La máquina del tiempo.

Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue

Al principio las cosas aparecen. La escritura es un gesto desafiante al que ya nos acostumbramos: donde no había nada, alguien pone algo y los demás lo vemos. Por ejemplo, la pradera: un territorio interminable de pastos altos. No hay árboles: los mata el viento, la molicie del verano, las nieves turbulentas del invierno”.

Un trabajo de…

Así comienza esta novela de Álvaro Enrigue, cuyo título, sacado de una frase del propio líder apache, Gerónimo: “Antes me movía como el viento, ahora me rindo y eso es todo”, nos da cuenta del triste destino de un pueblo cuyo mayor delito fue negarse a sucumbir.

La mayor parte de las noticias sobre Gerónimo y su pueblo nos han llegado desde los westerns cinematográficos donde, casi siempre, eran un atajo de salvajes crueles y desarrapados que cometían increíbles atrocidades sobre los sacrificados pioneros que se aventuraban por aquellas inmensas praderas buscando una vida mejor. Pero la realidad era otra muy diferente, ya que, cuando llegaron aquellos europeos con sus caballos, sus armas de acero y fuego, sus herramientas desconocidas y su gran ambición, esgrimiendo unos derechos concedidos por unos políticos y empresarios sin escrúpulos asentados cómodamente en unas capitales de la costa este o en otras del sur de aquel continente, quienes jamás habían puesto un pie en aquellas tierras que tan alegremente repartían, los apaches ya vivían allí desde hacía siglos, con sus tradiciones, sus culturas, sus creencias y sus muchas generaciones de antepasados sobre sus espaldas.

El escritor mexicano Álvaro Enrigue detalla en esta novela un viaje íntimo hacia el pasado de la historia norteamericana. Ese viaje fue real y lo realizó en compañía de su mujer, la también escritora Valeria Luiselli, quien se inspiró en él para escribir su libro Desierto sonoro, y sus hijos, desde Nueva York hasta los estados del sudoeste de los Estados Unidos que formaban parte de la Apachería, pasando por el campamento militar donde se conserva la tumba de Gerónimo y otros importantes líderes apaches.

A Enrigue le obsesionaba el silencio sobre aquellas personas que se defendieron, sin esperanza, pero con un enorme valor, y se negaba a abandonarlas al olvido, por lo que decidió darles la voz a unos personajes que se verían envueltos en unos hechos de una desmedida violencia.

Y así, en estas páginas nos habla de la guerra de los últimos apaches libres, un puñado de hombres, mujeres y niños, liderados por el legendario Gerónimo, contra las tropas invasoras de su territorio: dos ejércitos inmensamente más numerosos y mejor armados que le llegaron desde el norte, los gringos, y desde el sur, los mexicanos.

En aquellos momentos, la Apachería se extendía en un inmenso territorio casi desértico a ambos lados del río Grande o Bravo del Norte, entre la Alta y la Baja California, Sonora y Nuevo México, Texas y Chihuahua. Aquel fue el final de un pueblo orgulloso, al que no se conformaron con exterminarlo, sino que lo ridiculizaron exhibiendo a los escasos superviviente como si fueran curiosos animales.

La trama de la novela comienza con el nacimiento de la República Mexicana, cuando Gerónimo todavía era un niño llamado Goyahkla (Bostezo) y concluye con su muerte en un campamento militar de Oklahoma en 1909, siendo el punto culminante el momento de su rendición, ocurrida en 1880, cuando, representando al pueblo de apaches chiricahuas liderado por el jefe Naiche, pronunció las palabras que dan el título a este libro.

Pero en esta historia hay mucho más que la figura de Gerónimo, pues aparece una serie de personajes cuyas vidas se van trenzando hasta completar una red de historias reales y épicas al mismo tiempo: Desde los líderes apaches como Gerónimo, Naiche, Victorio, Nana o Cochise, hasta los militares mexicanos como el teniente coronel Zuloaga, quien parte desde Chihuahua, acompañado de un peculiar e improvisado grupo, con la misión de rescatar a una mujer mexicana, Camila, raptada por el jefe Mangas Coloradas, sin olvidarnos de los testimonios de aquellos militares norteamericanos, como el general Miles, artífices de la rendición de Gerónimo, quienes, con un enorme sentido del honor, se negaron a formar parte de la humillación de aquellas personas.

Enrigue entrelaza todas estas diferentes voces literarias y construye una narración coral sobre el final del pueblo apache chiricahua, proceso que dio comienzo con el descubrimiento y conquista del continente americano, hasta que las dos poderosas naciones: México y Estados Unidos arrinconaron a los nativos amerindios. Aunque no puede evitar la reivindicación del orgullo patrio mexicano y la mexicanidad de aquellos pueblos que se expresaban en castellano, además de su propia lengua, ni la de crear con la imagen de Gerónimo la del típico antihéroe romántico de las tradiciones literarias tanto de Latinoamérica como de España

La estructura histórica no es lineal, pues los acontecimientos se entremezclan tal y como le van apareciendo en la mente del escritor. Los personajes están bien dibujados y definidos con un vocabulario mexicano, abundante y rico, aunque se comprende bien gracias al contexto. Y a pesar de ser una historia épica, no escasea el humor, lo que quita dramatismo a ciertos episodios crueles.

EL AUTOR

El escritor mexicano Álvaro Enrigue nació en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el 6 de agosto de 1969. Hijo de un abogado mexicano y de una química española exiliada política tras la Guerra Civil, estudió periodismo en la Universidad Iberoamericana, aunque se dedicó a la literatura, en especial a la novela y al cuento, desde una temprana edad. Sus obras más conocidas son: La muerte de un instalador (1996), El cementerio de sillas (2002), Vidas perpendiculares (2008), Decencia (2011), Muerte súbita (2013), con la que ganó el Premio Herralde, y Ahora me rindo y eso es todo (2018).

APUNTES DE HISTORIA

Los pueblos Apache están formados por un grupo de seis tribus de indios americanos:  Chiricahua, Jicarillo, Lipan, Mescalero, Apache Occidental y Kiowa, con una cultura similar y un idioma común. similares en cultura y hablan el mismo idioma. Tradicionalmente vivían en las Grandes Llanuras del Sur de Estados Unidos y del Norte de México: el centro-este y sureste de Arizona, el sureste de Colorado, es sureste y este de Nuevo México, el oeste de Texas, el centro y norte de Chihuahua y Sonora.

Sus hogares tradicionales eran los wikiups y los tipis. El wikiup, también llamado wigwam, era un hogar más permanente. Su marco estaba hecho de árboles jóvenes y formaba una cúpula. Estaba cubierto de corteza o hierba. Los tipis eran un hogar más temporal que se podía trasladar fácilmente cuando la tribu estaba cazando búfalos. El marco del tipi estaba hecho de palos largos y luego cubierto con piel de búfalo. Tenía la forma de un cono invertido. Ambos tipos de casas eran pequeñas y acogedoras.

La ropa de los Apache estaba hecha, mayormente, de cuero o piel de ante. Las mujeres usaban vestidos de piel de ante, mientras que los hombres vestían camisas y taparrabos. A veces decoraban su ropa con flecos, cuentas, plumas y conchas. Llevaban zapatos de cuero suave llamados mocasines.

Su comida se componía de una amplia variedad de alimentos, pero su plato básico era el maíz y la carne de búfalo. También recolectaban frutos como bayas o bellotas. Otro alimento tradicional era el agave asado, que se preparaba durante muchos días en un hoyo. Algunos apaches cazaban otros animales como ciervos y conejos, usando herramientas de caza como arcos y flechas. Las puntas de flecha estaban hechas de rocas que astillaban mediante golpes hasta tener una punta afilada. Las cuerdas de los arcos se fabricaban con los tendones de animales. Para llevar sus tipis y otros artículos cuando se movían, los Apache usaban algo llamado travois: un trineo que se podía llenar con artículos que luego arrastraban los perros. Cuando los europeos trajeron caballos a las Américas, los Apache comenzaron a usarlos para arrastrar los travois. Debido a que los caballos eran mucho más grandes y fuertes, los travois podían ser más grandes y llevar muchas más cosas. Esto también permitió que los Apache hicieran tipis más grandes.

Las mujeres apaches tejían grandes cestas para almacenar cereales y otros alimentos. También hicieron vasijas de arcilla para contener líquidos y otros artículos. Su vida social se basaba en la familia. Grupos de miembros de la familia extensa vivían juntos. La familia extensa se basaba en las mujeres, lo que significa que cuando un hombre se casaba con una mujer, se convertía en parte de su familia extendida y dejaba a su propia familia. Varias familias extendidas vivirían cerca unas de otras en un grupo local que tenía un jefe como líder. El jefe era un hombre que se había ganado el puesto por ser el líder más fuerte y capaz. Las mujeres apaches se encargaban del hogar y cocinaban la comida. También hacían manualidades, confeccionaban ropa y tejían cestas. Los hombres eran responsables de la caza y eran los líderes tribales. 

A fines del siglo XIX, los apaches libraron una serie de batallas contra el gobierno de los Estados Unidos para defenderse de la invasión de gente venida del Este que tomaba posesión de sus tierras. Surgieron varios grandes líderes apaches como Cochise y Geronimo. Lucharon con ferocidad durante décadas, pero finalmente tuvieron que rendirse y se vieron obligados a exiliarse a unas reservas, una especie de guetos, donde todavía, hoy en día, viven muchas de las tribus apaches descendientes de los supervivientes, estas reservas están en Nuevo México, Arizona, Oklahoma y Texas.

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