El volumen de una sombra
Otra página más del libro sin sentido
que pasa sin leerse.
Caen los párpados con pesada salma,
¡tan cansados!
El divagar de unos pasos que se pierden he leído,
que ya es perderse.
Y han roto al maullar unos gatos de la noche la calma,
¡qué pesados!
A la luz de la luna mis sombras enemigas han repetido,
sutil esconderse,
el idilio con los fuegos de mi alma
ya apagados.
Ancrugon
LOS CLÁSICOS DIVERTIDOS: El jardín de los exempla - 2º, por Ancrugon
Contar cuentos es una acción humana tan antigua como la misma capacidad de hablar. Con ellos se ha entretenido, comunicado, informado, enseñado...; han sido (y son) medio de expresión, de arte, demostración de un hecho, o simple juguete. Los cuentos siempre fueron los amigos confidentes de nuestros ratos solitarios en la infancia, y los niños ríen, lloran, odian, aman, temen, se emocionan con las peripecias de unos personajes que llenan por entero su imaginación. Pero también los mayores leen cuentos y buscan, en su intensa brevedad, esa pizca mágica de algo que, aunque incorpóreo e inmaterial, puede colmar cumplidamente tantos momentos vacíos: la imaginación.
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