“Pronto cumpliré sesenta y siete años. ¿Soy un viejo? Evidentemente sí, pero a mi alrededor todo el mundo lo niega.
- Anda, anda, no digas tonterías.
A veces soy yo mismo el que lo niega. Cuando paseo por el parque de buena mañana, por ejemplo, la imagen que tengo de mí es la de un “muchacho”. Me estimula sentir el frío en el rostro, me gusta apretar el paso hasta alcanzar el límite de la carrera, pienso con ilusión en el periódico y la taza de té que me esperan al final de la caminata. En ocasiones, a esas horas comienzo a imaginar ya la comida, incluso me acerco al mercado y compro algo especial. Con frecuencia, mientras voy de acá para allá, recuerdo la frase con la que comienza John Cheever sus memorias: “En la madurez hay misterio, hay confusión”.
Cierto, hay misterio, hay confusión, a veces el misterio procede de la confusión y la confusión del misterio. Pero contesta ya, maldita sea, a la pregunta con la que te has levantado de la cama este lunes de enero: ¿Eres o no eres viejo? Sí, coño, lo soy, soy viejo. Un viejo”.
La vida a ratos es un diario hecho novela, o una novela en forma de diario, pues si bien su estructura formal es la propia de aquél, la narrativa mantiene una unidad de sentido en la intermitencia de sus obcecaciones, la fragilidad de carácter del protagonista y en la valoración metódica de la realidad.
Curiosamente Juan José Millás ha elegido un protagonista con su mismo nombre, con idénticos trabajo y ocupaciones, similar aprensión en todo lo relativo a la salud, tanto física como mental, algo que raya con frecuencia en hipocondría y la neurosis, el gusto por una visión surrealista de la vida, así como la aceptación pesimista de la misma y su refinado sentido del humor gris tirando a negro. Elementos todos ellos que componen su corpus literario como característicos de su personalidad creativa.
Y así, sirviéndose de su propia paranoia existencial y su especial mirada desconfiada del contexto, Millás nos presenta una realidad verosímil que atrapa al lector y con la que no puede dejar de sentirse identificado, si no en todos, en la mayor parte de los momentos descritos. Un universo en el que todo gira alrededor de unos instantes fijos y estrictamente marcados: la hora del gintónic, las de lectura, las de trabajo, las de tomar los antidepresivos, las visitas al psicoterapeuta o al médico, las del taller de escritura… La búsqueda, en fin, de esas tablas donde aferrarse para no naufragar.
El secreto de Millás está en la capacidad de sugestión de su relato, el cual nos involucra como parte activa en un mundo a simple vista anodino y normal, hasta que nos damos de bruces con la otra cara de la realidad, y ello se debe a su destreza en ver en las cosas más simples las múltiples posibilidades que al resto se nos pasan desapercibidas.
Hace tiempo que Millás rompió con las ataduras de una literatura rígida y convencional, transgrediendo las reglas tanto del género, como del diseño de los personajes o del argumento. La sorpresa es su aforismo y la desnaturalización de las cosas su axioma, y ello le permite contar las cosas a pecho descubierto sin temer las consecuencias de haber puesto la verdad boca arriba sobre la mesa.
En conclusión, La vida a ratos es una recopilación de ideas realizada por un personaje llamado Juanjo Millás quien, al igual que el autor, es novelista y articulista, dirige un taller de escritura, tiene una sufrida esposa que ya ha aprendido a sobrellevar sus excentricidades y ha comenzado a darse cuenta de que ya es viejo. Estas ideas, un remedo de sus columnas de los viernes en El País, vienen organizadas en formato diario, siendo cada una de ellas como un cuento breve, pero que encierran bastante de la realidad del autor, retratando la vida cotidiana con su lenguaje repleto de ingeniosos juegos de palabras y de una ironía que no quiere disfrazar el fondo subyacente de amargura, sino realzarlo. Y es que el paso del tiempo nos va volviendo más críticos y, a veces, nos atascamos ante pequeños problemas que antes nos parecían nimiedades o, por el contrario, ahora nos parecen minucias vicisitudes que con menos años veíamos como dificultades irresolubles. Con la edad se percibe la imperfección con mucha más claridad y repasar tanto nuestros éxitos como nuestros fracasos anteriores es un ejercicio de modestia del que nadie está libe, otra cosa es que lo reconozca.
Todos somos esclavos, en cierto aspecto, de nuestros propios fantasmas; todos tenemos un mundo secreto donde escondemos nuestros miedos y archivamos nuestras neuras; todos somos diferentes al personaje público que interpretamos; todos somos nosotros y otros porque la vida se compone de muchas y variadas circunstancias que van dejando abolladuras en nuestra maltrecha carrocería, y para superar la frustración de esta dualidad, o multiplicidad, nada mejor que la autocrítica, siempre desde el humor que es el mejor repelente de la tristeza, aunque a veces sea un gran compañero de la amargura, y si nosotros no somos capaces de hacerlo, para eso están estos magos de la palabra, como Juan José Millás, que ponen en sus libros aquello para lo que nosotros no estamos capacitados de poner en nuestras bocas.
LA OBRA DE JUAN JOSÉ MILLÁS
Hasta el momento, junio de 2019, la extensa obra de Juan José Millás se compone de los siguientes libros:
Novelas: Cerbero son las sombras (1975), Visión del ahogado (1977), El jardín vacío (1981), Papel mojado (1983), Letra muerta (1984), El desorden de tu nombre (1987), La soledad era esto (1990), Volver a casa (1990), Ella imagina (1994), Tonto, muerto, bastardo e invisible (1995), Trilogía de la soledad (1996), El orden alfabético (1998), No mires debajo de la cama (1999), Dos mujeres en Praga (2002), La ciudad (2005), Laura y Julio (2006), El mundo (2007), Lo que sé de los hombrecillos (2010), La mujer loca (2014), Desde la sombra (2016), Mi verdadera historia (2017), Que nadie duerma (2018) y La vida a ratos (2019).
Relato: Primavera de luto y otros cuentos (1989), Cuentos de adúlteros desorientados (2003), Los objetos nos llaman (2008) y Primer Aviso (1978).
Artículos y reportajes: Algo que te concierne (1995), Cuerpo y prótesis (2000), Articuentos (2001), Números pares, impares e idiotas (2001), Los sueños se cumplen (2002), Hay algo que no es como me dicen (2004), Todo son preguntas (2005), María y Mercedes (2005), El ojo de la cerradura (2006), Sombras sobre sombras (2006), Articuentos completos (2011) y Vidas al límite (2012).
Así mismo le han sido concedidos numerosos premios: Premio Sésamo de Novela 1975, Premio Nadal 1990, Premio de Periodismo Mariano de Cavia 1999, Premio Periodística de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez 2000, Premio Primavera 2002, Premio Nacional de Periodismo "Miguel Delibes" 2002, Premio de Periodismo Francisco Cerecedo 2005, Premio Planeta 2007, Premio Nacional de Narrativa 2008 y Premio Don Quijote de 2008.
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