una base compuesta de negros
privados de derechos, asiáticos y blancos desempleados, pero todos ignorados por las clases consideradas superiores como si fueran algo anormal, algo ajeno a ellos y a sus conciencias. Sin embargo,
Ben es uno de ellos, engendrado por ellos y con su misma carga genética. Su familia perfecta también puede crear monstruos.
En un momento dado les puede el egoísmo y el bálsamo de la
indiferencia y buscan un lugar donde internar al pequeño Ben, lo que, probablemente, la mayor parte de los lectores llegarán a entenderlo. Pero el instinto materno es más poderoso y Harriet decide
rescatarlo, aunque la semilla del miedo y la desconfianza harán de él una persona inadaptada.
El personaje de Harriet es interesante para analizar. Ella
aparece como la mujer, esposa y madre modelo, pero tras tener cuatro hijos en el corto plazo de seis años, está física y psicológicamente agotada. Su sueño de una familia tradicional perfecta:
grande, feliz y ordinaria, se convierte en una enorme carga, por lo que, cuando queda embarazada por quinta vez, toda su hostilidad reprimida parece concentrarse en el pequeño ser que crece en su
interior, el cual ha dejado de se una nueva esperanza para convertirse en una pesadilla. Pronto le surge un odio irracional hacia él y su mera existencia la consume y tortura. Su propia familia la ha
criticado por querer tener este quinto hijo, luego la culpan por haber parido un monstruo y, finalmente, por rescatarlo de aquella institución y no dejarlo morir allí. De esta forma contemplamos como
ella misma evoluciona hacia su propia monstruosidad.
En conclusión, Lessing nos hace pensar con esta novela sobre
la situación de las mujeres, sobre la institución de la familia y sobre la sociedad contemporánea de su país, y todo ello aderezado con diferentes perspectivas de realidad, de juegos sobrenaturales,
de reflexiones sociológicas y de ideales feministas, pero, sobre todo, con un profundo deseo de analizar el sentido de las caducas moralidades tradicionales y de las dudosas virtudes de la justicia,
lo que nos acerca más hacia el apocalipsis que hacia un cambio ético y social.