Un amigo me comentó en cierta ocasión que Audrey Hepburn merecía ser canonizada por muchas más razones que algunos de los santos que rellenan el santoral y, para reforzar su afirmación, me detalló diversos motivos: porque poseía una belleza angelical acorde a su inocencia, porque la sencillez de sus actos producía una inmensa ternura, por dedicar los últimos años de su vida en trabajos humanitarios y por sus inolvidables papeles en películas como: Roman Holiday (1953), Breakfast at Tiffany’s (1961) o My Fair Lady (1964).

Audrey Kathleen Ruston, como así parece que se llamaba en realidad, según la biografía escrita por su propio hijo, Sean Hepburn Ferrer, vino al mundo un 4 de mayo de 1929 en Bruselas, la capital de Bélgica, de madre holandesa: la baronesa Ella Van Heemstra, y de padre británico: el autoproclamado aristócrata Joseph Victor Anthony Hepburn-Ruston, quien pretendía descender del cuarto conde de Borhwell: James Hepburn. Ambos eran simpatizantes del nazismo, pero la pequeña les salió revolucionaria, y es que hasta en los vertederos crecen flores.

La niña Audrey recibió la nacionalidad británica y asistió a un colegio inglés por imposición paterna, aunque el bueno de Joseph Victor, tras divorciarse en 1935, abandonaría a la baronesa y a su hija cuando ésta contaba tan solo seis años de edad. Por ello, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, su madre no dudaría en trasladar la familia a los Países Bajos, pensando que la neutralidad de ese pequeño país les daría más seguridad que si continuaban en Inglaterra. Sin embargo, ya todos sabemos que esas formalidades no son ningún impedimento para los ególatras caballeros de la guerra y la pequeña Audrey tuvo que soportar numerosas penalidades durante la ocupación nazi en Holanda, tiempo durante el cual su madre le cambio el nombre Audrey, de origen inglés, por el de Edda, más neerlandés, y le añadió su propio apellido, Van Heemstra, preocupada por si su ascendencia británica pudiera causarles problemas.

A pesar de todo, durante la guerra comenzó sus estudios de ballet en Amsterdam que, al finalizar la contienda, continuaría en Londres. También recibiría clases de arte dramático e inició una incipiente carrera profesional como modelo y bailarina, que le aportaba algunos ingresos, aunque parte de ellos los donaba a la resistencia holandesa. Así mismo, en el último periodo de la guerra se presentó voluntaria de enfermería y la destinaron al cuidado de soldados heridos, y casualidades de la vida, entre ellos había un paracaidista británico, Terence Young, quien años más tarde sería su director en la película Sola en la oscuridad.

Tras la guerra, ya con el nombre de Audrey Hepburn, realizó pequeños papeles en el cine, y en una de estas películas, que se estaba rodando en Montecarlo, la novelista francesa Colette se fijó en ella e insistió en que fuera la protagonista de la adaptación teatral de su novela Gigi, publicada en 1944, la cual se estrenaría en Broadway en 1951 y en la que Hepburn obtuvo excelentes críticas que le permitieron llegar hasta la película que le lanzaría a la fama: Vacaciones en Roma (1953), rodada en la capital italiana y dirigida por William Wyler, en ella Hepburn interpretaba el papel de una joven princesa que, agobiada por las obligaciones de su título, decidía evadirse durante un día de aventura durante el cual tendría un romance con un reportero, papel interpretado por Gregory Peck. Hepburn conseguiría el Oscar a la mejor actriz con esta actuación.

Al año siguiente, Hepburn volvió a los escenarios de Broadway con Ondine, de Jean Giraudoux, coprotagonizada con quien sería su futuro marido, Mel Ferrer, recibiendo el Premio Tony por su trabajo en esa obra. De esta forma, Hepburn consiguió en el mismo año los tres premios grandes de las artes dramáticas: el Oscar y el Globo de Oro por Vacaciones en Roma, y el Tony por Ondine.

En el cine siguió su carrera de éxitos con películas románticas como: Sabrina (1954), en la que vistió por primera vez los diseños de Hubert de Givenchy con los que posteriormente tanto se identificaría, y Funny Face (1956), aunque también lo haría con otras de temática mucho más seria como: Guerra y Paz (1956) o Historia de una monja (1959), de cuyo papel protagonista Hepburn diría que fue el mejor de su carrera.

En la década de 1960 participaría en nueve producciones, en cuyos papeles ya habría superado su imagen de muchacha ingenua y vulnerable, resultando una mujer mucho más sofisticada, como se puede comprobar en su representación de la misteriosa Holly Golightly de Desayuno con diamantes (1961), adaptación de una novela de Truman Capote y tras la cual, la marca Tiffany le ofreció representar sus productos con su imagen, oferta que Hepburn rechazaría la oferta porque no le gustaba la ostentación de la joyas; o en la elegante viuda de Charada (1963), donde actuó junto a Gary Grant; o en la mujer de espíritu libre atrapada en un matrimonio complicado de Dos en la carretera (1967); o en la inculta florista que es transformada en una dama elegante, la Eliza Doolittle del musical My Fair Lady (1964), papel que le acarrearía alguna controversia entre el público al comparar su trabajo con el que Julie Andrews había desarrollado en el teatro.

Tras su aparición en el thriller Sola en la oscuridad (1967), Hepburn haría su primer amago de jubilación. Durante ese intervalo se separó de Mel Ferrer, con quien tuvo a su hijo Sean, aue actualmente gestiona su fundación Audrey Hepburn Childhood, y se casó con el psiquiatra italiano Andrea Dotti, con quien tuvo su segundo hijo, Luca. Aunque tampoco este matrimonio sería demasiado duradero…

En 1976 volvió al cine para rodar la película Robin y Marian, una historia romántica en la Edad Media dirigida por Richard Lester y coprotagonizada con Sean Connery.

Tras ésta trabajó en algunas películas más dispersas en el tiempo hasta que, en 1988, decidió dedicarse plenamente a los niños del tercer mundo como embajadora especial del Fondo de las Naciones Unidad para la Infancia (UNICEF), visitando los pueblos afectados por la hambruna en América Latina, África y Asia, actividad que desempeñó hasta poco antes de su muerte a causa de un cáncer en 1993. Ese mismo año, la Academia de Artes Cinematográficas y Ciencias de Estados Unidos le concedería póstumamente el Premio Humanitario Jean Hersholt. Uno más entre la multitud de premios y reconocimientos que cosechó tanto en su carrera cinematográfica como en su labor humanitaria.

LIBROS SOBRE AUDREY HEPBURN:

• Audrey Hepburn: La biografía, de Donald Spoto, Debolsillo, 2008.
• Audrey Hepburn (Con CD), de Muchael Heatley, Cúpula, 2012.
• Audrey Hepburn entre diamantes, de Juliana Weinberg, Suma, 2022.
• Warrior: Audrey Hepburn, de Robert Matzen y Luca Dotti, 2021.
• Audrey Hepburn. Icono del cine y defensora de la infancia, de Marta Porreño, RBA, 2019.