27 de enero de 1919, muere
Endre Ady.
Endre Ady, nacido el 22 de noviembre de 1877,
en Érmindszent, Hung, dentro de los límites del antiguo imperio de Austria-Hungría, en el seno de una familia noble venida a menos, es considerado uno de los poetas más importantes de las letras húngaras, aunque toda su vida trabajó
como periodista. Su primera publicación data de 1899, un volumen que pasó desapercibido titulado Versek, sin embargo, cuatro años más tarde, con Még Egyszer, ya comenzó a da muestras de su excepcional talento, algo que quedó patente en su próximo libro, Uj versek (1906), con lo que constituyó una fresca renovación del panorama literario de Hungría, bastante apagado durante el siglo XIX.
El propio Ady describió su obra como “los
nuevos versos de una nueva era”, y en verdad que eran revolucionarios para su tiempo tanto en la forma, como en lenguaje, poco convencional y con una inusitada elección de adjetivos, o en
contenidos, pues no escatimaba ataques violentos e insultantes contra su propio país, al que en realidad amaba, al considerarlo demasiado estrecho y materialista, desde que se marchó como
corresponsal a París y tuvo otras perspectivas sociales, lo que le atrajo hacia su persona y creaciones una cierta indignación de los sectores más conservadores de la sociedad húngara. Sin embargo,
nadie podía cuestionar la calidad de sus poemas. En este estado de cosas, se encontró de pronto en el medio de una lucha política, pues mientras los nacionalistas de derechas le atacaban con
vehemencia, los radicales de izquierdas lo aclamaron como a un profeta. Todo ello provocó que Ady abandonara su tono insultante en sus trabajos posteriores, por lo que consiguió una mayor aceptación
entre su pueblo y menos problemas con la censura.
El entendimiento de su país, de sus males
sociales y políticos, y de los sufrimientos que había sido infligido por Primera guerra mundial le inspiró para encontrar nuevos medios con qué expresar el dolor y la ira. En ese momento su salud en
quiebra, socavada por una vida bastante disoluta, resultó incapaz de superar la presión del trabajo duro y constante. Había publicado diez volúmenes de poesía en doce años, así como relatos cortos e
innumerables artículos. Ady murió víctima de alcoholismo el 27 de enero de 1919, en Budapest, ya capital de Hungría.
El amor de Ady por el pueblo húngaro era sólo
uno de sus temas, pero sus poemas de amor son sorprendentes en su originalidad y su enfoque místico hacia el amor físico. Sus poemas religiosos, que parecían blasfemos a muchos, revelan su búsqueda
de Dios.
Para cerrar esta página, ¿qué tal un poema de
Endre Ady?...
Mi madre y
yo
El pelo oscuro le esparcía
chispas,
el castaño ojo lucía en
llamas,
las caderas se mecían.
Cegaba
su altiva cara
criolla.
Esos ojos, lujuria, labios
fresa,
corazón, besos imbuidos en
lágrimas.
Hela así, la mujer más
bella,
mi joven
madre.
Bella fue tanto a fin
sólo
de darme en la
preñez,
de darme a
luz,
y luego que fuera el
infierno.
La maldición asentada en una
descarada
trenza; sólo a eso esta mujer
es que es:
a parir al más
descarado
hijo, al más
triste.
A parirle un vástago
maldito
a esta devastada tierra
húngara;
una voz nueva
inválida,
gaviota en máscara de
alondra.
Niña de ningún ojo es
ahora
ni la cabellera
negra;
renga y marchita
mujer
mi dulce buena
madre.
La desbandé hacia la
ancianidad:
nadie está lejos de ella
tanto
como, munido de descarriada
vida,
este triste y suyo
hijo.